PANORAMA / SECRETARIO GENERAL DE LA ONU
por FRANCESCO PELOSO
CIUDAD DEL VATICANO (Vatican Insider). António Guterres, portugués de 67 años, socialista, católico practicante y ex primer ministro (de 1995 a 2002), será el próximo Secretario general de las Naciones Unidas.
Su nombre fue elegido por unanimidad y por aclamación en la sexta vocación informal de los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Todavía falta un paso para esta decisión que ya se considera formal: la ratificación por parte de la Asamblea General.
Sin embargo, el acuerdo que encontraron Rusia y los Estados Unidos, en primer lugar, sobre el nombre (el nombramiento había sido anunciado con los de los representantes de los dos países, Samantha Power y Vitaly Churkin), es en sí mismo un hecho de enorme relevancia política en un periodo en el que la comunidad internacional parece incapaz de ponerse de acuerdo.
Así, según el programa, desde el primero de enero de 2017 comenzará sus funciones.
Se le reconocen varias dotes, como la integridad moral, el conocimiento de los escenarios internacionales, la capacidad para intermediar, la voluntad de reformar y dar más poder a las Naciones Unidas, la atención por los pobres y por los derechos humanos.
Pero hay un hecho que no es para nada secundario: Guterres fue durante 10 años (de 2005 a 2015) alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, tema al que ha dedicado una parte significativa del propio compromiso internacional.
El 6 de diciembre de 2013 fue recibido por Papa Francisco en una audiencia. Al final de aquel encuentro dijo, entre otras cosas: «La Iglesia católica siempre ha sido una voz muy importante en la defensa de los refugiados y de los migrantes. Una voz de tolerancia, de respeto de las diversidades en un mundo indiferente, cuando no hostil hacia todo lo que es extranjero».
«Tanto en Europa como en los países en vías de desarrollo —añadió— hay una nueva erupción de xenofobia.Papa Francisco no solo indica cuál debe ser la doctrina correcta para la comunidad cristiana, sino que es un testimonio personal. Además de las posiciones, de la exhortación apostólica "Evangelii gaudium”, el eco más fuerte ha sido sin duda su visita a Lampedusa, en donde habló con los que han sufrido en sus países, como Siria o Eritrea, y han sufrido nuevamente al llegar a Europa».
«Y luego —recordaba Guterres—, la visita al Centro para refugiados Astalli de los jesuitas en Roma. Es un compromiso personal que amplifica su voz, le da otro significado, otra fuerza. Y para todos nosotros, que luchamos por los derechos de los refugiados, es un enorme apoyo y estímulo».
Papa Francisco tendrá, pues, un interlocutor de altísimo nivel en uno de los temas que más le interesan, el de las migraciones, los prófugos que dejan sus países debido a guerras, persecuciones, desastres ambientales, pobreza e injusticias.
Es más, se puede decir que en los últimos 10 años ha sido justamente este el terreno en el que ha medido sus capacidades el próximo Secretario general de la ONU.
Guterres, mientras guió el Alto Comisionado para los Refugiados, redujo un tercio del personal burocrático y administrativo de la sede de Ginebra, otorgando mayores recursos a los hombres en el campo. Claro, tuvo que ocuparse de crisis particularmente arduas, como la crisis de Siria o de Afganistán, la fuga de las poblaciones del África subsahariana.
Y en estos territorios, a menudo bajo el control de gobiernos autoritarios, milicias, grupos armados de varias naturalezas, las diferentes agencias de la ONU encuentran dificultades y problemas para socorrer a la población civil.
Su nombramiento por aclamación fue recibida por el embajador de Rusia en las Naciones Unidas, Vitaly Churkin, como «un momento histórico» por el alcance del consenso. Le espera ahora un trabajo que no será simple: el tema migratorio y las crisis humanitarias, políticas y militares que lo acompañan, son una de las prioridades no impostergables de las que tendrá que ocuparse.
«Mi agradecimiento —dijo Guterres después de haberse enterado del nombramiento— va al Consejo de Seguridad por su confianza, pero también a la Asamblea general y a los estados miembros por el proceso de selección abierto y transparente» ; después se dijo «conmovido al ver la unidad del órgano de la ONU», pero también se definió como «un constructor de puentes», expresión que recuerda el magisterio de Francisco. «Unidad y consenso son absolutamente indispensables para que el Consejo de seguridad afronte los desafíos de nuestro tiempo —prosiguió—, pero se necesita humildad para reconocer los desafíos de hoy y para servir a los pueblos, sobre todo a los más vulnerables, como las víctimas de los conflictos y de la pobreza».
La relación entre la Santa Sede y las Naciones Unidas siempre ha sido sólida, y particularmente con Papa Francisco se han encontrado puntos de acuerdo muy significativos. Con Ban Ki-moon, el Secretario sudcoreano que dejará la ONU, el Vaticano ha trabajado sobre el tema ambiental; Ban le pidió al Papa que apoyara el acuerdo mundial de París (Cop21) en contra de las emisiones de contaminación (acuerdo que se alcanzó en diciembre de 2015), y Francisco, por su parte, ha desarrollado, mediante la encíclica «Laudato si’», una visión humanista y cristiana de la globalización, con referencias científicas y económicas, que se ha convertido en un texto de referencia para todos los que están comprometidos en la defensa del medio ambiente y en el cuidado de la «casa común».
Por otra parte, Bergoglio, en septiembre de 2015, durante su intervención en las Naciones Unidas, recordó la causa de la reforma del funcionamiento de las Naciones Unidas, cuyos mecanismos de voto y de toma de decisiones habían entrado en una fase de estancamiento. El mismo Guterres fue elegido también con la esperanza de que logre sacar adelante el proceso de reforma en el organismo.
«La experiencia de estos 70 años —dijo Bergoglio en esa ocasión—, más allá de todo lo conseguido, muestra que la reforma y la adaptación a los tiempos siempre es necesaria, progresando hacia el objetivo último de conceder a todos los países, sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones».
«Esta necesidad de una mayor equidad —añadió—, vale especialmente para los cuerpos con efectiva capacidad ejecutiva, como es el caso del Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas».
Una visión clara, que proponía unir la exigencia de una mayor capacidad en la toma de decisiones con un nuevo equilibrio entre las súper potencias y los países menos desarrollados.
Guterres fue militante, cuando era joven, en las organizaciones católicas universitarias y después en las organizaciones socialistas, vivió la Revolución de los claveles» en 1974, que marcó el fin de la dictadura salazarista y la vuelta a la democracia; también colaboró con Mario Soares, uno de los líderes históricos de Portugal y del socialismo en el país.
Su nombramiento, además, vuelve a llevar a la cúpula de las Naciones Unidas a Europa: el último Secretario general del viejo continente (1971-1982) fue Kurt Waldheim, austriaco, quien fue, como se supo después, un oficial nazi.
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