sábado, 12 de noviembre de 2011

INFORME DE SITUACIÓN


El trabajo infantil no para de crecer en la Argentina

Doce de cada 100 chicos argentinos trabajan para poder ayudar de esa manera al sustento de la familia, marcando a las claras el grado de pobreza extrema que subsiste en forma alarmante en el país. Postales de una Argentina en decadencia que en vez de disminuir se extiende como reguero de pólvora por el territorio nacional
 
El desarrollo de la economía y la implementación de un capitalismo salvaje que destruyó todo lo que se le ponía enfrente, ha hecho volver al tapete de los temas la vulneración de los derechos de los chicos, donde puede verse hoy en día en distintos lugares del planeta el trabajo infantil, el comercio de chicos, el aumento notable de la prostitución infantil, entre otros temas, que no hace más que retrocedamos cientos de siglos en la convivencia diaria.

Hace unos meses atrás, desde esta agencia de noticias, dábamos a conocer un trabajo efectuado por IDESA (Instituto para el Desarrollo Social Argentino), en el cual se analizaban los datos del INDEC referidos al segundo semestre del 2006 (últimos disponibles antes de las distorsiones de las estadísticas oficiales) la pobreza afectaba al 27% de la población urbana, pero que en la población hasta 18 años de edad la pobreza ascendía al 41%. Esto da claras muestras de las condiciones de pobreza entre niños y adolescentes tienen asociadas flagelos como el trabajo infantil, la explotación de menores, la drogadicción, el narcotráfico y la delincuencia juvenil.  El trabajo infantil genera una disminución en la matriculación en la escuela primaria y afecta de manera negativa las tasas de alfabetización entre los jóvenes. Existe una clara evidencia de que cuando los niños trabajan y van a la escuela, a medida que las horas de trabajo aumentan, disminuye la asistencia a la escuela. Altos niveles de trabajo infantil están asociados con resultados más bajos en el Índice de Desarrollo de la Educación, que mide el rendimiento de la educación primaria universal, la alfabetización de adultos, la calidad de la educación y la igualdad de género de un país.

Desde el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, realizado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Pontificia Universidad Católica Argentina, en su medición del año 2010, da cuenta de que el 12,3% de los niños/as y adolescentes urbanos entre los 5 y 17 años ayuda a familiares u otras personas en un trabajo, hace alguna actividad por su cuenta para ganar dinero o tiene un trabajo como empleado o aprendiz. Dicha propensión al trabajo es de aproximadamente 8,1% en los niños/as entre 5 y 13 años y alcanza 21,2% en los adolescentes entre los 14 y 17 años.

Se conoce que el trabajo infantil aumenta la probabilidad de déficit educativo por no asistencia a la escuela, rezago educativo e inasistencias. En la adolescencia la probabilidad de dejar de estudiar, así como de trabajar se incrementan significativamente. Estas diferentes formas de participación del espacio educativo y laboral plantean la controversia en torno al ejercicio del derecho a la educación en un país en el que la educación secundaria es obligatoria y ampliamente demandada por el mercado.

El “trabajo doméstico intensivo” se define operativamente como los niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 17 años que realizan todas las siguientes tareas en sus hogares y asumen las mismas como una responsabilidad habitual: atender la casa (limpiar, lavar, planchar, etc.); hacer la comida, cuidar hermanos, y/o hacer compras, mandados, juntar agua, buscar leña, entre otras.

Por otro lado, se considera “trabajo en actividades económicas” cuando los niños, niñas y adolescentes ayudan a un familiar u otras personas en un trabajo, hacen actividades por su cuenta para ganar dinero, o tienen un trabajo como empleado o aprendiz.

La propensión al trabajo es analizada en clave de desigualdad social. No sólo considerando diferencias en términos del ciclo vital y atributos de sexo entre niños/as de 5 a 13 años y adolescentes de 14 a 17 años, sino que avanzamos también sobre el reconocimiento de las desigualdades socio-económicas y socio-residenciales vinculadas a las formas de trabajo consideradas. Para ello se apela a un índice socio-económico de los hogares extensible a todos sus miembros y las características socio-residenciales del espacio en que vive el niño/a.

El informe de la UCA resalta que la mayoría de los niños/as y adolescentes ayudan en un taller, negocio o en un oficio a un familiar o conocido (9,2%), y en menor medida realizan trámites o mandados (1,4%), actividades en la vía pública como limpiar parabrisas, abrir y cerrar puertas de taxis, hacer malabares, repartir comidas, mercancías o juntar en la calle papel, cartón o botellas (1,8%) y en actividades de cuidado de enfermos, niños o personas mayores o de preparado de comidas o tareas de limpieza, lavado o planchado para otras familias o negocios (1,4%). todos estos trabajos son realizados en mayor medida por adolescentes que por niños/as y las actividades en la vía pública suelen ser realizadas en mayor medida por varones que por mujeres.

