miércoles, 19 de abril de 2017

LOS GENES, ¿LOS RESPONSABLES DE LA VIOLENCIA?

CIENCIA / INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS 



La violencia en el fútbol argentino no es cosa nueva. Pero el crimen de Emanuel Balbo de 22 años generó una gran conmoción y repudio de la sociedad. Balbo fue golpeado y arrojado desde una tribuna del estadio de Córdoba el sábado 15/4 durante el clásico entre Belgrano y Talleres. Falleció después de estar cerca de 2 días con muerte cerebral. 


El 1er muerto en una cancha del fútbol argentina fue en 1922. La víctima fue un joven cronista del diario 'El Telégrafo' quien, casualmente, también cayó desde una tribuna del estadio de Sportivo Barracas.

En 95 años murieron 318 personas por la violencia que se vive en el fútbol argentino, según indicó Télam. La violencia llegó a un límite, hace rato. Un fiel reflejo de la realidad.

Pero, ¿por qué hay tanta violencia? ¿Qué los impulsa al crimen? Distintas investigaciones buscaron dar una respuesta a esta conduc ta que, desde hace tiempo, se ve en el fútbol.

Un grupo de neurocientíficos del Instituto Karolinska (Suecia), analizaron el ADN de 895 presos de Finlandia. Descubrieron que las personas condenadas varias veces por delitos relacionados con la agresividad tenían, por lo menos, una de las siguientes variantes genéticas: CDH13 y MAOA.

El estudio fue publicado en la revista Molecular Psychiatry. Al gen MAOA también se lo conoce como el 'gen del guerrero'. Se encarga de controlar la producción del neurotransmisor llamado dopamina.

Si su actividad disminuye, y la persona además consume alcohol, cocaína o anfetaminas, se produce una explosión de dopamina que podría llevar a cometer delitos violentos. Se relaciona con las emociones fuertes como el amor y la violencia.

 Por su parte, el gen CDH13 contribuye al desarrollo de las conexiones neuronales del cerebro y está asociado al Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Sinc Jari Tiihonen, profesor del departamento de Neurociencia de la institución sueca y principal autor del estudio explicó: “Más del 50% de los delitos violentos graves cometidos en países desarrollados pueden explicarse por razones genéticas. Nuestro estudio sugiere que estos genes podrían estar involucrados en un 10% de los crímenes”.

Los autores creen que el consumo de sustancias como el alcohol, que ayuda a la liberación de dopamina en el cerebro, influye en el comportamiento agresivo. “La mayoría de los delincuentes se encuentran bajo la influencia de una sustancia psicoactiva en el momento del homicidio, mayoritariamente alcohol”, explicaron.

Más del 20% de las personas del mundo tienen mutaciones de bajo riesgo de estos genes. “Aunque poseer una combinación de alto riesgo aumenta en 13 veces el peligro de desarrollar comportamientos violentos, la gran mayoría de los individuos que lo poseen no llegan a manifestarlo”, dijo Tiihonen.

La correlación entre el comportamiento agresivo y las mutaciones genéticas fue mayor en los grupos de personas que habían cometido dos o más crímenes. Sin embargo, no hubo variaciones significativas en los genes del grupo de control de delincuentes no violentos.

Además, los estudios genéticos señalaron que el 'gen del guerrero' es más común en los hombres que en las mujeres. La razón es que las mujeres tienen dos cromosomas X, y si esta variación afecta a uno de ellos, es muy probable que se compense con el gen del cromosoma gemelo.

Pero los varones tienen solo un cromosoma X, por lo que esta mutación no puede ser reparada. A pesar de los resultados obtenidos, los investigadores señalaron que son muy débiles para ser usados en estrategias de prevención o para dictar sentencia.

Tiihonen considera que lo único que debe tenerse en cuenta en un juicio es “la capacidad mental para entender la naturaleza y consecuencias de los hechos y la capacidad de controlar el propio comportamiento”.

Sin embargo, el investigador cree que esta predisposición genética podría ser útil para el tratamiento de estos delincuentes.

"Para prevenir conductas reincidentes, el preso podría disfr utar de una reducción de condena con la condición de tomar disulfiram –medicamento para evitar la ingesta de alcohol– como parte de la libertad condicional”. Las investigaciones intentan descubrir qué conduce a una persona a cometer un asesinato. Adrian Raine y sus colegas de la Universidad de Pensilvania (USA) dieron otra respuesta.

Afirmaron que el ritmo de los corazones de los homicidas, por lo general, está por debajo de 60 pulsaciones por minuto en reposo. El pulso es lento porque su respuesta física al miedo está atenuada, es decir, el peligro no les acelera el pulso. El área del cerebro del miedo y de las emociones, estructura conocida como amígdala, suele tener un volumen inferior al normal en los psicópatas.

Además, la amígdala de los criminales está parcialmente incomunicada. La Universidad de Yale (EEUU) también presentó sus estudios a principios de 2017. Identificaron en ratones el circuito cerebral que permite que los mamíferos cacen y maten a sus presas. Después lo manipularon para comprobar qué ocurría cuando se activaba y se desactivaba.

Cuando el circuito estaba activado, los ratones acorralaban y mordían todo lo que encontraban a su paso. Sin embargo, no se volvían violentos.

El neurobiólogo Iván de Araújo, coautor del trabajo afirmó: "Sólo hablamos de violencia cuando el ataque es hacia un miembro de nuestra misma especie". Los ratones no atacaban a otros ratones.

"Creemos que la violencia premeditada de los humanos, ésa en la que el agresor ataca sin sentirse amenazado, guarda un enorme parecido con los ataques de los depredadores", agregó. Una falla en los mecanismos que inhiben la agresión hacia miembros de la misma especie explicarían el homicidio.

"Si entendemos qué fallos cerebrales hacen que nos convirtamos en depredadores de nuestros congéneres, podremos entender las bases neurológicas de l crimen", aseguró. "Después de todo, esta zona del cerebro planifica comportamientos y también suprime los que considera inapropiados", explicó.

Estas explicaciones científicas podrían servir para que los profesionales dedicados a la investigación encuentren una explicación y puedan, en el mejor de los casos, hacer prevención. Sin embargo, estas investigaciones no sirve de consuelo para aquellos familiares que pierden la vida de sus seres queridos en estos actos violentos que no encuentran fin.

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