martes, 8 de marzo de 2016

LECTORES (2): LA CNEA, LA "DEDOCRACIA" Y CÓMO ROMPER HERENCIA K

DEBATE / "UN FRENO A LA HIPOCRESÍA" 



Estimados: 

Leyendo atentamente los mails enviados por algunos compañeros de la CNEA, creo humildemente que seguimos poniendo el carro delante del caballo. En algunos casos, el rasgado de vestiduras por el advenimiento de un nuevo gobierno es conmovedor, todo ello matizado con pronósticos apocalípticos, llamados a la resistencia, procedimientos de contingencia que incluyen en forma preventiva equipos de abogados laboralistas e incluso acusaciones implícitas hacia los votantes del nuevo gobierno. 


No es esto algo nuevo, hemos sido testigos durante la campaña electoral de planteos por el estilo, pero lo que menos me imaginaba es que se continuaría en campaña una vez superado el balotaje y con la nueva administración en funciones.

En primer lugar, todos nosotros hemos respetado siempre el voto popular, como corresponde, incluso ante un gobierno que nos llamaba "desestabilizadores", "golpistas" o "gorilas" a quienes no pensábamos en forma idéntica.

Esto último, hiriente desde lo personal, no deja de ser un hecho anecdótico ante otro tipo de acciones mucho más graves. Basta recordar, por ejemplo, cuando la "patota" al mando del señor Guillermo Moreno, en aquel momento Secretario de Comercio, echó prácticamente a puntapiés del INDEC a numerosos profesionales y técnicos, con la finalidad de falsear las estadísticas; o quizá sea necesario recordar la muerte en circunstancias nunca aclaradas de indios de la comunidad Qom en el norte del país (utilizo deliberadamente el término "indios", pues jamás se me ocurriría hacerlo en sentido peyorativo; me resisto en cambio a utilizar el sinónimo "pueblos originarios", pues creo que se trata de un mero simbolismo, utilizado en muchos casos por funcionarios con pocos escrúpulos, en la falsa creencia que un cambio de nombre es capaz de disimular las malas acciones) o bizarros espectáculos, como el de la Sra. ex Presidente de la Nación bailando en forma grosera durante los festejos del Bicentenario, mientras los desmanes que ocurrían en ese momento en distintos puntos del país dejaban como saldo compatriotas muertos o heridos.

Todo muy desagradable y son sólo tres ejemplos, entre infinidad de barbaridades por el estilo o aún peores. No es mi intención poner de manifiesto un muestrario de hechos lamentables, mucho menos justificar con ellos eventuales futuros errores de la actual administración, pero sí bregar porque el cambio votado por la mayoría de la sociedad, en efecto tenga lugar, con críticas cuando se juzgue necesario pero también con respeto y sin demonizaciones interesadas.

En referencia a muchas de las cosas que han ocurrido en los últimos doce años y en particular las nombradas, cuya real dimensión e importancia quedarán sujetas seguramente a la perspectiva del tiempo, siento tristeza por el silencio, tanto de la comunidad científica como de los grandes defensores de los derechos humanos, sólo por nombrar algunos sectores, pues ese silencio fue abrumador; sea por interés, por convencimiento ideológico, por complicidad o por algún otro factor desconocido, fueron escasísimas las voces que se alzaron en disonancia.

Tampoco tuve el placer de leer o escuchar a ningún científico o tecnólogo, si no fue así pido disculpas pero sinceramente no lo recuerdo, denostando firmemente la creación de la tragicómica secretaría para direccionar estratégicamente el pensamiento nacional.

Peor aún: tal secretaría, cuya sola concepción es un hecho abominable, no quedó circunscripta a una idea desafortunada. Esa secretaría existió y la sociedad debió pagar con sus aportes toda una estructura, encabezada por un "filósofo" encargado de explicarnos cómo debíamos pensar, especialmente a aquéllos que teníamos fuertes críticas hacia la forma en que se estaba implementando el "modelo".

Coincidirán conmigo en que resulta difícil encontrar un ejemplo más humillante para la comunidad científico-tecnológica y para la sociedad en su conjunto, que el citado. Pero lo cierto es que se aceptó sin chistar y tal vez en muchos casos hasta con alegría o cierta cuota de indiferencia, como si fuera algo normal o digno de ser festejado.

