Foto: LA NACIÓN |
Diego Rodríguez quedó en el centro de las miradas por un penal desperdiciado y un error ante un débil remate de Balanta, de Santa Fe, que se impuso por 1 a 0 en Avellaneda; el Rojo no ofreció el juego de los últimos partidos y pagó los errores.
ANDRÉS VÁZQUEZ - PARA LA NACION
Los sueños de Independiente en la Copa Sudamericana recibieron un duro golpe. A pesar de que hubo un ambiente desbordante de pasión, las consecuencias le resultaron frustrantes. Empezó como una fiesta, se terminó en un mutismo general.
Que las miradas se hayan concentrado en la figura de Diego Rodríguez es todo un indicio de lo que se vivió en Avellaneda, donde el arquero desperdició un penal y luego regaló el palo en el tanto de Santa Fe, que se impuso por 1-0 en el primer partido de los cuartos de final.
Con el paso altivo que traía de los últimos compromisos, Independiente había refrescado su idea de juego. Todo indicaba que a los colombianos les iba a costar desautorizar aquella presunción. Pero pudieron. En parte ayudados por los errores de los Rojos, pero también por una interesante intención de buscar con prolijidad y aplicación.
El deseo de Independiente duró poco en pie. Es que los jugadores lograron valerse del empuje del público (siempre presente) sólo en los primeros minutos: se mostraron dinámicos, con ganas de atacar y superar al rival, no sólo con voluntad y esfuerzo, pero...
En los primeros 45 minutos, a Independiente le sobraron ganas, pero le faltó claridad y profundidad en ataque. Vera, por momentos, se retrasó demasiado y todas sus buenas intenciones conspiraron contra el despliegue y la conducción de Mancuello, que no tuvo un buen primer tiempo.
Todo el buen trabajo de presión y manejo de pelota por parte del Rojo se diluyó... Lo mas claro del equipo fue un disparo de Vera, tras una jugada preparada de Mancuello -de flojo rendimiento- y el penal errado de Rodríguez (luego de una falta de Mina a Lucero).
Con el transcurrir de los minutos, después del penal atajado por Robinson Zapata, el equipo colombiano comenzó a ganar confianza y hasta tuvo alguna aproximación de peligro. Lo mejor de Independiente en el primer tiempo fue la movilidad de Vera y las subidas constante de Tagliafico y Trejo.
Colectivamente tuvo 20 minutos de buen nivel, pero después del penal atajado por Zapata mermó el ritmo y dejó crecer a los colombianos. Seijas y Quiñones fueron los más punzantes del conjunto visitante.
Cuando Independiente estaba decidido a quebrar el marcador, una guapeada de Balanta silenció al estadio Libertadores de América. Y el arquero Rodríguez tuvo una cuota de responsabilidad al dejar filtrar el débil remate del defensor colombiano en el primer palo.
La presión alta y el manejo de la pelota no fueron suficientes para vulnerar a una defensa colombiana muy limitada. El equipo de Avellaneda volvió a sentir el rigor de una noche en la que la felicidad le da la espalda.
El verdugo de turno fue Santa Fe, que lo superó inobjetablemente en los 90 minutos. Las razones fueron claras y el conjunto colombiano las expuso desde que Rodríguez erró el penal. Fue más sólido, tuvo mayor decisión y recursos que su rival para buscar el negocio del gol de visitante y no cometió los graves errores colectivos.
Apenas el árbitro Wilton Sampaio marcó el final del partido, los jugadores de Independiente bajaron las cabezas y sólo las levantaron para saludar desde la mitad de la cancha a los hinchas que colmaron el estadio. Los rostros lo decían todo. La reacción fue con silencio, caras largas y, sobre todo, con impotencia. (www.lanacion.com.ar)
No hay comentarios:
Publicar un comentario