NOTA DE OPINIÓN
por GERMÁN BERIZZO
SAN CARLOS DE BARILOCHE (Especial para Urgente24). Estamos a pocas horas del balotaje. Todas las dudas se centran en el aspecto económico que, para que ahondar en el tema, tiene un pronóstico bastante sombrío.
No obstante, creo que el tema económico es el de menor importancia frente al contexto que trataré de exponer.
El Presidente que habrá de surgir el domingo 22/11, se enfrentará a una línea de decadencia que se viene acelerando desde hace décadas, línea que está asociada a un problema socio-cultural que parece no tener remedio en el mediano plazo y en la que lo económico será solamente una variable menor que oscilará levemente por encima y por abajo de esta línea maestra decadente.
La Argentina pujante, se construyó a partir de ciertas ficciones orientadoras que supieron instalar los hombres de la generación del '80. No tengo dudas que se trataba de un modelo bastante socialmente injusto, basado en ciertas ventajas relativas que nuestro país ofrecía en un contexto mundial en el que la población global crecía por encima de sus propias capacidades de alimentarla, cosa que dio un empuje extraordinario a nuestra nación durante cinco décadas.
Hacer hipótesis contrafácticas sobre lo que hubiese sucedido sin Juan Perón y sin el peronismo es un ejercicio que considero inútil porque la realidad no es ni mala ni buena, simplemente es la realidad.
Pero la Argentina había comenzado a transitar un camino de desarrollo moderado en muchas áreas, que le hubiesen permitido competir en terceros mercados con bastante éxito, cosa que sucedió efectivamente a fines de la 2da. Guerra Mundial, alcanzando un relativo grado de desarrollo en siderurgia, metalmecánica, textiles, químicas, electrotécnicas y alimentarias, algo que tuvo que ver con la aparición de una clase media muy interesante.
Ni hablar de agricultura y ganadería.
El modelo propuesto por Perón, de financiar desde el agro la aceleración de estos procesos industriales, si bien bueno, naufragó por la excesiva protección a nuestros productos, haciendo de nuestra industria un coto de caza del mercado interno y no un plan efectivo de lograr nuevos mercados.
Hasta la década del '60 inclusive, las inversiones extranjeras miraban a Argentina como el polo que debería liderar los modelos de industrialización en América Latina, hasta que por razones concurrentes, tales como nuestra eterna inseguridad jurídica y la necesidad de industrializar Brasil para evitar que se convirtiera en un objetivo de las guerrillas comunistas, el foco se fue para San Pablo y nosotros seguimos guitarreando, descubriendo que una tras otra, las empresas, tanto de capital nacional como internacional orientaron sus inversiones hacia Brasil.
Pese a eso, Argentina siguió bastante adelante en términos de PBI / habitante, manteniendo una paridad notable de PBI frente a nuestro gigante vecino. Esto se quiebra a partir de fines de los '90 y se agrava a niveles extremos durante la gestión del PJ vía Kirchner y familia.
El disparatado incremento poblacional de los segmentos D y E de la pirámide socioecoómica surgido en la década del '70 y la apertura indiscriminada de fronteras permitió que nuestro país debiera enfrentar un doble problema:
- Infraestructura insuficiente para atender las necesidades de esa creciente población; y
- oferta laboral con capacitación insuficiente para atender las necesidades de la demanda laboral.
Esto se agrava con la destrucción del modelo pedagógico preexistente, con la eliminación del Servicio Militar Obligatorio que, de alguna manera, integraba y modelaba hacia un común a los diferentes estratos sociales y la incomprensible incapacidad de parte del gobierno de comprender el fenómeno distorsivo que representaba dicho fenómeno.
Nada se hizo en contención efectiva, en educación orientada al campo laboral ni en el control de la natalidad en sectores que, teniendo varios hijos, a duras penas podían poner a uno solo de ellos en condiciones competitivas frente a otros estratos sociales.
