ARGENTINA / ECONOMÍA
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Idesa). Las sociedades más avanzadas y dinámicas se diferencian, entre otros factores, por su alta capacidad sistémica para innovar, incorporar nuevas tecnologías y sofisticar sus sistemas productivos.
Un factor indispensable en este proceso son los empresarios innovadores que crean y desarrollan nuevas empresas con alto potencial de crecimiento.
Un interesante instrumento de evaluación de las competencias emprendedoras e innovadoras es el “Índice de Condiciones Sistémicas para el Emprendimiento Dinámico (ICSEd)” que desarrolla el Programa de Desarrollo Emprendedor (Prodem) de la Universidad Nacional de General Sarmiento de Argentina.
Para elaborar este indicador se ponderan más de 40 variables organizadas en 10 dimensiones que procuran medir objetivamente las condiciones para innovar e incorporar tecnología.
En el tope del ranking para el año 2015, superando los 60 puntos de los 100 posibles, aparecen Singapur, EEUU, Finlandia y Suecia. Muy lejos de las posiciones de liderazgo a nivel mundial se ubican los países latinoamericanos.
En orden decreciente, según el ICSEd, se observa que:
- Chile obtiene 39 puntos lo que le permite ubicarse en la posición 29° sobre 56 países a nivel mundial y ocupar el 1° lugar en la región de Latinoamérica.
- Costa Rica y Brasil con 36 y 35 puntos ocupan los puestos 2° y 3° en la región.
- La Argentina con 33 puntos ocupa el 4° lugar en Latinoamérica.
Estos datos testimonian las condiciones poco propicias que prevalecen en la Argentina para emprender e innovar. Particularmente relevante es el rezago en el concierto latinoamericano por ser una de las regiones de mayor atraso en materia de innovación.
Se trata, además, de una debilidad que se acentuó en los últimos tiempos ya que desde el año 2012 la Argentina retrocedió del 2° al 4° lugar regional.
Sorprende esta posición si se tienen en cuenta que es un tema que ocupa un lugar destacado en la agenda de políticas.
Prueba de ello es la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la multiplicación de programas de subsidios a la innovación y la disposición que obliga a los bancos y fondos comunes de inversión a asignar 5% de sus fondos prestables a financiamiento de la producción.
Es evidente que el clima en favor de la innovación y los emprendimientos no depende tanto de multiplicar el gasto público, los anuncios y las imposiciones, como de estrategias que generen ambientes estimulantes para invertir, investigar, generar conocimiento e innovar.
Lo que explica el rezago de la Argentina son los obstáculos para abrir y cerrar una empresa, para comerciar con el exterior, la inseguridad contractual, la presión impositiva y la baja pertinencia de las políticas de apoyo empresarial.
A esto se agrega un entorno caracterizado por la alta inflación, sistemáticas violaciones a la propiedad privada y la destrucción del mercado de capitales. El estudio también destaca como desventaja el rezago en lo que se denomina cultura emprendedora, es decir, el estatus social que recibe el emprendedor en la sociedad.
Llama la atención que no sólo en Chile, Costa Rica y Brasil los emprendedores reciben mayor estima que en la Argentina sino también en países como Colombia o Perú. La sociedad argentina dejó de reconocer la relevancia estratégica que tienen los innovadores como factor de progreso y bienestar.
Entre los legados más complicados que recibirá el próximo presidente está revertir la débil cultura por la creatividad y la innovación. La Argentina supo distinguirse por ser un país de inmigrantes pujantes, emprendedores, pioneros e innovadores. Pero esto ha ido mutando a reglas que estimulan conductas prebendarias, que operan de manera trasversal en toda la sociedad.
Desde grandes empresas que perciben que su rentabilidad depende más de sus contactos con el Estado que con su capacidad innovadora, hasta jóvenes que asumen como máxima aspiración ingresar a un puesto en el sector público amparado por la estabilidad.
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