Con perplejidad hubo que digerir amargamente también que tanto los gremios como las máximas autoridades de la CNEA aceptaran sin discusión medidas de esta naturaleza, más propia de la Alemania nazi o de la Unión Soviética estalinista que de una Argentina moderna y democrática, en pleno siglo XXI.

En fin, son éstas paradojas algo difíciles de explicar, o no tanto, si se analiza el contexto con mayor detenimiento.

Voté el cambio, al igual que millones de argentinos y seguramente lo hicimos todos por el mismo motivo: simplemente por la esperanza que significa un nuevo enfoque y porque consideramos que el camino anterior ya no era viable, y se espera que aquellos que no lo hicieron respeten la voluntad de la mayoría.

Está claro también que no comparto aunque por supuesto respeto la opinión de todos los compatriotas que hubieran deseado seguir con el mismo modelo, pero en mi caso, como en el de muchos otros, pensamos que el cambio era lo mejor, de modo que a mí tampoco el balotaje me daba igual y, a la luz del estado catastrófico en el que ha quedado la provincia de Buenos Aires (territorio del otro candidato, el ex gobernador), carente de infraestructura, tomada por la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, agradezco que a millones de argentinos no nos haya dado igual.

En efecto, el candidato que perdió el balotaje no sólo fue cómplice de la indeseable aunque no exhaustiva lista anteriormente citada, sino que además tuvo la capacidad de enriquecerla con sus propias carencias personales, como la falta de independencia y la obsecuencia permanente a cualquier precio, sin contar con que jamás fue totalmente aceptado en los ámbitos kirchneristas, a los que supuestamente iba a representar en los comicios.

El precio fue elevado para él: le costó la presidencia y estimo que para el país, y esto por supuesto es materia opinable, ese precio hubiera sido muchísimo más elevado aún de haber resultado electo, a la luz del descalabro que dejó en su provincia.

Al menos esta vez, la obsecuencia, un "bien" que a pesar de no ser escaso es bastante valorado en distintos ámbitos del quehacer nacional, no triunfó.

Algunos científicos creen que la ciencia argentina estaba en peligro, de acuerdo al resultado del balotaje. Es un temor natural ante un cambio, especialmente teniendo en cuenta que en la CNEA supongo estamos todos de acuerdo en la importancia primordial de la ciencia y la tecnología.

Sin embargo, nunca encontré fundamentos reales para tal temor, pues no creo que a esta altura pueda existir un gobierno, cualquiera sea su ideología, capaz de desestimar a la ciencia y creo también que la sociedad argentina ha madurado lo suficiente, si así ocurriera, como para no permitirlo, sin necesidad de tener que infundirle temores, ni por éste ni por ningún otro tema.

Por el contrario, mal que nos pese, existen muchas otras variables importantes, además de la ciencia, a la hora de definir un voto en el balotaje y si esas variables no cierran, es lícito pensar que también la ciencia y la tecnología pueden verse perjudicadas en el futuro.

Al margen de todo lo anterior, es bien sabido que el voto es sagrado, cada cual debe poder votar a quien le plazca, sin temor a represalias o condenas por parte de sus pares, ni complejo alguno. A partir de allí aparece la responsabilidad de cada ciudadano de apoyar lo que cree que está bien y criticar lo que cree que está mal, y eso es lo deseable, me parece, sin necesidad de otorgar cheques en blanco a gobierno alguno, práctica muy común y cuyos resultados están a la vista, a juzgar por lo ocurrido en el pasado reciente y no tan reciente.

Eso sí, por favor, terminemos con los reproches, las acusaciones y las lecciones políticas, porque nadie es dueño de la verdad. Tengo esperanzas de mejoras, pero si con el tiempo nos damos cuenta de que nos hemos equivocado, asumiremos el error, el cual irá a acompañar al grueso muestrario de horrores que hemos votado en el pasado.

