La Abadía de Montecasino |
En 1944 se combatía en los Apeninos meridionales. Los ejércitos aliados (ingleses, franceses y estadounidenses) empujaban lentamente, desde el sur hacia el norte, a las fuerzas alemanas que ocupaban Italia.
os alemanes habían establecido su resistencia en una línea fortificada que atravesaba toda la península a la altura de los ríos Garillano y Sangro.
Era la línea “Gustav”. La resistencia germana se mantenía firme, y en el comando aliado surgió la convicción de que uno de los puntales del frente enemigo era un monte ubicado en los límites entre la Campania y el Lacio: el Montecasino, que domina la vía Casilina, conducente a Roma.
RECONSTRUCCIÓN DE LA ABADÍA
Ahora ha sido reconstruida tal como era antes del bombardeo. Sus preciosos manuscritos, los códices y los 100.000 volúmenes se hallan expuestos en sus salas, conservados en sus bibliotecas. Allí se dirigen los especialistas en idiomas, en historia y en arte, de todo el mundo, para admirarlos y estudiarlos.
Asi, después de mil años, continúa siendo de utilidad la maravillosa obra de los humildes monjes de Montecasino. Se decidió bombardear intensamente la zona: en los días 15, 17 y 18 de febrero, en una serie de terribles incursiones aéreas, fueron arrojadas toneladas y toneladas de bombas que devastaron completamente la montaña.
El bombardeo de la zona no procuró ninguna ventaja militar; desgraciadamente produjo, en cambio, un grave daño a la cultura y al arte: uno de los edificios italianos de mayor valor histórico quedó reducido a escombros. Se trataba de la antigua abadía de Montecasino. No solamente fue destruido parte del edificio, sino también muchos frescos y cuadros que adornaban las paredes, los muebles y ornamentos antiguos y preciosos.
Afortunadamente fue salvado, porque se había tenido la precaución de alejarlo, el enorme tesoro constituido por los manuscritos y los libros. Este patrimonio comprende 40.000 pergaminos (entre los cuales se encuentran los que datan del año 960 y contienen las primeras expresiones del idioma italiano); 2,000 códices (libros manuscritos); 252 incunables (libros publicados en los primeros tiempos de la imprenta) y unos 100.000 volúmenes, todos ellos de gran valor bibliográfico e histórico.
¿Cómo es que esta antigua abadía cuenta con tantos pergaminos y libros antiguos?
CUATRO VECES DESTRUIDA Y CUATRO VECES REEDIFICADA
En tiempos de los romanos se levantaban sobre ese monte dos templos, uno dedicado a Júpiter y el otro a Apolo, rodeados de un bosque sagrado. Hacia el año 529 ascendió al monte un santo monje que derribó el bosque de las divinidades paganas, y sobre sus ruinas comenzó la construcción de un monasterio.
Este monje era San Benito, de Nursia.
San Benito de Nursia |
En el pequeño monasterio, Benito, con la hermana Escolástica y unos pocos compañeros, vivió sus últimos años. Mientras los frailes construían una capilla y otros edificios necesarios, él escribía la “Regla” de una nueva orden, cuya norma característica fue: “Ora et labora”, ora y trabaja.
Pero los tiempos eran tan tristes y agitados, que a los pobres monjes no les fue posible orar y trabajar en paz. Ya por el año 581 la abadía fue destruida, por primera vez, por los longobardos. Los monjes se refugiaron en Roma y no regresaron a Montecasino hasta el siglo VIII.
Entonces, durante casi doscientos años, la abadía fue realmente como había querido San Benito. Pero en el año 883 una nueva invasión destruyó el monasterio. Esta vez fueron los sarracenos, y la abadía no fue reconstruida sino a mediados del siglo siguiente.
La obra cumplida por los monjes benedictinos en el campo de la cultura fue muy amplia. Montecasino se convirtió así, en centro de estudio y arte importantísimo dentro de Europa. Y su mayor mérito fue el de conservar valiosas obras de la antigüedad. Como aún no existía la imprenta, los monjes copiaron todas las obras pacientemente a mano, palabra por palabra, página por página.
