POLÍTICA / OPINIÓN
-por JOAQUÍN MORALES SOLÁ / LA NACIÓN
La justicia confirmó por primera vez que una campaña electoral para elegir presidente de la Nación fue financiada por el narcotráfico.
Tres ex jefes de Gabinete de Cristina Kirchner fueron procesados por delitos de corrupción en complicidad con otro sistema mafioso, el de la AFA. Una epidemia de pánico se abatió sobre presos por corrupción o narcotráfico. Temen ser asesinados en cárceles argentinas antes de que puedan hablar delante de los jueces.
Esa catarsis de viejas corruptelas ha puesto al descubierto un submundo de la política que se intuía, pero que nadie previó en su verdadera dimensión. Lázaro Báez, José López e Ibar Pérez Corradi son los presos más iridiscentes que corporizan ese submundo.
El inmenso escándalo en el que se hunde el peronismo está provocando, a su vez, profundas revoluciones en el partido que fundó Perón. Cristina Kirchner, quien, según fuentes seguras, está fuera de quicio, ya se limita sólo a defender la línea familiar.
Pérez Corradi es el que está más cerca de soltar la lengua delante de la Justicia. Sabe que una condena a cadena perpetua lo aguarda en la Argentina por el triple crimen de General Rodríguez. Sólo la condición de arrepentido ante jueces y fiscales podría mermar, en algo al menos, el tamaño de la pena.
Información en poder de la justicia argentina sostiene que Pérez Corradi confirmó en su prisión de Paraguay las afirmaciones que hizo aquí Martín Lanatta, uno de los prófugos de enero de la cárcel de General Alvear.
Lanatta repitió varias veces que el verdadero jefe de todos ellos, incluido Pérez Corradi, era el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández. Incluso, Pérez Corradi coincidió con Lanatta en que la fuga de éste y de su hermano Cristian junto con Víctor Schillaci fue facilitada con el propósito de asesinarlos posteriormente.
Los Lanatta y los Schillaci son, para la justicia argentina, los autores materiales del triple crimen. Pérez Corradi es el autor intelectual.
Todos ellos estaban vinculados con el tráfico de efedrina, que consistía en la importación masiva de esa droga y su posterior contrabandeo hacia el cartel mexicano de narcotraficantes liderado por "el Chapo" Guzmán.
La justicia bonaerense, que es la que los juzgó por el crimen de General Rodríguez, llegó hasta Pérez Corradi, aunque su condición de prófugo impidió que se tocara a los funcionarios con poder entonces. La importación de efedrina requiere, por su uso en la fabricación de metanfetamina, de una autorización especial del Gobierno.
Es decir, no pudo haber contrabando de efedrina sin la complicidad del gobierno kirchnerista, que aumentó exponencialmente las aprobaciones para la importación de esa droga. Ahora, Pérez Corradi es un caso federal y, por lo tanto, podría delatar a sus cómplices en el antiguo régimen.
Pérez Corradi aparece también en la sentencia del juez Ariel Lijo, que procesó a varios ex funcionarios kirchneristas por el financiamiento ilegal de la campaña electoral de 2007 que convirtió en presidenta a Cristina Kirchner.
"Existen indicios de que el dinero vino de carteles de droga de México", escribió el juez en su fallo. Aunque tardío, lo cierto es que nunca antes la Justicia había dicho de manera tan clara que una campaña electoral fue financiada, en parte al menos, por el narcotráfico.
De hecho, procesó también a Solange Bellone, esposa de Sebastián Forza, uno de los tres asesinados en General Rodríguez y presidenta de una empresa que aportó a la campaña. Forza era uno de los importadores de efedrina, que le habría sacado el negocio a Pérez Corradi.
La traición motivó su condena a muerte (junto con sus cómplices Damián Ferrón y Leopoldo Bina) por parte de Pérez Corradi. En la gris cárcel de Paraguay, Pérez Corradi asegura ahora que Aníbal Fernández era el verdadero cerebro.
En la cárcel de Ezeiza, Lázaro Báez y José López están a punto de correr una carrera para ver quién llega primero a la puerta del arrepentido. El delito por el que se enriquecieron es el mismo (la obra pública) y por lo tanto sólo vale el primer arrepentido.
