NOTA DE OPINIÓN
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
Menos de una hora duró la reunión entre los popes del sindicalismo peronista y Mauricio Macri. Otro tanto duró la Sesión Extraordinaria en el Senado, donde el PRO logró comenzar con los trámites para nombrar dos nuevos miembros de la Corte Suprema de Justicia, ascensos de militares y designar embajadores (casi todos macristas y dos radicales). Un trámite.
Si hasta se retiraron los pliegos de los candidatos de Cristina Fernández para la Corte y La Cámpora ni chistó. ¿Tan difícil era?
Desde la campaña electoral se viene minimizando al PRO. Como partido municipal, que nunca pudo crecer fuera de Santa Fe, nadie creía que pudiera encarar una campaña nacional.
Cuando se armó Cambiemos, muchos apostaron a que la “nueva alianza” no llegaría a las elecciones. ¿Hay que recordar las encuestas que decían que Mauricio Macri nunca llegaría al balotaje o que jamás le podría ganar en una 2da. vuelta a Daniel Scioli?
Bueno, el macrismo hace dos meses que es Gobierno.
Pero hay que ser claro: han hecho muchísimo en dos meses y han demostrado que negocian fuerte y obtienen logros; pero
- lejos está de asegurarse Mauricio Macri el control de las dos cámaras legislativas; y
- lejos está de obtener la fidelidad de los que, por ahora, prefieren “ceder” algunas posiciones a cambio de algunas prerrogativas personales o para sus distritos, por lo menos, hasta que el peronismo muestre hacia dónde –ideológicamente hablando- terminará por reestructurarse.
Por ahora, la Casa Rosada enfrenta oposiciones, no hay una oposición clara, salvo La Cámpora.
El peronismo está disperso entre el kirchnerismo residual y el macrismo por conveniencia, el radicalismo sigue reclamando espacios de poder y caja, los gremios han calmados sus nervios a cambio de $26.000 millones y los holdouts han comenzado a entender que el default argentino tiene las semanas contadas y terminará por aceptar la oferta que se hizo hace una semana.
Sin duda, es mucho, pero todavía no se aprobó en el Senado un solo pliego de embajador o ascenso de militar, tampoco los candidatos la Suprema Corte.
Recién ha comenzado el trámite burocrático, la discusión y la negociación más dura. Habrá que esperar dos semanas más para ver los primeros proyectos de ley delmacrismo ingresando en el Congreso.
Allí comenzará la verdadera batalla legislativa y se podrán contar las alianzas y las traiciones. Y nada será seguro, habrá que hacer el “poroteo” antes de cada sesión que se realice los próximos dos años, cuando una nueva votación consolidará la atomización del poder o premiará al PRO por sus logros.
El macrismo negocia bajo parámetros netamente monetarios, no hay afinidad ideológica o intención de sumarse al “proyecto nacional” del PRO.
Gerardo Morales y Alfredo Cornejo han recibido fondos como nunca los radicales recibieron de la Casa Rosada.
Lo mismo Juan Carlos Schiaretti, gobernador de la provincia que le dio el triunfo a Mauricio Macri en la 2da. Vuelta.
Juan Manuel Urtubey juega a encabezar la rama “negociadora” del peronismo y no puede rechazar el dinero del Plan Belgrano.
Sergio Massa fue invitado especial del lanzamiento del Plan Belgrano (a causa de su popularidad en Jujuy, donde fue el presidenciable más votado en la 1ra. vuelta), pero sigue construyendo su proyecto político personal.
Elisa Carrió se anotó como “Hada Madrina” del actual Gobierno y será su sostén y su juez. Si fuese necesario, romperá con Macri.
Al peronismo de La Rioja, San Juan y Catamarca se los intenta seducir eliminando las retenciones a las mineras y el resultado es bueno.
En la Patagonia, la apuesta a subsidiar la producción petrolera y mantener las ventajas fiscales para las armadurías de Tierra del Fuego.
Sólo María Eugenia Vidal y Horacio Rodriguez Larreta aparecen como fieles, de fidelidad indiscutible, pero siempre que siga la inyección de pesos a los dos distritos para cubrir las demandas de la caja.
No se puede culpar a Mauricio Macri el recurrir al dinero para poder cerrar negociaciones políticas. Desde hace 30 años este proceso se ha ido profundizado y la clase política lo ha naturalizado e institucionalizado. Ya forma parte de los “usos y costumbre” y, con esas armas, el kirchnerismo logró mantenerse 12 años en el poder.
Ahora se presenta el mayor desafío para el “arte del consenso” que Mauricio Macri lanzó en la Asamblea Legislativa el 10/12/2015, dado que ni a nivel nacional, ni en la Provincia de Buenos Aires, no en la Ciudad Autónoma, se ha llegado a acuerdos por la paritaria docente, cuando faltan sólo dos semanas para que comiencen las clases.
Se sabía que la pelea sería dura.
