INFORME / MEDIO AMBIENTE
¿Veremos un mundo que no depende de quemar petróleo en diez años? Parece una utopía, pero es factible según un estudio británico.
La dependencia en todo el planeta de la quema de combustibles fósiles para generar energía podría dejar de ser una realidad en solo una década, si se lleva a cabo un esfuerzo de colaboración multidisciplinar, según asegura un estudio llevado a cabo en el Reino Unido.
Benjamin Sovacool, director del Grupo de Energía de la Universidad de Sussex, cree que la próxima gran revolución energética podría producirse en mucho menos tiempo del previsto respecto a otros cambios importantes que se produjeron en el pasado.
En un artículo publicado en la revista Energy Research & Social Science, Sovacool analiza las transiciones energéticas que se han dado a lo largo de la historia y sostiene que mirar solo al pasado puede pintar un panorama excesivamente sombrío que no tiene necesariamente que volver a repetirse.
Este experto indica que, por ejemplo, Europa tardó entre 96 y 190 años en pasar de la madera al carbón, mientras que la electricidad solo necesitó de 47 a 69 años para abrirse paso e imponerse como combustible habitual de la vida cotidiana.
Siguiendo este razonamiento, Sovacool cree que el futuro podría ser diferente porque la escasez de recursos, la amenaza del cambio climático, la mejora tecnológica y la innovación podrían acelerar un cambio global hacia un futuro energético más limpio.
Y menciona algunos ejemplos de transiciones energéticas rápidas que suelen ser pasadas por alto por los analistas.
Por ejemplo, la provincia de Ontario (Canadá) completó su proceso de abandono del carbón entre 2003 y 2014, Indonesia necesitó sólo tres años para que dos tercios de la población pasara de las estufas de querosen o a las de de gas licuado del petróleo y el suministro de electricidad con energía nuclear en Francia pasó del 4 al 40% entre 1970 y 1982.
Para Sovacool, todos estos casos tienen en común una importante intervención del gobierno junto con cambios en el comportamiento de los consumidores, a menudo impulsados por incentivos y por presiones de grupos de interés.
Por eso cree que la opinión dominante de que las transiciones energéticas son largas y que necesitan décadas o siglos para llevarse a cabo no siempre se cumple en la realidad.
Eso sí, poder pasar a un nuevo sistema de energía más limpio requeriría cambios importantes en la tecnología, nuevas regulaciones políticas, en las tarifas y en el comportamiento de los usuarios.
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