OBITUARIO
El novelista y teórico italiano, fallecido ayer en Roma a los 84 años, fue un humanista que trascendió los límites de lo académico, y que ayudó a reflexionar sobre el poder y sobre la cultura de masas.
De Umberto Eco, escritor, filósofo y lingüista -fallecido ayer a los 84 años en su residencia romana- se puede decir sin riesgo a error que fue uno de los últimos humanistas, polemista apasionado y protagonista activo de la vida ciudadana y del debate público.
Precisamente, su último libro -“Número cero”, publicado el año pasado- da cuenta de ese interés, no exento de escepticismo, por la actualidad. La novela describe la redacción de un periódico imaginario.
Autor de numerosas novelas - de las cuales la más popular fue “El nombre de la rosa”- su aporte a la Semiótica fue tan trascendente como el que logró con su narrativa. Por sus aportes a la Teoría del Signo fue un referente ineludible en las carreras de Comunicación de todo el mundo, y títulos como “La estructura ausente” o “Apocalípticos e integrados” se convirtieron en clásicos para los estudiosos de la Semiótica y de la cultura de masas del tardío Siglo XX.
Eco, uno de los intelectuales italianos más dedicados y conocidos universalmente, fue premiado con el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2000, doctor Honoris Causa en más de 30 universidades de todo el mundo, miembro del Foro de Sabios de la Unesco desde 1992, y se quedó a las puertas del Nobel en varias ocasiones.
Había nacido el 5 de enero de 1932 en Alessandria, en el norte de Italia. En el Piamonte, donde pasó su infancia, recibió educación salesiana. Esa impronta lo acompañó de por vida, al punto tal que su tema de tesis doctoral en filosofía y letras en la Universidad de Turín en 1954 fue un trabajo que publicó dos años más tarde con el título de “El problema estético en Santo Tomás de Aquino” (1956).
Profesor de Comunicación visual en Florencia en 1966, durante décadas ocupó la cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia y en febrero de 2001 creó en esa ciudad la Escuela Superior de Estudios Humanísticos.
También cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica, de la que fue secretario, y nunca ocultó su interés por la comunicación visual.
La agencia DPA destaca en el obituario de Eco que el escritor italiano “llevó al lector por laberintos de pensamiento científico-histórico en novelas como “El Péndulo de Focault”, “La Isla del día de antes”, “Baudolino” o “El cementerio de Praga”, que narra sobre el antisemitismo y las trascendentales teorías de la conspiración al respecto.
En cuanto a “El Nombre de la Rosa”, fue la primera novela y el punto de inflexión de Eco, que impresionó al mundo con una de las historias más tortuosas y misteriosas de la literatura universal. La obra fue llevada al cine por Jean-Jacques Annaud con Sean Connery en el papel de protagonista.
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