Si tenemos que hablar de neoliberalismo, ya lo vivimos en los '90 y no fue por obra del actual gobierno, sino por otro del mismo signo político del anterior, que además por conveniencia mantuvo a esos mismos personajes en el Congreso, si era necesario en formol, para que dieran el "quorum" y les votaran las leyes (habría que preguntarse a cambio de qué, interrogante cuya respuesta no es muy difícil de imaginar).

Nuevamente, muy pocos se escandalizaron, entonces...

¿De qué estamos hablando? ¿O acaso alguien cree que nos dejaron a las puertas de un Paraíso terrenal que se encuentra en riesgo por la llegada de otro color político? Y aclaro que es perfectamente lícito hacer críticas a cualquier gobierno, incluyendo por supuesto el actual si creemos que algo está mal, pero de allí a demonizar por anticipado a un gobierno que no lleva aún tres meses en el poder, y esto vale para cualquier gobierno que recién asume, es difícil de entender.

Dicho esto, paso a tratar lo que me parece una contradicción notable, esta vez de carácter institucional, aunque no resulte del todo ajena al marco político. Siempre pensé que la mejor manera de defender al Estado no es desde la ideología, sino desde la mejora. Y para que esa mejora sea real, los recursos humanos deben estar motivados, y para que los recursos humanos estén motivados debe existir algo que se llama "igualdad de oportunidades", un concepto que durante los últimos años ha sido dinamitado, destruyendo con ello la motivación y la autoestima de gran parte del personal.

Indudablemente, se han implementado políticas que han conducido a una CNEA para unos pocos, donde no existen objetivos para todo el personal, donde los cargos se otorgan "a dedo", donde el despliegue del organigrama institucional ocuparía varias mesas y donde la capacitación real es un privilegio para ciertos elegidos.

La carrera laboral es, desde ya, una utopía. En alguna nota me he referido a la Resolución de Presidencia de CNEA Nro. 458/12 como paradigma lógico de todo lo anterior y no como un hecho desgraciado aislado.

Por supuesto, creo que esta forma de gestionar debilita a la CNEA y al Estado en general, pero lo cierto es que nadie se hace cargo.

Que ingresen nuevos agentes a la CNEA siempre es un objetivo deseable, ahora: ¿alguien se preocupó seriamente en generar las condiciones para que esos nuevos agentes puedan tener en el futuro una carrera laboral digna y se sientan motivados para trabajar en la organización?

Entiendo por carrera laboral digna la que puede llegar a construir cada agente con su propio esfuerzo y en un marco de igualdad de oportunidades, sin necesidad de tener que oficiar de "saltimbanqui" ante cada color político de turno o caerle en gracia a algún poderoso para mendigar una categoría, como sucede hoy en día en nuestra institución, salvo honrosas excepciones. Cada uno tendrá su respuesta; yo creo que no.

Esas condiciones no se cumplen ni siquiera para un porcentaje nada desdeñable de los agentes actuales de planta permanente. Estoy convencido de que generar esas condiciones y promover la mejora institucional permanente hubiera sido la mejor defensa para despejar el miedo que tienen algunos de que muchos agentes perdamos hoy nuestro trabajo.

Muchos están asustados ante la eventualidad de despidos, pero creo también que muy pocos se preocupan porque todos los agentes tengan la posibilidad de crecer profesionalmente, con lo cual la calidad institucional se degrada en forma paulatina y esto allana el camino a cualquier decisión contraproducente para el propio personal por parte de la autoridad nacional de turno, si es que en verdad esta última tuviera malas intenciones.

Estoy convencido de que tendríamos que mirar qué es lo que ha ocurrido puertas adentro de la organización en los últimos años, antes de echar la culpa a fuerzas ajenas, porque la verdad es que la culpa probablemente sea nuestra, avalando con nuestro silencio y desidia ciertas prácticas institucionales desafortunadas, incluso aceptando la normalidad del facilismo y la prebenda como moneda corriente, todo ello fogoneado o como mínimo tolerado desde el más alto nivel de la organización.

Muchos de nosotros no somos "saltimbanquis" (precisando conceptos, entiendo por “saltimbanqui” a todo funcionario o agente que, despojado de sentido crítico, es capaz de acomodarse a las fluctuaciones propias de los tiempos políticos, adhiriendo sin dudar a la ideología de turno y obedeciendo a rajatablas cualquier orden o mandato que le permita conservar su pequeña cuota de poder), tenemos nuestras ideas y respetamos las ajenas, pero no nos moldeamos a la realidad política de turno ni creemos que echar por la borda nuestra dignidad yendo como perritos falderos atrás de algún poderoso sea una buena alternativa.

