El 12/06, 50 personas fueron asesinadas en Orlando (Florida, USA) en la discoteca gay Pulse Orlando Night Club & Ultra Lounge.
Fue el tiroteo con mayor número de muertes en la historia de Estados Unidos, el más violento y mortal contra la comunidad LGBT de ese país, y el ataque con mayor número de muertos en Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El atacante fue Omar Mir Seddique Mateen, nacido en Nueva York en 1986, hijo de padres afganos, quien previamente le había dicho al FBI que quería convertirse en mártir, por lo que había estado dos veces bajo investigación.
El atacante detestaba a los gays, según palabras de su padre, y le juró alianza al Estado Islámico, según el FBI.
Ahí terminan los hechos y comienzan los intentos de ponerle un nombre al horror, que básicamente se resumen en 2 bibliotecas:
“Fue un crimen de odio contra los gays”, dice una.
“Fue un acto de terrorismo islámico”, dice la otra.
Las 2 visiones marcan la división que existe en un país que se encuentra en medio de una de las campañas presidenciales más insólitas de su historia.
El problema es la facilidad con que cualquier pervertido puede conseguir un arma en Estados Unidos, enfoca una tercera biblioteca.
Para complejizar las cosas aún más, hay un movimiento en Estados Unidos conocido como Pink Pistols que aboga por que la comunidad gay se arme -una orientación política inusual ya que la percepción popular allí es que la tenencia de armas es un asunto conservador y la sexualidad es un asunto liberal, explica Wikipedia-.
El candidato presidencial por el Partido Republicano, Donald Trump, culpó al islam radical pero evitó mencionar la palabra “armas”.
Joan Walsh, desde el portal del semanario estadounidense de izquierda, The Nation, describió así el farfullo post-masacre: “Es un terrorista musulmán. Es un homofóbico, dice su padre. Es un crimen de odio. Es de ISIS. No es de ISIS. Es un crimen de odio. Llamó al 911 y declaró su alianza a ISIS. Una revista de ISIS ha proclamado su alianza. Es un crimen de odio.”
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