Los docentes tienen la representación muy dividida, son gremios acostumbrados a duras y largas negociaciones, tienen una actitud belicosa y extorsionadora para plantear sus exigencias y no tienen problemas en llevar adelante extensas huelgas que destrozan el calendario escolar, al ritmo que el nivel educativo es cada vez de peor calidad. Y todo sin que se les caiga la cara de vergüenza.
Un dato adicional: Los docentes de la Ciudad de Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires tienen un alto grado de cercanía ideológica con el kirchnerismo, pese a que lo enfrentaron durante muchos años. Por eso, la negociación se torna en crucial, será la primera prueba del macrismo de tener que negociar con gremios no peronistas, domesticables por la caja.
El kirchnerismo ortodoxo asienta sus expectativas de crear un clima tenso y combativo de situación social basada en 3 armas:
el denuncismo desde medios de comunicación amigos y desde el Congreso de la Nación;
- el denuncismo/acción a través de los gremios estatales, sobre todo la Asociación de Trabajadores del Estado; y los gremios docentes.
Por afuera, hay una alianza tácita, pero táctica, con el sindicalismo combativo, que sólo le interesa el conflicto por el conflicto mismo, para crecer montado en el enojo de los afectados por las medidas que toma el Gobierno de turno.
Y es en ese marco que combatir la inflación se ha convertido en un objetivo político, ya no solamente económico.
En algún momento cercano a mitad de año, la recisión de contratos y despidos del sector público habrán terminado. Pero combatir al Gobierno por el aumento de los precios de los productos de la canasta familiar se convierte en la herramienta de esmerilamiento de la imagen e intención de voto futura contra el PRO.
Ningún régimen consigue triunfos electorales en medio de una crisis económica.
En parte, el doble fracaso del kirchnerismo en las elecciones de 2013 y 2015 está relacionado con los 2 y 4 años de recesión que sufrió la Argentina.
¿Por qué va a ser diferente con el PRO dentro de un año y medio? ¿Por qué Cambiemos sumará más votos que sus contrincantes si el país está en medio de conflictos sindicales y el 6to. año de recesión?
Es curioso. El macrismo ha podido presentar una oferta a los holdouts que hasta el Special Máster, Dan Pollack, recomienda. En Davos, Mauricio Macri sedujo banqueros, empresarios y políticos de primer nivel mundial. Ya hay un guiño de Estados Unidos para que se liberen créditos internacionales para la Argentina en los organismos multilaterales de crédito. Sin embargo, la Casa Rosada, a dos meses de asumir, no ha encontrado los caminos para poder negociar con las corporaciones económicas locales.
Hasta ahora, todos los pasos claves los dio el Gobierno, casi sin respuesta de los grupos que fueron beneficiados con las medidas. Por ejemplo. Al campo le bajaron o eliminaron las retenciones, pero como el dólar no está en $16, las cerealeras y los que tenían sus granos en silobolsas no ingresaron los US$4.000 millones que habían prometido en medio de la campaña electoral a todos los candidatos.
Se levantó el cepo cambiario y el cepo importador, se autorizaron pagos de importaciones, se permitieron giros de utilidades al exterior a muchas empresas extranjeras. ¿Cuántas anunciaron planes de inversión, creación de fuentes de trabajo o aumento de producción? Se pueden contar con los dedos de una mano y sobran.
La Secretaría de Comercio eliminó todos los sistemas de persecución que había aplicado Guillermo Moreno a los híper y supermercados, además de varios sectores productivos. La respuesta fue un desaforado aumento de los precios que, en los rubros más sensibles, como los alimentos, ronda hasta 100% y el ícono es el asado a $150 el kilo.
Los bancos no pueden decir nada. Tiene el “nuevo puré”, toman el dinero al 25%, dan vuelta y lo prestan al BCRA al 30%, siguen con las financiaciones arriba del 70% anual, cobraron parte de los $35.000 millones de los contratos de futuro al dólar y los autorizaron a poder abrir sucursales donde sea rentable, no con una mirada de“inclusión social”.
- Desde la Unión Industrial Argentina dicen que no pueden contener la suba de precios,
- desde la Cámara Argentina de Comercio aseguran que no pueden aceptar aumentos de sueldos mayores al 20%,
- desde la Cámara Argentina de la Construcción exigen que se paguen las deudas que dejó el kirchnerismo antes de lanzar nuevas licitaciones,
- las automotrices piden máxima protección de Brasil, la telefónicas les abrieron el triple play y no anunciaron un pedo de inversión adicional; y
- el campo pide devaluar más,
Negociar con los gremios docentes y los sindicatos estatales son nuevos hitos del “arte del consenso” que deberá superar Mauricio Macri. Lo mismo en el Congreso, logrando que se aprueben sus nombramientos, sus proyectos de ley.
Sin embargo, la llave de la construcción política que deberá asegurar la Casa Rosada para el año que viene pasa por controlar la inflación y, por ahora, salvo la ingente tarea que realiza el Banco Central, pocos éxitos se pueden mostrar.
La billetera no alcanza para todo, ni para todos. Parece que el establishment “vende” caro su cuero. Como el asado.
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