Nos queda la dignidad, por supuesto, que no es poco, pero el precio a pagar es alto: años de sentirse un "paria institucional", años que por otro lado se han perdido por falta de motivación y capacitación adecuada, y por supuesto años de destrucción de la autoestima.

En síntesis, años para muchos de nosotros dilapidados e irrecuperables, por el cruel antojo de la "dedocracia" y la mediocridad avaladas, insisto, desde lo más alto de la conducción institucional durante los últimos tiempos.

Por supuesto, parece que todo esto también es aceptado en silencio y respetuosamente por la comunidad científica. Un pacto de silencio que sólo se rompe ante la posibilidad de que algún cambio rompa con este sistema prebendario y vergonzoso. Parece que de esto nadie se da cuenta, ni siquiera los sindicatos. Evidentemente, la transparencia del sistema y la mejora de los agentes no son objetivos prioritarios.

Quizá es más prioritario el ingreso de más y más personal que, insisto, es deseable en circunstancias normales, pero no nos podemos quedar en eso. El problema es que los nuevos agentes que han ingresado o ingresarán tienen ante sí un futuro dudoso; de continuar por este camino, la mayoría de ellos serán víctimas a sueldo de este sistema perverso, como lo somos hoy muchos de nosotros.

Ahora bien: ¿por qué llegamos a esta situación? Es difícil la respuesta pero en mi humilde creencia creo que podemos visualizar, en principio, tres motivos:

1) el pensamiento y el consiguiente accionar de gran parte de las máximas autoridades de la CNEA;

2) la complicidad de distintos sectores de poder con estas políticas; y

3) nuestro silencio.

Pensemos entonces en todo aquello que hemos aceptado como normal en los últimos años (como los hechos que mencioné al principio de la nota, como la "dedocracia", como la obsecuencia como herramienta válida de progreso laboral). Pensemos en frases como "A los amigos todo, a los enemigos ni justicia", que tanto daño ha hecho a nuestro país y que parece haber calado hondo en gran parte del ideario colectivo (con su correlato en la vida institucional de la CNEA, lamentablemente) y tal vez encontraremos algunas pistas conducentes al origen de las demonizaciones.

Prefiero pensar entonces que el cambio va a existir. No es otra cosa que el cambio que ha pedido la sociedad a nivel nacional y que por lógica debería llegar también a la CNEA, cambio que cada uno de nosotros puede pensarlo como mejor le parece. Aspiro a que la CNEA tenga un gran proyecto, como podría ser el CAREM o el RA-10 y, sin perjuicio de otras líneas de trabajo, concentre a la mayor parte de su personal, directa o indirectamente, detrás de ese proyecto, lo cual nos daría una fuerza y una identidad con la organización muy importantes.

Ello llevaría a pensar en organigramas compatibles con el logro de ese gran proyecto, eligiendo a los responsables de dicho organigrama en base a concursos de cargo transparentes, los cuales serían infinitamente más justos que la "dedocracia" actual.

Aspiro también a que exista una verdadera carrera laboral y una capacitación inteligente para todo el personal, con la finalidad de que pueda servir mejor a ese gran proyecto, algo que hoy no existe en la CNEA. Pero fundamentalmente, aspiro a que cuando asuman nuevas autoridades, escuchen a todo su personal, no solamente a los que piensan como ellos o a los que hacen de la servilidad o la obsecuencia una falsa virtud y una herramienta de ascenso.

Creo que la CNEA necesita que sus máximas autoridades transformen la mejora institucional y la motivación de su personal en su mayor desvelo, pues supongo que ésa debería ser su verdadera misión. Todo lo demás, ya sea viajar, tener contactos en el exterior, sillones en los directorios de empresas asociadas (que entiendo deben ser gratis, por el honor de representar a la CNEA en esos directorios), las altas categorías y los altos sueltos, es muy lindo, pero debería ser secundario.

