lunes, 21 de diciembre de 2015

"LUEGO DE UNA VISITA INOLVIDABLE, REZO POR ÉL"

GLOBAL / NOTA DE OPINIÓN 



por MARÍA PAZ GIAMBASTIANI 

ROMA (Especial para Urgente24). El 13 de marzo de 2013 Jorge Bergoglio fue elegido el Papa número 266; quien se lo hubiera dicho a un joven que desde su Flores natal decidió ser sacerdote y es el máximo representante de la Iglesia católica. 


Ese día 40 millones de argentinos celebramos su investidura con orgullo nacional y al mismo tiempo Roma se convirtió en el segundo destino de los argentinos. Todos los días llegan infinidad de emails, cartas y llamados para asistir a la audiencia general para estar cerca, celebrar su pontificado, y su obra.

Ya sea por vocación religiosa, o bien, sólo por curiosidad, muchos son los que se ven atraídos a asistir a la Plaza San Pedro, durante las apariciones públicas del Papa Francisco. Y si, yo no fui menos.

 Con antelación envié el formulario para solicitar audiencia, la que se realiza los miércoles. A las 4 horas recibí la respuesta de la nunciatura donde constaba donde y a qué hora tenía que presentarme. 

Dos semanas después, el miércoles 16 de diciembre, a las 7 de la mañana, la hora señalada, allí estaba en la oficina de la Guardia Suiza ubicada en la puerta de Santa Ana (en el Vaticano), esperando entrar junto a una centena de peregrinos argentinos.

 Después de 30 minutos de espera pasamos el primer control, y debo advertir que quien no está en la lista de admitidos no entra, de hecho solo lo hicimos una cuarta parte. Avanzamos hasta la siguiente parada que está menos de cuadra de distancia donde esperamos 1 hora y media, de pie y a la intemperie.

 A medida que pasaban los minutos las dudas y comentarios sobre a qué hora nos dejarían pasar se sucedían…junto con la necesidad de ir al baño. Lo único que sabíamos era que a las 9:30 el Papa Francisco hace su aparición en la plaza San Pedro.

 Al fin llegó la hora de pasar, donde caminamos hasta entrar en la iglesia y ser acompañados hasta una zona de la plaza la derecha de donde está él. Es emocionante estar ahí, esperarlo en una ubicación privilegiada y sentados.

Estuve en primera fila. La euforia de miles de personas se palma a cada minuto donde es aclamado en distintos idiomas, el frenesí es contagioso. Cuanto aparece la Guardia Suiza en la plaza es el indicativo que lo precede.

El Papa llega en auto por la plaza saludando a todos su paso con el devenir del nerviosismo tanto de los asistentes como de la custodia personal. Recorre todos los pasillos lentamente a bordo del Papamóvil, saludando, perdiéndose entre la multitud, aunque ahora con mucho más recaudo por la situación imperante en Europa –que queda latente en cada calle de Roma donde la ejército y la policía (carabineros) están atentos a cada movimiento.

 A continuación, se ubica en una explanada delante de la entrada principal de la Basílica. Da comienzo la ceremonia en la que saluda a todas las congregaciones y países presentes, en todos los idiomas, de la misma forma que leen partes del evangelio, el Papa da un sermón -en el que destacó la necesidad de perdonar, comprender al prójimo y ser misericordiosos, subrayando que nos acerquemos a Jesús porque "Dios es gratis"- un mensaje que retumbó en cada una de los puntos de la Plaza San Pedro, y de la Iglesia de la que quiere erradicar la parte del "negocio" de la religión.

Luego llega el momento de la bendición y culmina con el rezo del Padre Nuestro en latin. Es en ese instante cuando un escuadrón de fotógrafos del servicio del Vaticano entra en escena, y menos mal que están porque más de uno del entusiasmo, se queda petrificado y si no fuera por ellos y dos euros la foto, no habría recuerdo del momento único e irrepetible.

 Los ánimos explotan, el éxtasis se hace presente. Así es como empiezan los saludos: primero vuelve a pasar por los pasillos de la plaza caminando por las zonas cercanas, acto seguido se produce el besamanos con los cardenales ahí presentes, luego a los invitados especiales que están ubicados delante de las vallas, y por fin a quienes estamos detrás de las vallas ubicadas a la izquierda y a la derecha del Sumo Pontífice.

Su carisma, cercanía, su mirada radiante y su sonrisa franca, me conmovió, y su discurso, me sorprendió. En cuanto se va acercando la euforia se acentúa, mientras la custodia advierte a los presentes que no intentemos hacer selfies.

El Papa Francisco le da la mano a cada uno, e intercambia unas palabras. Su humanidad, calma, templanza y cercanía queda plasmada en cada mano que estrecha. Cuando llegó mi turno, una sensación de paz me invadió.

Lo felicité por su pontificado revolucionario, su humanidad y cercanía mientras su sonrisa iluminaba todo a su alrededor.

Me miró fijamente, apretó más fuerte mi mano y manteniendo su amplia sonrisa me dijo “reza por mí”.

 Desde todos sus actos, palabras y gestos revolucionó la Iglesia, generando una transformación total, de ahí a la necesidad que perdure su obra y su vida, por eso, rezo por él.

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