Alberto PONCE |
En una breve audiencia desarrollada este mediodía, los miembros del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 8 de Lomas de Zamora, Nicolás Amoroso, Alejandro Sgarlatta y Gustavo Ramilo, decidieron por unanimidad condenar a Alberto Ponce (42) al considerarlo culpable del delito de "homicidio doblemente calificado por ser la víctima conviviente del imputado y por violencia de género".
La sentencia fue presenciada por una treintena de familiares y allegados a Leiva (38), que vestían remeras blancas con la imagen de la víctima y portaban carteles con la consigna "NI UNA MENOS".
Al escuchar que el fallo era condenatorio todos ellos estallaron en un fuerte aplauso, a excepción de la madre de la víctima, que sufrió una descompensación y debió ser socorrida minutos después por una enfermera que la sacó de la sala en silla de ruedas.
Ponce, quien sólo estuvo acompañado por su madre y una hermana, escuchó el veredicto en silencio y cubriéndose la cara con las manos, con la intención de evitar que los fotógrafos y camarógrafos de distintos medios acreditados en la sala pudieran capturar su imagen.
"No es una sentencia ejemplificadora, sino la pena correspondiente para lo que hizo esta persona entre comillas", dijo tras el fallo el abogado que representó durante el juicio a la familia de Leiva, Jorge Monastersky. Este letrado, al igual que el fiscal del juicio, Pablo Pando, había solicitado en su alegato que Ponce fuera condenado, como ocurrió, a la pena máxima del Código penal.
Las partes acusadoras habían valorado las declaraciones del propio imputado, quien en el juicio admitió haber ocultado el cadáver, aunque aclaró que no recordaba haberla matado. Monastersky calificó de "novelesca" la actitud de Ponce durante su indagatoria, porque manifestó que no tenía memoria del femicidio pero sí de "que un cuerpo, una voz lo atacaba".
"Entendemos que tenía plena conciencia de los hechos y del dominio de los hechos. Las psicólogas dijeron que tenía plena conciencia y que era una persona que no le importaba matar con tal de satisfacer sus propias necesidades", dijo el abogado. Monastersky consideró que la personalidad de Ponce quedó expuesta cuando Leiva se convirtió para él en un "obstáculo" por lo que "decidió no solamente matarla sino ocultar el cuerpo".
En el mismo sentido se expresó la hermana de Susana y particular damnificada, de nombre Angelina, quien dijo que sentía "mucho dolor" y pidió que "la Justicia divina se encargue" de Ponce. "Hoy puedo decir que creo en la Justicia divina y creo en la Justicia del hombre", dijo satisfecha Angelina, y luego relató que su hermana le había contado "que estaba decidida a separarse" por "los maltratos psicológicos" a los que la sometía su pareja y que estaba "segura que ahí él tomó la decisión de matarla".
El hecho ventilado en el debate comenzó a investigarse el 20 de julio de 2013, cuando Ponce denunció ante la Policía la desaparición de Leiva de la casa situada Blanco Encalada 245, de Temperley, en la zona sur del conurbano, donde convivían junto a su bebé de 18 meses y un hijo de ella producto de una relación anterior.
A partir de esa denuncia comenzó la búsqueda de Leiva aunque su familia sospechó desde el inicio que la desaparición podía relacionarse con su situación sentimental con Ponce. El 24 de julio, la Policía allanó la casa de la pareja en Temperley y encontró el cadáver de la mujer en el pozo ciego del inmueble.
Al momento del hallazgo, Ponce no se hallaba en la vivienda, por lo que comenzó a ser buscado por los investigadores que horas después lo detuvieron en el barrio porteño de Constitución.
En tanto, los resultados de la autopsia al cuerpo de Leiva determinaron que la mujer murió entre la noche del 18 de julio y la madrugada del 19, por estrangulamiento manual y que también recibió cuatro puntazos en el abdomen, golpes en el rostro y quemaduras de cigarrillo en la espalda. (Télam)
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