jueves, 18 de diciembre de 2014

PARA EL VATICANO, FUE CLAVE LA LIBERACIÓN DE ALAN GROSS

AGENCIA / PANORAMA - OPINIÓN



por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ 

CIUDAD DEL VATICANO (Vatican Insider). Un mediador silencioso. Un agente de pacificación y una figura con la suficiente autoridad moral como para acercar las posiciones de dos adversarios de siempre. Ese fue el papel que jugó el papa Francisco en las negociaciones que llevaron al histórico acuerdo para la normalización de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, anunciado este miércoles. Un rol que habría sido imposible sin el trabajo de la diplomacia vaticana y sin las semillas sembradas por sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI.



Mientras en Washington y en La Habana los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaban al mundo una noticia que cambiará la actual relación de fuerzas en el campo internacional; en Roma, la Secretaría de Estado de la Santa Sede publicitó las gestiones realizadas Jorge Mario Bergoglio para facilitar la solución final.

“El santo padre se complace vivamente por la histórica decisión de los gobiernos de los Estados Unidos de América y de Cuba de establecer relaciones diplomáticas, con el fin de superar, por el interés de los respectivos ciudadanos, las dificultades que han marcado su historia reciente”, indicó una nota de la oficina de política interior y exterior del Vaticano.

También dio a conocer que “en el curso de los últimos meses”, Francisco le escribió cartas a los mandatarios: cubano Raúl Castro y estadounidense, Barack Obama, “invitándoles a resolver cuestiones humanitarias de común interés” como “la situación de algunos detenidos” para “dar inicio a una nueva fase de las relaciones entre las dos partes”. Se trata de la liberación del contratista estadounidense Alan Gross, quien llevaba cinco años detenido en la isla y que regresó a su país este miércoles (17/12).

Finalmente, el establecimiento de las relaciones bilaterales se concretó gracias a la excarcelación de Gross y otro ciudadano de Estados Unidos a cambio de otros tres agentes cubanos, también restituidos. Y en el diálogo por este intercambio la sede apostólica tuvo mucho que ver.

Por ese tema delegaciones de ambos países fueron recibidas en el Vaticano en octubre pasado. Un encuentro mantenido en estricta reserva. Según la Secretaría de Estado, con ese gesto la Santa Sede “quiso ofrecer sus buenos oficios para favorecer un diálogo constructivo sobre temas delicados, del que han surgido soluciones satisfactorias para ambas partes”.

“La Santa Sede continuará apoyando las iniciativas que las dos naciones emprenderán para acrecentar sus relaciones bilaterales y favorecer el bienestar de sus respectivos ciudadanos”, añadió en su nota. Este mismo miércoles tanto Obama como Castro habían agradecieron la participación del Papa Francisco como intermediario en las negociaciones. “Quiero agradecer y reconocer la intervención del Vaticano y muy especialmente de Francisco en el mejoramiento de las relaciones entre ambos países”, dijo Raúl Castro durante una conferencia de prensa transmitida en cadena nacional.

La mediación papal se convirtió un episodio que quedará plasmado en la historia de la diplomacia vaticana. Su éxito lo hace sólo comparable a la intervención de Juan Pablo II en el conflicto por el Canal del Beagle, que evitó la guerra entre Argentina y Chile en 1979 y concluyó con un “Tratado de paz y amistad” firmado por ambas partes en cinco años después.

Este resultado tampoco habría sido posible sin los viajes de Juan Pablo II y Benedicto XVI a Cuba. El primero tuvo lugar en 1998 y de él se recuerda la frase de Wojtyla: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.

En ella quedó resumida una voluntad de transformación identificada por el pontífice en el corazón de los habitantes de la isla. En los años posteriores, no sin pocas dificultades, la Iglesia fue recuperando algunos espacios de los muchos perdidos en el país a causa del régimen comunista.

Este acercamiento se reforzó con el viaje apostólico de Benedicto XVI a la isla, en marzo de 2012. Luego de su visita el gobierno cubano concedió el reconocimiento del Viernes Santo como feriado nacional, como lo había solicitado Ratzinger quien, entre otras cosas, se había reunido con el retirado Fidel Castro.

 Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se encontraban interrumpidas desde 1961, cuando se rompieron los contactos en medio de la Guerra Fría y un acercamiento de la isla caribeña a la Unión Soviética.

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