El resultado está a la vista. Cartoneros, trapitos, vendedores de semáforo, manteros, oferta laboral con escasísima capacidad para agregar valor y la permanente tentación subyacente de acceder al ascenso social vía tráfico de estupefacientes.
La población de Argentina, en 1970, crecía a una tasa de 0,91% anual y su composición socioeconómica, aproximadamente era de un 75% en el sector ABC 1, 15% en C2-D1 y 10% en D2-E. Esto representaba una distribución poblacional de:
ABC 1 : 16.500.000 habitantes
C2-D1: 3.300.000 habitantes
D2-E : 2.200.000 habitantes
Y esto, con fuertes distorsiones según la región de que se tratara, estando el AMBA dentro de parámetros de menor inequidad socioeconómica.
Si la población Argentina se hubiese proyectado hasta hoy dentro de esos parámetros, las cifras serían las siguientes:
ABC 1 : 31.500.000 habitantes
C2-D1 : 6.300.000 habitantes
D2- E : 4.200.000 habitantes
Pero coexistieron 2 fenómenos:
- Un disparo demográfico del segmento D2-E iniciado durante la primera mitad de la década de 1970 que elevó la tasa de crecimiento vegetativo de este sector a la zona del 3 al 4 % medio anual; y
- un decrecimiento por razones culturales de la tasa vegetativa de los otros dos sectores hacia la zona del 0,6 % para ABC 1 y 0,8% para C2-D1.
Asimismo, en la década del '90 comenzó una migración de sectores ABC 1 hacia C2-D1 que, aún manteniendo sus niveles aspiracionales, no pudieron re-acceder a su vieja condición por el deterioro de sus niveles de ingreso, afectando ésto a sus descendientes.
De estos datos surge una hipótesis de distribución socioeconómica que parece tener correlato con lo que se ve día a día en la calle:
ABC1 : 21.200.000 (Menos migración hacia
C2-D1)
C2-D1 : 4.600.000 (Más migración desde ABC 1)
D2-E : 17.000.000
Sin contar la constante inmigración de bolivianos, peruanos, dominicanos, paraguayos, colombianos, africanos y orientales que, en muchos casos, al haber ingresado ilegalmente al país o residir en él con papeles temporarios han hecho colapsar aún más una infraestructura pensada para 40 millones y que hace creíble la teoría de un sociólogo cuyo nombre reservo que consideraba la población efectiva de Argentina en más de 50 millones de almas.
Pero dejando de lado el tema inmigratorio, si solamente proyectamos para 2040 las poblaciones por niveles socioeconómicos basados en sus respectivas tasas vegetativas tendremos:
ABC 1 : 24.600.000 habitantes.
C2-D1 : 5.600.000 habitantes.
D2- E : 35.600.000 habitantes.
O sea, una población total de 65.800.000 habitantes distribuidos porcentualmente de la siguiente manera:
ABC 1 : 37,38 %
C2-D1 : 8.51 %
C2-E : 54,11 %
Contra una composición en 1970 de:
ABC 1 : 75,00 %
C2-D1 : 15.00 %
C2-E : 10,00 %
Sin mencionar que si no se controla la política inmigratoria urgentemente, a estos 65.800.000 habitantes se podrán sumar 10 o 15 millones más, haciendo de Argentina uno de los países más inequitativos del mundo, lejos de los sueños de nuestros padres fundadores y cerca de la estupidez pseudo progresista que nos llevó a este punto.
Este es, quizás, el mayor desafío de la próxima administración que, de frente a un fenómeno que es intergeneracional va a tener que convertirse en una política de estado de hierro para que cualquier medida económica pueda surtir algún efecto en el futuro.
Mientras tanto, a la "juventud maravillosa" de los' 70 que terminó de ganar la batalla cultural propuesta al actuar en el gobierno que deja el poder el 10 de Diciembre, ¡felicitaciones!
Ellos lograron que estemos totalmente integrados a Latinoamérica. Lástima que Latinoamérica se encuentre ahora en otra cosa.
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