Convocadas por el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, tras una histórica intervención extraordinaria de Madrid en Catalunya, quitándole temporalmente la autonomía, los comicios suponen una prueba para el movimiento secesionista tras la declaración unilateral de independencia de octubre, que provocó la mayor crisis institucional en décadas.
Los sondeos vislumbran dificultades para renovar la mayoría secesionista en la que los dirigentes catalanes se apoyaron los últimos 2 años para avanzar con su hoja de ruta hacia la independencia, contraria a los intereses de Madrid.
Desde antes de que abrieran los colegios electorales a las 09:00 hora local, decenas de ciudadanos hacían cola en algunos centros para depositar su voto en una jornada electoral en día laborable para la que se prevé una participación histórica.
En la región, una participación superior al 80% podría incrementar el voto rechazo a la independencia (y favorable a la permanencia en España, expresado en el sufragio por Ciudadanos) respecto a lo que ocurrió en 2015.
Pero es clave para el gobierno de Madrid que el soberanismo no supere en su conjunto el 45% de los votos. Esa es la línea roja que separa el éxito del fracaso para el independentismo.
Por ahora, son mayoría las encuestas que otorgan a la suma de los partidos independistas (ERC, JxCat y CUP) un porcentaje superior a esa cuota de voto (aunque en algún caso sin la correspondiente mayoría absoluta en el Parlament: en 2015, con el 47,8% del voto, el independentismo logró 72 escaños; 4 por encima de la mayoría absoluta).
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