Lo principal es la CNEA, su futuro y su personal. Ojalá que las próximas autoridades de la CNEA lleven a cabo el cambio y, en ese sentido, confío en que el Dr. Julián Gadano, nuevo subsecretario de Energía Nuclear, pueda encontrar a las personas adecuadas para ello, pues me cuesta entender que seriamente se hable de cambio y que éste sea timoneado por las mismas autoridades que nos han llevado a esta situación de injusticia institucional.

Al menos hasta ahora, los románticos que añoran el pasado reciente, el de los últimos doce años, pueden quedarse tranquilos, incluso festejar en lugar de caer en demonizaciones prematuras.

Mientras las actuales máximas autoridades de la CNEA, salvo honrosas excepciones, continúen firmemente atornilladas a sus cargos, pueden estar seguros de que nada va a cambiar, pues son las mismas que han obedecido “a pies juntillas y con venia” los mandatos del gobierno anterior. Puede que algunos juzguen esta crítica como injusta, cruel o despiadada.

Lo cierto es que lejos de serlo, es hecha con respeto y de acuerdo a la realidad; mucho más injusto, cruel y despiadado es avalar un sistema perverso que pulveriza la carrera laboral de muchos agentes, y esto es precisamente lo que se ha apañado en los últimos años.

Supongo que todos tenemos en claro que esto no fue ningún error. Las máximas autoridades de la CNEA responsables de estos hechos actuaron con premeditación y sabiendo perfectamente lo que hacían, incluyendo el aval cómplice a medidas y conductas desequilibradas del gobierno encabezado por la Dra. Cristina Fernández de Kirchner, como las antes mencionadas.

Es por ello que me resisto a creer que podamos hablar sinceramente de un cambio comandado por los cultores del “no cambio”. Defender y luchar por una CNEA más justa es también una forma de defender la ciencia y la tecnología. Finalmente y en relación al tratamiento de los recursos humanos, podrá deducirse en base a reflexiones anteriores por qué me cuesta tanto creerle a la Sra. Presidente de la CNEA cuando vierte los conceptos contenidos en la nota que figura en el enlace.

Digo esto con mucho respeto y hasta con dolor, pero me resulta muy difícil creer que ciertamente considere a los recursos humanos como lo más importante que tiene la CNEA, cuando fue ella y sus fieles seguidores, con la "dedocracia" y sus prebendas, quienes contribuyeron a construir la injusta realidad que hoy aqueja a nuestra institución y a pulverizar la motivación y autoestima de gran parte de sus cuadros.

Dudo que los funcionarios del gobierno nacional sean tontos, no hace falta que se les explique que estos proyectos son importantes para el país. Lo que sí resultará difícil de explicarles es cómo la CNEA ha digitado la promoción o el ninguneo de sus recursos humanos en los últimos años, basando muchas veces este proceder en cuestiones arbitrarias, lo cual atenta en última instancia contra esos mismos proyectos que tanto dicen defender o necesitar hacerles entender su importancia a las nuevas autoridades nacionales.

Tal vez la Sra. Presidente de la CNEA (N. de la R.: Licenciada Norma Luisa Boero) o alguno de sus fieles seguidores puedan explicar esta contradicción. Por el futuro de la institución y por respeto al cambio que ha pedido claramente la sociedad, sería altamente deseable.

Y por sobre todas las cosas, que el verdadero síntoma de cambio sea de una vez por todas un freno a la hipocresía, pues la CNEA no se merece esto.

Atte: Ing. Esteban F. Camacho 

Matrícula 15.849 

camacho@cnea.gov.ar 

PD: me he enterado de que en anteriores oportunidades hubo notas que no han sido distribuidas a ciertas dependencias de la CNEA, cuando fue pedido expresamente. En virtud de que las mismas han sido siempre redactadas de manera respetuosa y sin términos ofensivos, supongo que se tratará de un error, razón por la cual pido a quien corresponda que se tomen los recaudos necesarios para asegurar que las notas publicadas por los agentes de la CNEA lleguen a todas las dependencias que los mismos indiquen.

En este caso, he solicitado que la presente se distribuya a todos los ámbitos de la institución, sin excepciones.

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