FÚTBOL / ESPAÑA
Barcelona ganó la Copa del Rey al Sevilla (2-0) en un partido agónico, con la expulsión de Javier Mascherano en la primera parte, la de Éver Banega en el minuto 90 y con un gol en la prórroga de Jordi Alba que, junto a otro de Neymar, sellaron un partido inmenso de Iniesta y Piqué, protagonistas absolutos del título que dio un doblete al cuadro azulgrana.
La ausencia de buen fútbol se compensó con el buen nivel de ambos equipos. Aunque el dato de los primeros 45 minutos es relevante, con sólo dos tiros a puerta en toda el acto inicial, sí que hubo nivel.
Y es que Sevilla y Barcelona no son cualquier cosa. Son los campeones de la Europa League y de la Liga, respectivamente. Eso no lo consigue un don nadie.
Emery, ante la baja por sanción de Steven N'Zonzi, acertó retrasando a Éver Banega. A un paso de marcharse al Inter de Milán, el argentino dio un recital durante un gran tramo del partido. Es mucho mejor con más visión de campo.
Manejando los tiempos, con pases casi siempre acertados, aporta más que actuando como una especie de mediapunta.
Con Banega intratable, el Barcelona sólo encontró la inspiración en Andrés Iniesta, que está en un estado de forma salvaje a menos de un mes del inicio de la Eurocopa.
Los únicos momentos brillantes del equipo de Luis Enrique al principio los protagonizó él. Suyo fue un pase a Luis Suárez magnífico, pero el uruguayo no aprovechó un resbalón de Rami para batir a Sergio Rico.
Kevin Gameiro protagonizó la jugada que marcó el partido.
Ya en los primeros minutos anticipó lo que iba a pasar en una jugada sin trascendencia en la que se marchó por velocidad de Javier Mascherano, que a falta de diez minutos fue expulsado por agarrar al delantero sevillista cuando, de nuevo, se vio superado otra vez a la carrera.
Y es que tras la expulsión de Mascherano, llegó la lesión de Luis Suarez. El artífice del título de Liga desapareció del choque por un tirón muscular cuando quedaban 33 minutos. Rafinha salió al campo y, ahora sí, comenzó el acoso final sevillista.
El equipo de Luis Enrique se encomendó a Gerard Piqué, inmenso toda la noche. El central despejó todo lo que llegó al área de Ter Stegen. Fue un muro de hormigón infranqueable. Él solo se bastó para sostener al Barcelona.
La solidez de Piqué desesperó al Sevilla, que pese a su superioridad, no consiguió rematar a portería desde el disparo al palo de Banega.
Los minutos fueron pasando e Iniesta, que estaba escribiendo su propia crónica estratosférica, provocó la expulsión de Banega en el minuto 90 y el partido volvió al principio, pero esta vez con una prórroga por delante.
El Sevilla perdió su oportunidad. Perdonó casi todo un periodo con un jugador más y lo pagó. Tardo en venirse abajo lo que tardó Messi en aparecer casi por primera vez con un pase de ensueño a Jordi Alba, que entró por la izquierda como una moto para batir a Sergio Rico a los seis minutos de la prórroga.
El golpe fue durísimo para los hombres de Emery. Ya no se levantaron. Pudieron hasta recibir más goles, pero Sergio Rico lo evitó con varios paradones. El segundo llegó por medio de Neymar, pero fue testimonial.
La Copa es de Piqué y de Iniesta. La inmensidad de ambos en un choque lleno de incidentes (hasta se lesionó el árbitro), encumbró al Barcelona. (www.libero-pe)
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