APe / NOTA DE OPINIÓN
Por ALFREDO GRANDE
Dedicado a Agustina Marchetta, que sabía que la lucha verdadera siempre está comenzando
(APe).- En los lejanos tiempos del 2001, publiqué en una revista que se llamaba Enfoques Alternativos y dirigía Jorge Beinstein. Uno de los artículos fue: “Democracia restitutiva: del ritual al escrache”. Intenté hacer la diferencia entre la representación y la restitución. En la primera, lo presentado sigue presente en lo representado. Si bien cierto deslizamiento es frecuente, la distancia entre uno y otro no era absoluta.
Los grandes líderes que en el tiempo han sido, lograron que esa distancia fuera mínima, incluso se anulara. “Perón, sos el primer trabajador” es la síntesis de esa fusión de cualidad mítica y mística entre presentado y representado. Perón era el trabajador primero. Décadas después, Alfonsín era el padre de la democracia. Y serlo no es lo mismo que parecerlo, o insinuarlo, o sugerirlo, o semblantearlo. En el ser está la fusión. La absoluta unidad entre lo uno y lo múltiple, entre el líder y la masa. En democracia esta fusión es propiciada, incluso garantizada. Voten por mí, nada les faltará.
Las diversas apelaciones al diálogo, a la política del para todas y todos, el interés nacional, la ausencia de conflictos fundantes entre capitalistas y trabajadores, y otros ensueños de las repúblicas perdidas, intentar sostener contra viento, marea y muchas evidencias, que el representante es igual, similar, copia absoluta, imagen especular, del pueblo que lo elija.
Desde esta premisa, no es solamente necesario votar por intereses sino muy especialmente votar por deseo. La política debe enamorar. No es suficiente pensarla. Es prioritaria sentirla. Como el león sordo que interrumpe el concierto, debo intervenir. El enamoramiento es un momento psicótico en la vida de las personas. O sea: hay pérdida del juicio de realidad, ausencia de percepción y alteración de las sensaciones corporales. Freud señala: “no se enamoró porque es hermoso, sino que lo ve hermoso porque se enamoró”.
No había leído “La bella y la bestia” pero mucho sabía de las construcción subjetiva de los falsos ideales. Cuando la política nos enamora, estamos indefensos. Hacemos cualquier cosa que nos digan que hacemos, incluso votar a las diferentes bestias que se presentan al escrutinio, porque nuestra alma bella no piensa, pero siente con intensidad, que ése es el camino, la verdadera luz. Incluso es lo opuesto al posibilismo y a la real politik. El enamoramiento habilita todas las posilibidades. Sean realistas, pidan lo imposible, repetíamos los enamorados del mayo francés. Y se construye una “ideal politik” donde cualquier indicador de realidad, por ejemplo averiguar desempeños anteriores del galán candidato de turno, es absolutamente desestimado.
En la “ideal politik” aunque haya archivos, a nadie le importa consultarlos. Cuando la política enamora, estamos en presencia de alguna Corporación Republicana. Solo el Poder Terrenal y también de una Corporación puede enamorar. Hace más de 30 años fundé una cooperativa de trabajo en salud mental, ATICO. Es una experiencia que amo profundamente. Pero no puedo decir, simplemente porque no puedo sentir, que esté enamorado. Una vez le dije a un paciente, que en la década de los 90, próxima a su retorno triunfal, la década, no el paciente, ganaba dinero y mucho explotando a los “bolitas”, tercerizando empresas de limpieza. Cada vez que con desprecio decía “bolita” tenía ganas de embocarlo, pero el juramento hipocrático no me lo permitía. Sin embargo, las palabras a veces son mejor que las trompadas. “Vos deslumbrás, pero no alumbrás”, le señalé para intentar mostrarle el efecto que ejercía sobre sus trabajadores víctimas.
El enamoramiento deslumbra y cuando el enamoramiento dura más de lo necesario, 12 años por ejemplo, enceguece. La prueba de enamoramiento puede ser cualquier cosa. Incluso lo más repulsivo y vomitivo con tal de que nuestra enamorada nos mire con los ojos llenos de amor. En la ruta La Plata - Buenos Aires vi un cartel de un tal Alaniz. Al lado la foto no de él, sino de la Presidenta. En el enamoramiento, hasta el rostro propio da paso al divino rostro de nuestra enamorada o enamorado. El enamoramiento normal, para decirlo de alguna manera, es fugaz e intenso. Y podemos hacer muchas cosas, menos pensar. Justamente lo que la Corporación Republicana pretende y además logra: no pensar.En el mejor de los casos: repetir. En el peor de la casos: el silencio es salud.
La democracia restitutiva en su versión final, corporación republicana, no brinda demasiados ejemplos de su tóxico funcionamiento. La impunidad es su logro más calificado. Ladrones cuidados. El secretario de transporte admite que recibió dádivas de las empresas que hubo de controlar. Obviamente: nadie lo sabía. El Estado es la corporación más perfecta porque se hace llamar estado. Las dádivas son apenas la evidencia miserable de por quién doblan las campanas de la impunidad. Cuestión de negocios. Corporativos.
En La Plata se realizó un Tribunal Ético Popular para juzgar a Luis Esteban Genoud, copartícipe de crímenes de lesa humanidad. Organizada por el Frente Darío Santillán me designaron para ser presidente del Tribunal junto a la entrañable Norita Cortiñas. Los valientes testimonios alumbraron sin deslumbrar la siniestra continuidad entre los asesinatos en dictadura y los asesinatos en democracia. Aclaré que una cosa es un gobierno constitucional y muy otra un gobierno democrático. Si es democrático, su origen es constitucional. Pero puede tener un origen constitucional, votación mediante, y no ser democrático. Solamente aquellos deslumbrados, enamorados de las palabras, las imágenes, las promesas, confundirán para siempre lo constitucional y lo democrático.
La corporación republicana “la democrática” puede ser enfrentada. Pero asumiendo el costo afectivo de “des-enamorarnos”. Si el odio es sacar lo que sobra y el amor es poner lo que falta, de eso se trata. Odio al enemigo y amor al compañero. Y la nueva juventud maravillosa y luchadora, de la cual Agustina forma parte para siempre, volverá a las calles nuevamente, de lo que fuera el país ensangrentado.
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