viernes, 7 de abril de 2017

SON LAS DIRIGENCIAS… ESTÚPIDO (Y UN PARO BARTOLERO)

OPINIÓN / #6A 
06/04/2017: Incidentes entre manifestantes y Gendarmeria
en la Autopista Panamericana. Foto NA: Santiago Pandolfi


Bartolero proviene del lunfardo, una jerga originada y desarrollada en Ciudad de Buenos Aires, y su conurbano. De acuerdo al diccionario consultable en Todo Tango, quiere decir "Desordenado, negligente, inepto, chambón, persona que hace tonterías." Vamos a la nota de Luis Rizzi. 


Hace tiempo leí que los próximos conflictos, hoy ya son los actuales, se daría en el seno de una misma sociedad entre los “incluidos” y los “excluidos” o marginales, si las desigualdades sociales crecieran o se mantuvieran. Estas desigualdades, hoy debido a las redes sociales, son inocultables y al ser visibles, son conflictivas.

En nuestra sociedad ya tenemos por lo menos una generación de hijos de “excluidos” y están apareciendo encapuchados, con palos, desafiando al Estado. Lo vimos por televisión durante estos días y conforman los piquetes que paradojalmente se atribuyen el derecho a reprimir (sic) para salir de la exclusión.

El excluido de hoy no tiene ningún tipo de límites, porque sólo sabe subsistir. En nuestra sociedad tenemos 30% de pobres y más del 30% de informalidad con la grave consecuencia que en la “informalidad” los pobres se convierten en esclavos. La pobreza para algunos es un mercado muy lucrativo y en ese mercado también mandan las mafias.

Tiene razón Mauricio Macri cuando dijo que ya no se pueden aceptar “más” comportamientos mafiosos en las empresas, la política, la justicia y los gremios, en realidad no se deberían haber aceptado nunca.

Pienso que Macri se refirió a la tercera acepción que nos da la Real Academia Española de esa palabra, que dice que se trata de grupos organizados que defienden sus intereses sin demasiados escrúpulos.

Pues bien, si aceptáramos este significado de los “comportamientos mafiosos”, afirmaría -sin temor a errar- que nuestras dirigencias han sido y son mafiosas.

Hemos visto a representantes de la extrema izquierda legitimar sus conductas delictivas mientras agredían a las fuerzas policiales e incitaban a la violencia ilegal.

Hemos visto a dirigentes gremiales culpando al gobierno de las consecuencias de decenas de años de fracasos o cuando menos atraso relativo de la Argentina con relación al resto de los países que llamaríamos normales, la lista iría desde Chile a Australia.

Hemos visto a empresarios prebendarios extrañando la tutela de los gobiernos de turno y reclamando por obtener o restablecer beneficios personales sectoriales.

Hemos visto a periodistas que no sabían relatar los hechos que presenciaban y criticando al Estado que intentaba garantizar, mediante la acción policial, los derechos de todos hablando con un sentido despectivo de la “represión”.

Hemos visto a presuntos intelectuales, en realidad de pacotilla, apoyando o peticionando la caída del gobierno o justificando expresiones injuriosas.

Hemos presenciado el comportamiento violento en el Concejo deliberante de La Matanza sin que siquiera se pidieran disculpas, lo que es muy grave dado que se trata de una suerte de refugio de ex funcionarios públicos de Kristina.

Hemos y estamos viendo la desintegración de la provincia de Santa Cruz gobernada por la familia Kirchner desde 1990.

Y, para terminar con esta saga de hechos, hemos visto -y estamos viendo- a un gobierno que no atina a dar el puntapié inicial del cambio que necesita nuestra sociedad.

Se trata de una Administración, integrada por presuntos buenos técnicos, absolutamente incultos, José Ortega los llamaba 'los nuevos bárbaros'.

El gobierno ha hecho varias cosas que debía hacer:

* eliminar el cepo;
* cumplir con la sentencia dictada por los tribunales de los EE.UU a los que nos sometimos voluntariamente;
* restablecer la normalidad en el sistema estadístico;
* poner fin a claros abusos “K”;
* restablecer relaciones con el mundo;
* continuar e iniciar obras imprescindibles de infraestructura;
* con algo de timidez sincerar las tarifas de los servicios públicos que se financiaban con impuestos, incluido el inflacionario, mientras nos quejábamos de la presión fiscal y de los llamados impuestos al salario, pero esto y otras cosas es lo que se debía hacer.

No valen como mérito, como no es un mérito ser honesto.

Al gobierno le faltó y le falta nivel cultural para liderar un proceso de cambio, para cautivar a la sociedad y para hacer del trabajo virtud, su comportamiento se asemeja más al de un enfermero que al de un médico.

No pongo en tela de juicio sus buenas intenciones, pero éstas sin sabiduría nos llevan al precipicio que es donde ubicaría a la Argentina en este momento.

La propia incapacidad de liderazgo del gobierno ha convertido a las elecciones del 22 de octubre en un hecho decisivo, al decir que perderlas sería un fracaso, tal como trascendió en diversos medios; el propio gobierno nos pone al borde de caer a la sima.

Las dirigencias que hemos tenido y que conservamos, han sido y son netamente mafiosas, según la acepción antes expuesta, y el gobierno si bien no ha caído en ese vicio está pagando y pagamos todos por su incultura.

Por ese motivo el gobierno no es respetado y es permanentemente desafiado por las viejas dirigencias inescrupulosas o mafiosas si se prefiere la palabra.

Bill Clinton nos diría “son las dirigencias, estúpidos….”

Tenemos que rescatar el sentido y el concepto de lo “egregio” para iniciar realmente el cambio de calidad política que “todas y todos” necesitamos.

Es el único modo de que lo viejo muera y lo nuevo pueda nacer.

En esta realidad poco vale hacer números sobre el éxito o fracaso del paro general, hasta diría es una consecuencia lógica y normal de nuestro fracaso cultural como sociedad.

Fue, en mi opinión, un paro a la bartola…

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