Sergio Berensztein
-Leí la nota suya, donde cita “Lo esencial es invisible a los ojos”, de El Principito, y plantea usted tres cuestiones. Uno los cambios en los poderes provinciales, que sobre el 11 de diciembre van a dar una República Argentina distinta, con más gobiernos locales diferentes; después los líos en el propio gallinero, por decir vulgarmente, los sectores K y los poderes sucios enfrentados; y tercero ese tema que viene hacia nosotros cada vez que hacen desastres, que es la economía.
-Exactamente. Lo que yo plantee en la columna del domingo pasado, es que más allá de los titulares, de los conflictos, de temas puntuales que conforman la agenda política, mediática, pública, yo veo que hay tres nudos conflictivos que son esos tres:
- la lucha por liderazgo,
- los problemas de las distorsiones económicas y, el más complicado de todos por lejos,
- los problemas vinculados a los servicios de inteligencia, que en la práctica lo que están generando en Argentina, junto con su reverberación en otros aspecto, en la justicia, en la política y demás, es una situación inédita de conflicto que obviamente sabemos cómo empezó pero no sabemos cómo va a terminar.
-Sobre esto, Sergio, quisiera una reflexión tuya, desde este punto. ¿Hay acá una suerte de maniobra para distraernos sobre inflación, que es uno de nuestros grandes problemas, y la relación con los poderes, que está totalmente distorsionada y la monarquía de baja intensidad, que se está yendo, y no se sabe cómo va a terminar? Parece cruel, pero voy a decirlo con los términos más brutales: ¿el crimen de Nisman nos quita el eje de las otras cosas que nos están pasando o es parte de lo que nos está pasando?
-Es parte de lo que está pasando. La muerte de Nisman tiene que ver precisamente con uno de estos tres núcleos conflictivos, con el desorden estrepitoso que tenemos en los servicios de Inteligencia. Esto no es nuevo, comenzó naturalmente con el realineamiento de Argentina, que se aleja de los países occidentales y se acerca al eje Irán, Rusia, Cuba, Venezuela. Y, obviamente, Nisman es víctima de estos cambios, en parte por su investigación en el caso AMIA, en parte por su cercanía con los servicios de inteligencia, y seguramente por cosas que somos hoy incapaces de entender hasta que se desclasifique mucha información y podamos tener todos los elementos de juicio y entender en profundidad lo que ocurrió. Pero, evidentemente, es una muerte que tiene mucho que ver con la causa AMIA, que tiene que ver con la denuncia que hizo Nisman, y esa denuncia en sí mismo ponía de manifiesto esta reacción de núcleos, de los sectores de inteligencia a partir de que había decidido la Presidenta.
-Permitime insistir. Esto, decís, es brutal. Es así. Pero sobre esto hay que cabalgar con lo siguiente: a nadie asombra que digamos que los sectores gremiales, aún los afines al gobierno, están discutiendo porcentual del 30% para equilibrar lo que se perdió en el 2014 y algunos piden un poco más para tratar de empatar el aluvión que se viene en el 2015. Lo que me pregunto es: ¿en qué país se puede estar conversando seriamente con una inflación que todos están aceptando que es de, por lo menos, el 30%?
-Es así. Hay acá una puja distributiva muy evidente. Estamos comenzando un proceso de negociaciones colectivas. Ya hay algunos parámetros que son públicos, ¿no? Alrededor del 30% es lo que buscan los principales sindicatos, que en realidad esconde un aumento un poquito mayor, porque ya hubo subas no remunerativas en la mayoría de los casos. Ahora, digamos, se superponen conflictos, ¿verdad? De la inflación o la puja distributivas con el de los servicios de inteligencia, y con la puja por el liderazgo, porque el gobierno sabe que para ser mínimamente competitivo tiene que mantener un nivel de consumo relativamente alto porque esta es una economía en la cual los votantes están esperando que se ajusten los salarios. No se puede sostener este nivel de atraso salarial en un año electoral.
-Dos reflexiones más te pediría. La primera referida a esto que se ha destapado. Es de verdad lo del submundo de la política partidaria y de los administradores de la cosa pública metidos con mafias y demás, lo que está en superficie. ¿Hay algún modo de reconducirnos después de esto que nos está pasando?
-Estoy empezando a analizar comparadamente algunos casos similares a los de Argentina. Por ejemplo, el de Perú, Vladimiro Montesinos, la caída de Alberto Fujimori. Algo parecido pasó en México en la década del '90, cuando hubo una reacción en contra de Carlos Salinas de Gortari. Procesos en los cuales se mezclaron también la justica, la política, servicios de inteligencia, donde hubo magnicidios. Y la verdad que son procesos muy difíciles, graduales, de ordenamiento de las fuerzas de seguridad, de los servicios de inteligencia. Acá hace falta gente realmente muy capacitada, mucho tiempo, muchos recursos, pero se puede resolver. Recordemos que Estados Unidos pasó algo parecido, desde mediados de la década del '50, hasta mediados de la década del '70, es un país que experimentó una ola de violencia política sin precedentes, con la muerte de un presidente, asesinato, los Kennedy, Martin Luther King, más el problema no menor de Watergate.
-¿Cuál ha sido el denominador común en esos procesos que señalás? Para salir, ¿no?
-Lo que hubo ahí fue un proceso de casi 10 años de reordenamiento de los servicios de inteligencia, sobre todo la CIA, que estuvo a cargo de una persona que, gracias al éxito en su gestión, fue vicepresidente dos veces.
-¿De quién se trata?
-De Bush.
-¿Bush padre?
-Claro. Estuvo en la CIA, ordenó ese gran marasmo en el cual había dejado Watergate a esta agencia. Y gracias a eso Estados Unidos salió de esa crisis, se recompuso, ganó la Guerra Fría y siguió el curso de la historia más conocida. Pero, insisto, fue vicepresidente dos veces, presidente una vez, su hijo también ganó elecciones. Es gente que amasó una cantidad de poder extraordinaria como consecuencia de ese éxito. En La Argentina va a implicar un gran desafío. Esto requiere obviamente un acuerdo multipartidario de qué hacer con los servicios de inteligencia, otorgar un mínimo de trasparencia. También esto implica repensar la justicia federal, porque los servicios de inteligencia se metieron en un área que no les compete originalmente, pero que implica obviamente ser auxiliar en la justica, las escuchas tienen que ver con eso. Aquí hace falta dotar a la justicia también de recursos para que no tengan que recurrir a los servicios de inteligencia a los efectos de llevar adelante investigaciones complejas. Y hay que decirlo, Bigote, acá hay sectores de los servicios de inteligencia, no todos, que tiene mucho que ver con ciertas actividades ilegales y fundamentalmente a redes de crimen organizado que incluyen, naturalmente, el narcotráfico. Así que, cuando uno analiza en contexto este problema, se pone de manifiesto que es tangente con algunos de los dilemas de gobernabilidad más importantes que tiene Argentina ahora, sobre todo el narcotráfico.
-Creo que esta realidad que estás describiendo te obligaría a cambiar el título. Porque todo eso que estás diciendo es visible a los ojos, y nos está matando.
-Tenés razón (risas).
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