domingo, 11 de octubre de 2015

RIVER FESTEJÓ EL SÉPTIMO Y ÚLTIMO CAPÍTULO SUPERCLÁSICO

DEPORTES / FÚTBOL 
Crédito. LA NACIÓN


ENRIQUE VIVANCO - PARA LA NACION 

CÓRDOBA.- Una puesta en escena propia de un partido del Súper Bowl: luces, música en vivo, fuegos artificiales, bombas de papel y de humo con los colores de River y de Boca en el ingreso de las dos formaciones, los jugadores posando con chicos con la camiseta del rival... 


Y hasta un tercer tiempo por el que fanáticos pagaron 3500 pesos con la intención de estar cerca de algunos de sus ídolos. Una noche para que el fútbol y los hinchas genuinos disfrutaran, aunque el corazón de las dos tribunas populares estuvieran copadas por las barras bravas.

Un espectáculo que tuvo su correlato en el campo de juego con una acción de alto vuelo que finalizó Lucho González. El festejo del Muñeco Gallardo dejó en evidencia que no hay superclásicos amistosos, aunque este séptimo episodio de 2015 no cayera en el momento más cómodo para ambos.

Polémicas, como la infracción en el área de Chiarini sobre Magallán que Beligoy no convalidó, o el descalificador golpe de Monzón a Mora, que el árbitro sí sancionó correctamente con tarjeta roja, aumentaron la tensión de un partido que siempre se enciende ante la mínima chispa.

El superclásico tenía como fecha original el 9 de junio, pero fue postergado por los incidentes que desataron hinchas de Boca arrojando gas pimienta en el entretiempo del desquite de los octavos de final de la Copa Libertadores.

La doble jornada de las eliminatorias dio el espacio para cumplir con un encuentro que está auspiciado por el banco que patrocina a ambos clubes. Para los xeneizes, punteros en el campeonato a falta de tres fechas para el desenlace, el juego generó que Arruabarrena ensayará con piezas alternativas.

Las convocatorias de Tevez y el uruguayo Lodeiro, y la decisión de resguardar a los que mayor rodaje tuvieron en el certamen fue una señal inequívoca de cuánto entorpecía el partido los planes del entrenador.

River transita por una situación parecida, más allá de que el equipo no es animador en el campeonato. Los llamados de los charrúas Sánchez y Mayada, del colombiano Álvarez Balanta y de Kranevitter y Casco, por parte del Tata Martino, debilitó a un plantel que recupera elementos para defender el título de la Copa Sudamericana y que se entusiasma con el Mundial de Clubes, en diciembre.

Mientras Boca ensayaba con un 4-3-1-2 y River se paraba tácticamente como un espejo, Vega hizo lo menos frecuente cuando el desarrollo recién se desperezaba: enganchó sobre el lateral izquierdo y salió con elegancia; ahí, en ese movimiento, los millonarios iniciaron la acción que terminó en el 1-0: el juvenil descargó en Mora, que, de taco, rebotó el balón a Pisculichi; el estratego habilitó a Lucho González, que definió con una sutileza ante Sara.

Fue un arranque electrizante, aunque el voltaje, después de las polémicas, fue en baja. Arriesgaron poco, la escasa presión, ésa que los agarrota en los cruces por los puntos, no invalidó que dejarán una imagen híbrida. Chávez y Ponzio ensayaron con remates desde afuera del área; Cristaldo y Saviola asustaron, tras un córner, y así los hinchas se sacudieron la modorra.

Una oportunidad perdida para aquellos nombres que tenían la ocasión de enseñarle al entrenador que piden pista. Con River desperdiciando situaciones de riesgo y Boca enredado, se fue el último superclásico del año. Los millonarios ratificaron que el aire serrano los oxigena: se impuso las últimas cuatro veces que jugaron en este escenario. Siempre un motivo para festejar. (www.lanacion.com.ar)

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