martes, 26 de enero de 2016

ROUHANI EN EL VATICANO: OTRA VEZ EL PAPA & OBAMA

PANORAMA 


ROMA (Vatican Insider). El encuentro entre Papa Francisco y el presidente iraní Hasán Rouhaní estaba entre las citas «relevantes» de la agenda pontificia para el pasado 14 de noviembre. 


Después, las masacres de París provocaron su postergación, y el mismo presidente Rohaní quiso retomarla lo antes posible. Signo elocuente de la importancia que el actual gobierno iraní atribuye a la consolidación de las relaciones con la Santa Sede y con el Papa argentino.

Una consideración se ha ido confirmando con los hechos recientes en los que se aprecia el protagonismo de Irán en el escenario del Medio Oriente y a nivel internacional. La relación con la Santa Sede y con la Iglesia de Roma siempre ha sido un papel de tornasol precioso para evaluar la dirección del gran país chiita.

El único Papa que visitó el país fue Pablo VI: su viaje al Asia oriental de 1970 comenzó con una escala en el aeropuerto de Teherán, el 28 de noviembre.

Montini fue recibido por el Sha Reza Pahlaví y por la Corte imperial. En el discurso que pronunció antes de partir, Pablo VI subrayó «las grandes obras realizadas por Su Majestad por el bienestar de su pueblo», invocando la protección de Dios sobre el monarca y su familia, «para que prosiga una acción tan meritoria».

 La revolución khomeinista no provocó la suspensión ni crisis en las relaciones diplomáticas con la Santa Sede y el país, después de la institución de la República Islámica. Pero la mejora de las contactos entre Irán y el Vaticano se debe sobre todo a Mohamed Khatamí, presidente de la república islamica por dos mandatos, de 1997 a 2005 (quien fue recibido en audiencia por Juan Pablo II, en 1999).

Quien tuvo un papel crucial en el Vaticano durante esos años para entretejer las relaciones con Irán fue Jean-Louis Tauran, que era el «ministro del exterior» de Papa Wojtyla, y que hoy dirige el ministerio vaticano para el diálogo interreligioso: en 2001 Tauran, como Secretario vaticano para las relaciones con los estados, fue recibido por el presidente Khatamí en Teherán.

Desde 1953 no había vuelto a Irán ninguna delegación vaticana de alto nivel. El Pontificato de Benedicto XVI coincidió con los años de la presidencia de Mahmoud Ahmadinejad (de 2005 a 2013). Las frases negacionistas sobre el Holocausto del líder iraní desconcertaron a la diplomacia vaticana.

En junio de 2008, antes de su viaje a Roma, para participar en el encuentro de la FAO, llegó a los medios la indiscreción de que Teherán había pedido un encuentro entre Ahmadinejad y Papa Ratzinger. La audiencia nunca se llevó a cabo.

Pero durante esos años ambos se envían mensajes respetuosos y muy significativos. En septiembre de 2006, cuando explotaron las violencias y las polémicas tras la lección ratzingeriana de Regensburg, Ahmadinejad expresó su «respeto por el Papa» y dijo explícitamente que las palabras del Pontífice habían sido «manipuladas» por los medios de comunicación.

En diciembre de ese mismo año, el líder iraní escribió una carta a Benedicto XVI para insistir en la urgencia de «establecer nuevas relaciones políticas y humanas con base en las enseñanzas comunes de los Profetas».

 En junio de 2013, cuando Rouhaní se convirtió en Presidente de Irán, Bergoglio acababa de ser elegido Papa (tres meses antes). Durante estos últimos tres años, la red de contactos y de sintonías entre el gobierno operado iraní y la Santa Sede han aumentado.

También aumentó el volumen de las relaciones «bilaterales» entre las realidades católicas y entes iraníes, como la colaboración que mantienen la Universidad de Estudios de Religiones y Confesiones de Qom con la Pontificia Universidad Lateranense, o los contactos constantes entre la Comunità di Sant’Egidio y la Fundación Imam al-Khoei, comprometida en actividades caritativas.

Un papel decisivo en las relaciones con el chiismo iraní lo sigue jugando el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, presidido por el cardenal Tauran, «amigo» de Irán desde hace bastante tiempo. En marzo de 2015, también el cardenal Gianfranco Ravasi, Presidente del Consejo Vaticano de la Cultura, recibió en el Vaticano a una delegación guiada por el Ministro de la Cultura de Teherán, Alí Jannati, en un encuentro operativo que tenía el objetivo de «incrementar las relaciones bilaterales».

Un mes antes, Papa Francisco había recibido a una delegación de mujeres iraníes, guiada por la vice presidenta Shahindokht Mollaverdi (consejera de Rouhaní en relación con los temas de la familia), para hablar también sobre las violencias perpetradas en contra de las mujeres por grupos vinculados con la galaxia yihadista.

 Detrás de este aumento en las relaciones entre la Santa Sede e Irán sera banal y fuera de lugar imaginar nuevas «Santas Alianzas» entre el Papa argentino y los actores geopolíticos internacionales, según el cliché con el que fue encasillado el pontificado de Juan Pablo II. Simplemente, incluso en relación con Irán, la «conversión pastoral» que Papa Francisco sugirió a toda la Iglesia abre inéditas posibilidades de encuentro y de colaboración con todos, justamente mientras renuncia a perseguir un «plan» propio de relevancia geopolítica.

Los objetivos de la diplomacia pontificia (insistió en una entrevista el Secretario de Estado Pietro Carolin), consisten en «construir puentes, en el sentido de promover el diálogo y la negociación como medio para la solución de los conflictos, difundir la fraternidad, luchar contra la pobreza, edificar la paz.

No hay otros ‘intereses’ ni ‘estrategias’ del Papa ni de sus representantes cuando actúan en el escenario internacional».

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