Foto: Nicolás Stulberg / Infobae |
Por CLAUDIO MAURI / LA NACION
Le cambió la vida a River en menos una semana. Se disiparon las dudas, recuperó el optimismo. La preocupación le cede terreno al entusiasmo. Dejó de ser un cúmulo de voluntades dispersas y volvió a moverse como un equipo. Scocco fue nuevamente ese jugador N° 12 que trae desde el banco la clave de un triunfo que puede complicarse o se le atraganta.
A grandes males, como lo era su desconcertante 2018, grandes remedios, como lo fue el triunfo sobre Boca. Hay partidos que marcan, dejan huella, y River encontró una vía con el 2-0 en Mendoza. La energía y el salto de confianza de la Supercopa Argentina los trajo al Monumental no solo para ofrendarle el trofeo a los hinchas antes del partido, sino también para construir uno de esos triunfos que tanto escasearon y le costaron en la Superliga.
Hubo clima de fiesta. Con imágenes del miércoles glorioso por la pantalla gigante, papelitos plateados, fuegos artificiales. Los hinchas, que en lo que van del año nunca habían dejado de apoyar pese a las inquietantes señales futbolísticas que daba el equipo, celebraron con la satisfacción del que se siente parte del resurgimiento, del que supo acompañar en los momentos difíciles y es merecedor de estas horas felices.
Gallardo tuvo un gesto de reconocimiento con los titulares que vencieron a Boca. Salvo el cambio obligado de Mayada por el lesionado Montiel, el resto de la formación fue la misma. Incluso repitió la posición de enganche de "Pity" Martínez que tantos beneficios le dio en Mendoza.
Y de arranque, River estuvo tan enchufado como si fuera una continuidad de la noche del miércoles. A los dos minutos, la presión de Pratto llevó a Godoy a equivocarse en una salida desde su área. La pelota le cayó a Martínez, que volvió a ser determinante.
Con un recorte eludió a un rival y definió con un rotundo zurdazo. Martínez volvió en un nivel que no hace más que demostrar todo lo que River lo necesitaba mientras estuvo ausente por una lesión muscular. Es la individualidad más desequilibrante en el uno contra uno; tiene cambio de ritmo y remate.
Ya no juega con el murmullo del Monumental zumbándole los oídos; ahora recibe voces de apoyo y admiración. Si la camiseta le pesó en algún momento, ahora la lleva con naturalidad y determinación. River tuvo otra presencia respecto a la que venía mostrando. Con un juego más fluido y mayor profundidad. Como si la mente se le hubiera despejado y las buenas ideas lo acompañaran. Hizo tres goles y se perdió varios más.
Jugó con la autoridad que había extraviado, aunque no faltó el bache, esos lapsus tan habituales que lo persiguen en la Superliga. De repente, un encuentro que debía ir ganando por una mayor diferencia, Belgrano, que había estado muy tímido en el primer tiempo, se lo empató a partir de un flojo despeje de Armani, que en esa acción no pareció el arquero infranqueable que fue en Mendoza.
En Belgrano había entrado un muy punzante Jonás Aguirre y preocupaba al fondo local. Hasta hace unas semanas, una igualdad como la de ayer hubiera paralizado a River, lo habría empujado a ese estado de confusión con el que convivió durante tantas fechas.
Gallardo buscó una variante ofensiva con el ingreso de Quintero, pero la solución estaba en este Scocco letal, al que la suplencia no le moja la pólvora ni le quita lucidez, la que quizá le falta a Pratto, generoso, solidario y sacrificado, pero muy negado de cara al arco. Quizá esté pagando la presión y la ansiedad por justificar la desorbitada cifra de su pase.
Su otra contribución colectiva fue la asistencia en el segundo gol de Scocco. El último cuarto de hora se lo robó Scocco, a quien el árbitro Abal le perdonó un foul sobre Benítez en la jugada previa a su primer tanto, resuelto con un derechazo cruzado.
En el segundo demostró que también la sabe colocar de zurda. Función completa de este delantero que pareciera que lleva una vida en River.
El equipo de Gallardo ganó dos partidos consecutivos por la Superliga, algo que no ocurría desde las tres primeras jornadas, allá por fines de agosto y principios de septiembre.
Eso también es noticia, tanto como que River necesitó de Boca para encontrarse a sí mismo.
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