SUELOS / TEMAS ESPECIALES
La social y ambientalmente devastadora historia de los monocultivos no es para nada reciente en nuestra América.
Tal es así, que lleva casi tanto tiempo en el continente como sus “descubridores” europeos.
Si bien indudablemente el móvil que llevó a la conquista del continente americano en un principio fue la abundancia del oro y la plata, en su segundo viaje Colón trajo consigo algunas raíces de caña de azúcar y las plantó en una isla de Centroamérica.
Mala suerte para nuestro continente, la riqueza y fertilidad de la tierra hicieron que tan codiciado elemento brotara y se multiplicara rápidamente.
Durante los tres siguientes siglos, el cultivo se expandió como una mancha de aceite cubriendo rápidamente otras islas y desembarcó el continente, tomando la costa peruana y el nordeste de Brasil.
El preparado de los terrenos, plantado, cosecha y transporte de la caña, demandaba gran cantidad de mano de obra que en los comienzos era autoabastecida con los conquistados pueblos indígenas, pero pronto las muertes por las condiciones infrahumanas de vida que se les daban hicieron necesario traer mano de obra esclava desde el África.
La producción extensiva de la caña de azúcar comía con voraces incendios bosques enteros, extinguiendo a su paso toda diversidad biológica existente.
Tierras que durante muchos miles de años habían sido fértiles y ricas en minerales, se convertían en suelos gastados y semidesérticos a medida que el “oro blanco” -que entre tanto producía fabulosas ganancias a Holanda, Inglaterra, Francia y Portugal- extendía sus dominios con una marcha ambientalmente catastrófica.
El elevado precio de esta primera experiencia con los monocultivos, aun hoy -cientos de años más tarde- sigue siendo pagado con la penosa miseria de los herederos forzosos de su fatal depredación.
El Rey Azúcar tuvo una hija que con perfeccionada tiranía, supo adaptarse a los tiempos modernos, utiliza el marketing a través de sus medios de comunicación y los adelantos tecnológicos de una subordinada ciencia, su nombre es Soja.
La historia se repite ante nuestras narices y si no la detenemos las consecuencias tanto ambientales como sociales pueden ser aun peores que con su predecesor.
Son los monocultivos, las patentes, la depredación de los recursos naturales y otros temas no menos importantes, los que hacen a la soberanía alimentaria que planteamos como necesaria para nuestros pueblos.
Y son estos mismos temas los que los gobiernos de los países “desarrollados” y las multinacionales de la alimentación están
intentando imponernos a través de tratados de libre comercio como el ALCA, el TLC, el TLCAN y tantos otros.
Son esas cosas tan grandes que no las podemos ver en su completa dimensión, las que deterioran el presente y destruyen el futuro de nuestros pueblos.
Por Ricardo Natalichio
Director
www.EcoPortal.net
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