lunes, 19 de octubre de 2015

DISCUSIONES Y REALIDAD

APe / NOTA DE OPINIÓN 


Por CARLOS DEL FRADE 

(APe).- -En Rosario hace 25 años que no hay campañas de prevención de adicciones. Tenemos una naturalización del consumo y por otro lado un gran silencio con respecto a este tema. No se habla de políticas de tratamiento y tampoco de políticas públicas de prevención. Hay también un gran silencio en las currículas educativas... En la ciudad no hay una red de contención para las adicciones. Cada institución, sea privada o pública, se maneja como puede – dijo el sacerdote Fabián Belay, responsable de la pastoral de drogadependencia del arzobispado rosarino en una nota periodística. 


Agregó que "la problemática de las adicciones está dentro de los barrios y los pibes que no acceden a instituciones para tratarse quedan fuera de los oficios y la escuela, y las redes institucionales no los absorben" y afirmó que “no hay una red de contención para las adicciones en Rosario. Cada institución, sea privada o civil, se va manejando como puede".

Los funcionarios del gobierno socialista que, justamente gobiernan la ex geografía obrera desde hace un cuarto de siglo, le dijeron que estaba equivocado.

Por lo bajo y no tan en silencio, los trabajadores de los centros de salud admiten que lo dicho por el sacerdote es verdad. Por múltiples razones pero es verdad.

Para Belay “un adicto es una persona enferma. El gran índice de violencia es cuando los pibes de los barrios consumen pastillas y alcohol. Con el tema fármacos hay una gran ausencia de control. Alguien que toma cocaína de clase baja está desinhibido y comete delitos. Los casos de mayor violencia son pibes que mezclaron pastillas y no se acuerdan de nada. No sucede tanto con la cocaína, salvo en consumo muy alto. Cuando se habla de violencia, parecería que se lo hace desprendido de las adicciones. Poner más policías en los barrios no es la solución.

Acá hay un problema sanitario, no sólo de seguridad. Si se saca la droga de la ciudad, desaparece la violencia. Esta es la realidad. Si en los barrios ponés un gabinete con un psicólogo y un trabajador social para 600 pibes donde todos necesitan atención, se puede hacer marketing de que estás haciendo algo, pero esa no es un presencia real y eficiente”, sostuvo.

En medio de esas discusiones entre sectores de la iglesia y funcionarios municipales, en los últimos días se conoció el fallo de un juez federal que entendió, por primera vez, que dos muchachos que vendían drogas en distintos bunkers eran, en realidad, víctimas.

Sus testimonios muestran la verdadera cara de una realidad que está mucho más allá de las discusiones.

-Los turnos son de doce horas, sin baño, amenazados que si salimos nos matan, sin comer ni tomar nada. No me pagaban a mí porque decían que yo les debía plata. Me acusaron de haberles robado tres mil pesos. Era mentira, fue otro pibe. Si durante el turno uno consumía algo de la mercadería se generaban deudas y te lo cobraban como si se lo vendieras a cualquiera…Siempre estuve en el bunker de Felipe Moré. Al arrancar el turno te daban una determinada cantidad de mercadería con el precio. Al finalizar el turno de ellos te sacaban la cuenta de lo que faltaba de mercadería y los fajos de miles y te tenía que dar exacta la diferencia. Si faltaba lo pagabas vos – dijo uno de los pibes, de nombre Darío.

Su hermano Fernando, agregó que con “la excusa de que mi hermano les debía plata, me llevaron a un búnker de barrio Godoy, cerca de una escuela con rejas verdes. Unos amigos y amigas me ayudaron a escapar de ahí, donde me pegaron muchos días…Del búnker no se puede salir, porque te tiran los que están afuera. Si hay problemas se les podía disparar a todos, menos a la policía…Los bunker no tienen piso, los turnos son de 12, 24 y 48 horas. No nos dejaban comida, agua, ni nada y no había salida al exterior. No tenés para sentarte ni acostarte. Todo el tiempo tenés que estar parado. Te sacan el celular y no te dan ninguno para comunicarte. La superficie era de dos por dos metros. Estábamos amenazados para seguir yendo. No nos pagaban y nos generaban deudas. Si uno consumía algo por 10 pesos te lo cobraban 100 pesos".

El juez federal de Rosario, Marcelo Bailaque, procesó a cuatro hombres acusados de trata de personas con fines de reducción a la servidumbre.

Más allá de las discusiones entre los factores de poder, la urgencia está en la existencia de los pibes en la ex ciudad obrera de Rosario.

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