AGENCIA / LATINOAMÉRICA
Foto oficial del encuentro entre Raúl Castro y Barack Obama, los 2 ganadores de la Cumbre.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Panamá recuperó su histórico papel mediador en la región. En la VII Cumbre de las Américas demostró que fue acertada la decisión de su Gobierno de invitar a Cuba a participar en el encuentro.
La invitación trajo consigo un aspecto trascendental para la región: la oportunidad de USA de recuperar el terreno desatendido durante décadas, tal como lo dijo su presidente, Barack Obama, y presentarse como uno más entre sus pares del hemisferio occidental.
Y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba fue la carta de presentación ideal: el resto de los 33 países -además de los 2 ya mencionados- que participaron de la Cumbre celebraron el acercamiento y le dieron el visto bueno a Obama por la decisión.
Un éxito del Departamento de Estado, en la gestión de John Kerry.
El respaldo unánime a Colombia en el proceso de paz que lleva adelante en su país también subrayó el compromiso integral de la región.
En el otro extremo quedó el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien dijo haber reunido 11 millones de firmas que respaldan su solicitud a USA de que derogue el decreto que la declaró una amenaza para el país norteamericano.
Ecuador, Argentina, Honduras y Bolivia secundaron con fervor a Maduro, pero sus discursos solo demostraron que esa línea de opinión entró en un ocaso.
En el otro extremo, fue evidente la emoción de Raúl Castro, uno de los protagonistas indiscutido de esta Cumbre de las Américas, quien recordó en un extenso discurso la historia de su país. Desde la fallida invasión de Bahía Cochinos (“sabíamos tirar, pero no hacia dónde”, dijo); el frustrado mensaje de John F. Kennedy para iniciar un diálogo, la resistencia y confrontación con la nación más poderosa del planeta... hasta este momento en que se sentó frente a frente con su actual presidente, Barack Obama, la otra estrella que brilló en la trascendental reunión.
El líder cubano exculpó a Obama del historial “imperialista” contra su pequeña nación. De hecho fue más allá: “Obama es un hombre honesto”, declaró. “Hay que apoyarle en su intención de liquidar el bloqueo”, exigió.
Castro confesó al auditorio, conformado por los presidentes del continente americano, que pensó varias veces si decía estas palabras, incluso que las escribió, las borró y las volvió a escribir y que, al final, lo hizo porque sabía que tenía al frente a un interlocutor transparente con el que podía a empezarse a escribir un nuevo capítulo de las relaciones bilaterales.
Obama, por su parte, ofreció a sus homólogos continentales un nuevo orden, lejos “de las ideologías del pasado”.
“Nuestras naciones deben liberarse de los viejos argumentos, debemos compartir la responsabilidad del futuro. Este cambio es un punto de inflexión para toda la región”, y pidió unirse para trabajar en el desarrollo de la energía y la lucha contra la pobreza.
También: “Es la primera vez en medio siglo que se han reunido todas las naciones americanas. Seguirá habiendo diferencias significativas, pero no estamos atrapados en la ideología, sino interesados en el progreso”.
Los 2 presidentes se sentaron en un diálogo privado de 1 hora y 20 minutos y fue “productiva”, según informó el canciller cubano, Bruno Rodríguez.
Ganadores y perdedores
Acerca de quién ganó y quién perdió en la Cumbre, es interesante la columna de Francisco Barbosa, Ph. D en Derecho Público de la Universidad de Nantes (Francia) y profesor de la Universidad Externado de Colombia, en el diario El Tiempo, de Bogotá:
La VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá fue vital para nuestra región. Los grandes temas se discutieron, los presidentes de los 35 Estados se encontraron, entre ellos, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, actores principales en la escena final del último conflicto que dejó la Guerra Fría en este continente.
Como en todo encuentro bilateral, esta cumbre deja ganadores y perdedores que quedaron evidenciados en Panamá.
Entre los primeros se encuentra Estados Unidos y un presidente líder que logra integrarse a la región después de un largo abandono.
Los estadounidenses regresan a América Latina a través de un discurso carente de vocación imperialista, posan como un país más de la región y generan la sensación de un presidente lejos de la imagen del cowboy norteamericano, a la usanza Reagan o Bush, para escuchar calificaciones jamás imaginadas en la región: el presidente de la nación cubana calificando de “buen hombre” a un presidente estadounidense.
De hecho, el presidente Obama indicó de forma inédita: “Los días en que nuestra agenda en este hemisferio a menudo suponía que Estados Unidos podía interferir con impunidad están en el pasado”.
Menuda frase. Sin embargo, Estados Unidos, lejos de mostrar debilidad, recupera una influencia perdida con China y Rusia durante los últimos años.
Su regreso no se hace con debilidad. El mismo presidente Obama se arroga la capacidad de hablar sobre el régimen de Maduro en Venezuela por su constante violación de los derechos humanos, a pesar que en los discursos Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba se criticó la injerencia.
Obama contestó las críticas, en una entrevista publicada el viernes en EL TIEMPO, y en un tête á tête con Rafael Correa, indicando que, como cualquier otro miembro de la región, exigirá que Venezuela respete la democracia y los derechos de sus conciudadanos.
En segundo término, su posición se fortalece al haber enviado hace algunas semanas a un representante, Bernard Aronson, para acompañar el proceso de paz en Colombia. Sobre ese aspecto versó su encuentro con el presidente Santos en Panamá.
Sin duda, Estados Unidos ejerce ahora un rol de buen vecino, casi de hermano en la región.