Aún existen copias manuscritas, hechas por monjes de Montecasino, de algunos libros del historiador latino Tácito y de tratados de Cicerón. Pero las desgracias de la ya célebre abadía todavía no habían terminado.
En 1349 fue nuevamente destruida, esta vez por un terremoto. Durante los siglos siguientes, su actividad fue muy perturbada por las guerras y cambios políticos que convulsionaron la vida de Italia. No obstante, continuó enriqueciéndose. Después de alcanzada la unidad de Italia tuvo categoría de monumento nacional, confiado a la custodia de los monjes. Cuando parecía que las desventuras habían terminado sufrió una destrucción más terrible: la ocasionada por las bombas de la aviación durante la última guerra.
LA IMPORTANCIA DE MONTE CASINO
Monte Cassino involucra una revolución. La forma más antigua y también más conocida de organización comunitaria religiosa era, en la época de Benito, la agrupación de los “anacoretas”, religiosos que se congregaban para formar escuela en torno de un anciano considerado como santo, y que vivían en cuevas o bien construían, cada uno para sí, una celda próxima a la del maestro.
Cada monje vivía, trabajaba y meditaba en su retiro. Sólo se reunían para orar en común. Tal forma de organización, sin embargo, sólo favorecía el individualismo, dando origen a problemas de orden espiritual y también material, sobre todo cuando se incrementaba el número de los miembros de la comunidad.
En un intento de solución, San Pacomio fundó en Egipto, alrededor de 323, un nuevo tipo de congregación que acentuaba la vida en común (koinós bíos) o “cenobitismo”.
Esa comunidad o convento recibió de su fundador una estructura vigorosa. Fue la primera “regla monástica” propiamente dicha.
Desde un principio, la intensión de San Benito fue seguir con aquel antiguo anacoretismo, pero después se dedicó a la vida comunitaria. Otras reglamentaciones ya habían sido escritas o propuestas antes, tanto en el Oriente como en el Occidente cristianos. Pero la riqueza de la experiencia de San Benito y su talento para trazar las normas que reunió en su “Reglas” otorgan una importancia fundamental a esta obra.
Básicamente, la vida en Monte Cassino representó un tipo de “huida lejos del mundo”, una renuncia a distintos “falsos valores” entre le cuales estaba la misma instrucción intelectual. Esta posición se basaba en el antiguo ideal monástico de San Basilio, que sólo desapareció en Occidente a partir de los siglos VII y VIII, parece ser reemplazado por el “monacato sabio”.
Desde entonces los monasterios se transformaron en importantes centros culturales, donde una figura cobija especial relieve: el copista, que dedicaba casi todo su tiempo a transcribir obras de los clásicos con el fin de perpetuarlas. Gracias al paciente trabajo de los copistas benedictinos, muchos textos clásicos llegaron hasta nosotros
Por otra parte, San Benito tampoco se propuso dar al monasterio una misión de apostolado, de difusión del cristianismo. No obstante, fue tomando como base el modelo de Monte Cassino que, a fin del siglo VI, el papado transformó al monaquisino en un auténtico instrumento de evangelización.
Esta obra misionera condujo a un renacimiento del monaquismo benedictino, a partir del Papa San Gregorio I Magno (el Grande). Organizando a los monjes romanos y a los que llegaban de las regiones ocupadas por los invasores bárbaros, Gregorio se dedicó a la tarea de evangelizar a la Europa Occidental.
En 586 organizó una primera expedición misionera bajo la dirección del monje Agustín, con el propósito de alcanzar las tierras británicas. Décadas más tarde, florecían en aquellos territorios muchas abadías benedictinas.
La evangelización romana de los habitantes de Gran Bretaña no fue, empero, un hecho aislado. Gregorio preparó, en Italia, la conversión de los lombardos; mantuvo una importante correspondencia con los obispos de la Galia y España y cuidó, sobre todo, el acelerar la evangelización de los paganos de Occidente.
Fuente Consultada: Enciclopedia Estudiantil Edición de Lujo Tomo VIII (CODEX) Enciclopedia Grandes Personajes de la Historia Universal Tomo I San Benito
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