sábado, 5 de diciembre de 2015

ESPERANDO LA RENUNCIA DE ALEJANDRO VANOLI REVISAN EL DESASTRE RECIBIDO

AGENCIA / ECONOMÍA 



CIUDAD DE BUENOS AIRES (Economía & Regiones). La falta de una solución definitiva a la deuda pública en default (parcial) nos ha aislado de los mercados de capitales internacionales; impidiéndonos usufructuar la época dorada del financiamiento barato. 


Este aislamiento financiero degenera escasa inversión, baja productividad del trabajo, menor crecimiento y falta de generación de empleo privado genuino.

 Es decir, Argentina enfrenta un costo de capital que más que duplica al de la región, que afecta a la economía real porque desincentiva la inversión privada, la demanda de empleo y el crecimiento económico.

 Puntualmente, el rendimiento de los bonos soberanos argentinos alcanza aproximadamente un 8% (ejemplo el Bonar 2024), cifra que más que duplica el rendimiento de un bono similar en los países vecinos.

Las consecuencias de seguir en default implican una estructura de costos de financiamiento elevados para todo el sistema financiero. Lo que afecta a las cuentas públicas pero también a los proyectos privados de inversión (PPI). Es decir, el hecho de que un PPI se descuente a una tasa más elevada, lógicamente desvaloriza y desincentiva a dicha inversión.

 La deuda en default no sólo comprende el fallo de la corte de NY a favor de NML por US$ 1.300 millones, sino que también incluye otros US$ 15.000 millones de pasivos en manos de holdouts que no entraron a los canjes de deuda de 2005 y 20102.

 En este contexto, la próxima administración tiene la oportunidad de mejorar todo el entorno financiero que enfrentan las empresas y el Estado argentino, de manera de propulsar la inversión, el crecimiento y el empleo.

 EL DÓLAR COMO ANCLA Y SUS EFECTOS NEGATIVOS SOBRE LA INDUSTRIA

El gobierno k ha utilizado, sin demasiado éxito, al tipo de cambio como “ancla” contra la inflación y al cepo cambiario como una herramienta para administrar las divisas y evitar una devaluación brusca del peso.

Además, esta estrategia incluía tarifas subsidiadas y aumentos salariales mayores a la devaluación con el fin de incentivar el consumo privado, la demanda agregada y el nivel de actividad. Sin embargo, este combo de políticas terminó generando el resultado opuesto al buscado.

 Primero, porque la actual falta de crecimiento de nuestra economía no es un problema de demanda, sino de oferta agregada.

 Segundo, porque este plan incrementó el desequilibrio de precios relativos y terminó afectando negativamente al sistema productivo al desincentivar la inversión y consecuentemente a la generación de empleo.

 Una de las consecuencias de atrasar el dólar para usarlo como ancla nominal para incentivar el consumo y frenar la inflación es que se genera un proceso de redistribución en el cual se encarecen los bienes no transables; entre ellos el precio del trabajo. Una expansión de los salarios en dólares muy superior al aumento de la productividad (out-put por trabajador) genera perjuicios a la producción, ya que se torna poco competitiva, desvía inversiones, desincentiva exportaciones y termina forjando aumentos de importaciones y caída del empleo.

- En concreto, el “costo laboral unitario” se encuentra un 64% por encima de los niveles de fines de 2001 y en el 3er. trimestre 2015 se ubica en torno a su máximo histórico.

- Durante los 13 años de gestión Kirschnerista se incrementó un tasa promedio del 14.6% anual. Esta pérdida de competitividad estuvo motorizada por el fuerte avance del salario en dólares (17.4% en promedio) y el escaso crecimiento del producto por trabajador (2.5% en promedio); que como muestra el gráfico siguiente comenzó a caer en 2010.

 En síntesis, el avance del costo laboral unitario y la pérdida de competitividad del trabajo explican gran parte de la débil dinámica de la inversión productiva, la merma en la demanda de empleo y el estancamiento económico de los últimos años. Luego, para comenzar a desarmar esta pesada herencia, resultará fundamental enviar los incentivos de política económica correcta para encausar el gasto en capital y así estimular la inversión en pos de expandir la frontera de posibilidades de producción.

 ANCLA CAMBIARIA Y EFECTOS NEGATIVOS SOBRE COMPETITIVIDAD PRECIO

 El ancla del tipo de cambio nominal implicó una apreciación del tipo de cambio real que afectó a los productores-exportadores (de bienes transables) y requirió dosis crecientes de restricciones y proteccionismo para moderar el déficit de balanza de pagos.

 El combo de medidas deterioró la competitividad de los principales exportadores, sobre todo la de las economías regionales y la industria. Pero más importante aún, el cepo y las restricciones cambiarias desterraron la inversión productiva y nos condujeron a la estanflación.

 Así, el tipo de cambio real (entre Argentina y EEUU) exhibe una apreciación persistente como consecuencia del avance inflacionario y del tipo de cambio (nominal) cuasi-fijo; lo mismo ocurre con el tipo de cambio real bilateral contra Brasil desde 2011.

Ambas variables, si se las ajusta por el costo de capital y la presión tributaria se encuentran más apreciadas que a fines de la Convertibilidad.

 BCRA QUEBRADO Y MERCADO MONETARIO DESEQUILIBRADO

 La Carta Orgánica reformada en 2012 establece: “El BCRA tiene por finalidad promover, en la medida de sus facultades y en el marco de las políticas establecidas por el gobierno nacional, la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social.”.

 En este contexto, el único objetivo del BCRA terminó siendo financiar el exceso de gasto de la política  fiscal excesivamente desequilibrada del Gobierno Nacional. Como resultado de lo anterior, el nuevo gobierno recibirá un BCRA quebrado con patrimonio neto (bien medido) negativo.

El financiamiento al Tesoro afectó tanto al activo como al pasivo del BCRA: cuando Nación necesitó financiar gasto corriente en pesos, el Banco Central le entregó billetes a cambio de una promesa de pago denominada “adelantos transitorios”.

 Por otra parte, cuando Hacienda requirió financiar el vencimiento de bonos en moneda extranjera, la entidad bancaria intercambió reservas liquidas en divisas por compromisos de pago llamados “letras intransferibles”.

 Esta política “engordó” en forma asimétrica el balance del BCRA. El pasivo aumentó más que el activo, lo cual se tradujo en un deterioro patrimonial. A su vez, el activo perdió calidad, ya que disminuyeron los dólares líquidos a favor de los títulos contra el Tesoro.

 De esta manera, no sólo cayeron las reservas y se redujo el poder de fuego del BCRA, sino que desapareció totalmente la credibilidad en la política monetaria, lo que terminó alentando la inflación y las expectativas de devaluación.

Tal es así que la inflación acumuló un 561% según el IPC Congreso entre enero del 2007 y noviembre 2015. De modo que el “vaciamiento” del Central, el avance inflacionario y las expectativas de devaluación desincentivaron el ahorro en pesos y consecuentemente los depósitos a plazo.

Sin este ahorro de largo plazo la economía careció de mecanismos capaces de financiar el crédito productivo para ampliar la oferta de bienes y servicios.

La comparación con la región deja en evidencia que Argentina se ubica en el último lugar en lo que respecta al ratio de préstamos totales en relación a su sistema productivo.

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