El segundo ganador de la Cumbre es Cuba, que participa en un encuentro de esta naturaleza luego de no ser parte de las discusiones oficiales en América Latina desde 1962. Lo interesante es que su rol es esencial no solo en la terminación de la Guerra Fría en la región, sino en su función de sede del proceso de paz entre las Farc y el Gobierno.
Colombia también sale ganando en esta cumbre por el apoyo de la región y de la ONU al proceso de paz que se adelanta en La Habana (Cuba), al tiempo que Santos pone a andar la idea de un sistema interamericano de educación. Una excelente iniciativa que enfrentará una región diversificada en la cual la educación no es la prioridad. Ojalá se concrete.
Los últimos ganadores son México y Uruguay. En el caso del primero, su presidente, Enrique Peña Nieto, se ofreció para ser el puente mediador entre Cuba y Estados Unidos. Su nueva apuesta internacional pretende ocultar sus lastres internos relativos a las consecuencias de la desaparición de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa (Guerrero), la violencia en algunos Estados de la federación (Guerrero, Jalisco, Michoacán, entre otros) y el enfrentamiento que tiene con el relator de la ONU para la tortura, Juan Méndez, quien indicó que en ese país existe “una práctica generalizada de esta conducta”, evento que con razón generó una ardua discusión entre este Estado y la organización internacional.
En el caso de Uruguay, el presidente Tabaré Vázquez propuso a su país como sede de los diálogos entre el Ejercito de liberación Nacional (ELN) y el Gobierno colombiano para que se termine de forma integral el conflicto armado. Vázquez no quiere desvanecerse luego del protagonismo que tuvo ese pequeño país a la cabeza del expresidente José 'Pepe' Mujica.
Pero la Cumbre no solo deja ganadores. Los perdedores se evidenciaron.
El primero de ellos es Venezuela y el régimen de Nicolás Maduro que, junto al trasnochado discurso de Evo Morales-Bolivia-, Cristina Fernández-Argentina- y Daniel Ortega- Nicaragua-, se van quedando solos frente a una América Latina pujante.
La crisis de Venezuela es lamentable. A Maduro le quedó grande el país. No hay mayor mezquindad que la de pulverizar a su pueblo. El drama ha llegado a tal nivel que, a pesar de las críticas a las medidas norteamericanas realizadas en el plenario de la Cumbre por algunos presidentes, un total de 25 ex presidentes de América Latina y España le han solicitado la liberación de los opositores políticos.
Otro perdedor es Brasil que tuvo que cambiar de bando y solicitar a Venezuela la liberación de los opositores políticos. Dilma Rousseff empieza a perder la capacidad de desmarcarse de las posturas de los norteamericanos toda vez que el gigante del sur vive una importante crisis política, económica y social.
Los escándalos del Mensalão (reparto de coimas entre políticos del Partido de los Trabajadores), de Petrobras (corrupción en la petrolera con sus contratistas y el partido de gobierno) y la crisis económica han producido un creciente desespero de la población que siente que la fiesta de recursos se está acabando.
Brasil sufre hoy una inflación del 7,7 por ciento, un desempleo del 6 por ciento y, según el último informe de la Cepal, tendrá un crecimiento negativo del 0,9 por ciento para este año.
Recordemos que Brasil tiene una pesadilla recurrente en su historia que se llama hiperinflación e irresponsabilidad macroeconómica.
Los dos últimos perdedores en la cumbre son Argentina y Chile, que quedaron desdibujados. El primer país afrona una crisis política derivada del enfrentamiento entre la rama judicial y el ejecutivo liderado por la presidenta Cristina Fernández. La cercanía de la elección presidencial, su conflicto con los acreedores internacionales, la magnitud de la crisis económica y la enigmática muerte del fiscal Nisman no le permite a ese país tener un discurso latinoamericano de relevancia en Panamá.
Chile, por su parte, carga un escándalo político mayúsculo a cargo de los negocios de la nuera de la presidenta Michelle Bachelet. En esa grave situación interna le queda poco que proponer y decir al país austral.
La VII Cumbre de las Américas pasará a la historia de nuestra región porque América Latina empieza a recuperar su propia voz. El encuentro entre Castro y Obama y el comienzo del fin de la Guerra Fría plantea una manera de repensar la histórica doctrina Monroe del siglo XIX que planteó que América sería para los americanos, afianzándose el control de la región por parte de Estados Unidos.
El fin de la Guerra Fría nos ubica en el escenario de integración regional que se fomentó durante las conferencias panamericanas de los siglos XIX y XX, en las cuales algunos internacionalistas, como el colombiano Jesús María Yepes, el chileno Alejandro Álvarez o los brasileros Joaquim Nabuco y Rui Barbosa, buscaron construir un derecho internacional americano. Ideas como el principio de no intervención y el asilo terminaron siendo parte de los aportes al derecho internacional público.
La equidad, el desarrollo regional, la educación de calidad, la democracia y los derechos humanos tendrán que ser los presupuestos esenciales para que América Latina pueda jugar en el escenario global.
Los desafíos que tendrá la región estarán enfocados en construir modelos de desarrollo propios que respeten nuestra diversidad, que piensen sus entornos sin depender de recursos naturales no renovables y de mejorar los estándares de civilidad, educación y de respeto de los derechos humanos.
En ese escenario, Estados Unidos podrá ser un socio político y económico ideal y Cuba podrá despertar de un largo sueño.
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