El trabajo en la niñez y adolescencia es mayor al promedio de las grandes ciudades relevadas por la EDSA en Gran Córdoba, Gran Tucumán y Gran Mendoza (16,8%, 16,6% y 14,7%). especialmente elevado en las ciudades medianas donde alcanza al 26% de la niñez y adolescencia. entre los niños/as de 5 a 13 años la propensión al trabajo es mayor al promedio en Tucumán y en Córdoba (13,3% y 11,3%, respectivamente), mientras que en los adolescentes entre 14 y 17 años es mayor en Córdoba, Mendoza, Tucumán y Buenos Aires (28,8%, 27,6%, 24,8% y 20%, respectivamente).

El trabajo en los niños/as entre 5 y 13 años no registra diferencias por sexo significativas, sin embargo en la adolescencia entre los 14 y 17 años las mismas si se presentan como significativas en tanto los varones registran mayor propensión a realizar este tipo de actividades que las mujeres. Trabajos que tal como hemos advertido en muchos casos se desarrollan en la vía pública con los riesgos que ello implica en términos de accidentes de tráfico, exposición a las inclemencias del tiempo, malos tratos, entre otros.

El espacio socio-residencial se relaciona de modo relevante con la probabilidad de trabajar en la niñez y adolescencia. Los niños/as y adolescentes que residen en villas o asentamientos o en barrios urbanos formales de nivel bajo registran mayor propensión al trabajo que los niños/as que residen en barrios urbanos formales de nivel medio.

Tanto entre los niños/as entre los 5 y 13 años como entre los adolescentes de 14 a 17 años la  propensión al trabajo es mayor a medida que desciende el estrato social de origen. Los adolescentes en el estrato social muy bajo registran 3 veces más “chance” de trabajar que un par en el estrato medio alto, mientras que dicha brecha de desigualdad social es de 2,3 veces en los niños/as.

Otro de los datos que el estudio de la UCA señala, es que la media de horas trabajadas por semana entre los niños/as y adolescentes en las grandes ciudades de la argentina se estima en 5,75 horas (4,3 horas en niños/as entre 5 y 13 años y de 6,8 horas en adolescentes entre 14 y 17 años). El promedio de horas trabajadas por semana no presenta diferencias significativas según el sexo, el espacio socio-residencial y el estrato social de origen a nivel de la niñez y adolescencia.

Aunque lo más importante de destacar es la mayor heterogeneidad entre los varones que entre las mujeres, entre los niños/as y adolescentes que residen en villas o asentamientos y en espacios urbanos formales y entre los que pertenecen a los estratos sociales más desfavorecidos respecto de los estratos sociales superiores.

La gran mayoría de los niños/as y adolescentes que trabajan destinan el dinero que obtienen a gastos personales (62%). casi 3 de cada 10 destina el dinero a ayudar a la economía de su hogar y 1 de cada 10 le da ambos destinos (en parte lo destina a sus propios gastos y en parte a la ayuda de su hogar).

Los niños/as entre los 5 y 13 destinan el dinero que ganan trabajando, en mayor medida que los adolescentes entre 14 y 17 años, a ayudar a la economía familiar o tanto a ayudar a la familia como a gastos personales; mientras que en los adolescentes el destino prioritario es a gastos personales.

Las desigualdades según sexo son menores. No obstante, las mujeres destinan más dinero a ayudar al propio hogar que sus pares varones. Las desigualdades sociales son muy relevantes y se advierten tanto a nivel del estrato social de origen como del espacio residencial. Mientras que el 45% de los niños/as y adolescentes que trabajan y viven en espacios urbanos informales (en villas o asentamientos) destinan el dinero que ganan a ayudar a sus familias, sólo 18,4% lo hace en los barrios de urbanización formal de nivel medio. Asimismo, en el estrato muy bajo 41% de los niños/as y adolescentes que trabajan destinan la totalidad del dinero que ganan a ayudar a su familia, mientras que en el estrato medio alto casi la totalidad lo destinan a gastos personales.

Un problema más que la crisis del capitalismo mundial ha agravado y del cual será muy complicado salir en el corto y mediano plazo si es que las autoridades encargadas del tema no llevan adelante una política acorde a acabar de cuajo con los problemas existenciales de los chicos que en las últimas dos décadas han quedado totalmente afuera del sistema y sin posibilidades de acceder a un sinnúmero de necesidades básicas.

Para acabar con este flagelo que azota a la humanidad entera, se requieren políticas en conjunto que puedan acabar con la indigencia, la pobreza y la marginación, ya que si los números de excluidos siguen aumentando periódicamente como sucede hoy en día, será un problema que con el correr de los años en vez de disminuir, aumentará y se extenderá a las futuras generaciones.

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