miércoles, 6 de abril de 2016

TIENE 17 AÑOS, SE INFARTÓ CON UN GOL DE RACING Y LO SALVARON

FÚTBOL / NOTICIAS 

Lucas, Valentín y su padre


No solo de las malas noticias viven los diarios. Lo que sigue pasó el sábado último en Avellaneda. Anteúltimo minuto del partido en el Cilindro en donde Racing padece un 2-3 que se le escurre entre los dedos apretados de sus erizados hinchas. 


Tigre se defiende a los zarpazos y sus jugadores miran con desconfianza al señor del silbato con remera canaria (Pablo Lunati) que no sopla, que no le baja la cortina al suplicio de aguantar a Racing, que tuerce la cancha hacia el arco de Javier García. “¡La hora Lunati, terminaloooo!”, grita el DT visitante Pedro Troglio con la vena del cuello como un trozo de manguera roja a punto de explotar.

Tiempo cumplido, grita el relator. Minuto de descuento, avisa el comentarista. Cerca del área enemiga, Milito recibe la pelota y encara. Junta a dos defensores y con un toque genial deja a Tito Noir solo frente a Javi García.

La puntea Tito y es gol. Locura y desahogo en la tribu cilíndrica por el 3 a 3 definitivo. Entonces sí, el señor de la remera canaria sopla y da por finalizado el partido. En medio del festejo por el agónico empate a Lucas Noriega, un pibe de Wilde de 17 años instalado junto a su hermano Valentín (12) en la popular social cercana a la puerta 10, se le planta el juvenil corazón académico y se desvanece.

En medio de semejante locura, ya sea por la alegría del empate o por el miedo, la gente cercana a Lucas pide socorro. Desde un sector aledaño, un grupo de socorristas instalados en el campo de juego observa el episodio y se comunica vía handy con el consultorio de emergencias que opera en el estadio, cerca del playón de salida, adonde llega Lucas trasladado al hombro por dos de sus compañeros de tribuna.

Siempre asistido por el servicio de emergentología contratado por el club, Lucas es derivado al Fiorito donde lo esperaba el equipo médico que priorizó su caso por encima de otros menos complejos debido a la gravedad.

Lo esperaba un desfibrilador y la aparatología indispensable para que el bueno de Lucas vuelva a sonreir. Recibió la atención compensatoria que estabilizó el grave cuadro de salud que el gol sobre la hora de Tito Noir transformó en un severo infarto racinguista.

En menos de media hora la vida de Lucas pasó de la angustia atroz a la salud controlada. Tras el susto quedó internado en observación en el Fiorito para luego ser derivado a la Clínica Urquiza donde se repone, según confió una fuente confiable, en coma inducido, estable y sin daños colaterales. (www.clarin.com)

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