Ex funcionarios kirchneristas apuestan a que esa carrera la ganará José López. "Tiene una personalidad difícil, siente un viejo rencor por Julio De Vido y, encima, ahora éste se desprende de él. No tiene ningún motivo para callarse", aseguran.
Pero las complicaciones judiciales de todos los hijos de Báez en las últimas horas podría acelerar la carrera de éste hacia la condición de arrepentido. Báez tiene un problema: no quiere arreglar con el juez Sebastián Casanello, con quien dice que estuvo vinculado de la peor manera durante dos años.
Lo hacía en nombre de él y de Cristina Kirchner. La afirmación tiene que probarse y las pruebas son difíciles, si no imposibles, en el terreno del que habla Báez. La otra aseveración del preso de Ezeiza es que se cruzó con Casanello en la quinta de Olivos, cuando el magistrado esperaba para verse con la ex presidenta.
Esta denuncia podría probarse, aunque tampoco será un trámite fácil.
La caída de José López a los pies de un convento de General Rodríguez (¿por qué en ese lugar suceden todas las tragedias del kirchnerismo?) ocurrió cuatro días después de una reunión del cristinismo puro en plena conspiración.
Estaban el infaltable Luis D'Elía; Fernando Esteche, jefe del violento Quebracho; Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda (suele convocar a asambleas con el lema "Fuera Macri"), y Gabriel Mariotto, ex titular de la Afsca y ex vicegobernador de Daniel Scioli.
El encuentro fue una comida en el restaurante El casal de Cataluña. No fue sólo una reunión social. Todos ellos (más el intendente de Berazategui, Patricio Mussi, que no estaba esa noche) forman un subgrupo cristinista furiosamente antimacrista que todavía está en acción.
Antes del caso de José López, se proponía desestabilizar el conurbano movilizando a la gente hacia los supermercados. La pólvora se mojó después de que José López cayera con nueve millones de dólares en sus manos.
Las conjuras de esa secta son el extremo opuesto de lo que sucede en el peronismo. El revoleo de dólares de José López provocó un efecto dominó que dejó al cristinismo como una bancada casi insignificante en la Cámara de Diputados, donde hasta hace seis meses gobernó a sus anchas.
Una revolución sorda, inquieta y persistente está llegando hasta el presidente del PJ, José Luis Gioja, porque éste votó el miércoles contra el proyecto de sacarle a De Vido los fueros para que la Justicia allanara su casa. Fue una votación simbólica más que práctica.
Después de un mes de debate sobre si ese allanamiento se haría o no, es probable que De Vido haya sacado de su casa hasta las fotos de Néstor y Cristina Kirchner.
"Nos equivocamos con Gioja", tronó el jueves uno de los dirigentes peronistas que más trabajaron para ungirlo presidente del partido.
Gioja admite en la intimidad todos los argumentos de los rebeldes, pero asegura que su misión es unir a los peronistas de cualquier laya. Ése es el punto de desacuerdo insalvable con el resto del peronismo. Gran parte del justicialismo sostiene que sin una renovación de dirigentes y de prácticas el peronismo no volverá al poder durante 15 años.
"Juntar a La Cámpora con Urtubey o con Massa es como si en los 80 Cafiero hubiera hecho una lista de unidad con Herminio Iglesias", explica uno de los rebeldes. Hubiera sido una lista inútil y perdidosa.
¿Quiénes forman parte de la revolución? Los gobernadores nuevos: Domingo Peppo, de Chaco; Gustavo Bordet, de Entre Ríos; Juan Manzur, de Tucumán, y Juan Manuel Urubey, de Salta. También los acompaña el de San Juan, Sergio Uñac, aunque con más prudencia; él fue vicegobernador de Gioja y es su sucesor.
El movimiento renovador se completa con varios intendentes del conurbano, liderados por Martín Insaurralde, Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta.
Tratan de tomar distancia de los José López y los Aníbal Fernández de este mundo en un intento, vano o no, de que su partido se escape de las comisarías.
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