miércoles, 21 de septiembre de 2011

NOTA DE OPINIÓN


LADRONES DE GUANTES BLANCOS

La otra inseguridad (que a los argentinos no les importa)

 Según las encuestas de opinión, la inseguridad encabeza la preocupación de los argentinos pero -como un contrasentido- esos argentinos no ven o no saben ver la inseguridad más importante que viven y que también se cobra infinidad de víctimas.
por JORGE HÉCTOR SANTOS


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Especial para Urgente24). Una encuesta reciente, entre tantas otras sobre el mismo tema, realizada por Graciela Römer y Asociados, y finalizada pocas semanas antes de las primarias del 14/08, elaborada en base a la opinión de 1.200 ciudadanos de todo el país, la inseguridad marchaba a la cabeza de las preocupaciones, 75,2%; seguida desde lejos por el desempleo, 42,3%; por detrás, 36%, se presentaba  la preocupante inflación, que coloca a la Argentina como uno de los países con mayor nivel mundial.

Es que el miedo se apoderó de los argentinos, especialmente en el conurbano bonaerense, la ciudad vapital del país y las grandes ciudades del interior del país. La gente enreja sus casas, mientras las calles son cada vez más tomadas por los delincuentes. Regresar con vida al hogar después de una jornada de trabajo, de estudio o de una simple salida se ha convertido en una cuota de fortuna que muchos agradecen.

Brindar seguridad es una de las obligaciones que tiene el Estado, el cual está gestionado por el gobierno central, para lo cual percibe impuestos. Sin embargo, miles de argentinos pagan seguridad privada en forma personal o colectiva. Los integrantes de las empresas prestatarias de este servicio al menos triplican la cantidad de efectivos con que cuenta la Policía Federal, lo que da una muestra palpable de la disparatada realidad que se atraviesa.  

Todos los días se convive con secuestros, violaciones, asaltos con o sin tomas de rehenes, robos de automóviles, etc., etc. No sólo se roba también se mata con perversidad. La droga prolifera con absoluta desenvoltura y forma día tras día mayor parte de la gran incertidumbre que se adueñó del común de la gente.

Los familiares de las víctimas de los malhechores se acrecientan sin cesar. Los derechos humanos están fuera del alcance de ellos y de todos lo que padecen estos dramas. La sociedad está como acostumbrándose peligrosamente a convivir con la muerte de padres, abuelos, hijos, nietos en manos de bandidos.

Las crónicas diarias dan cuenta como en una película sin final de familias deshechas, vidas cortadas, sueños destrozados, por apropiarse indebidamente desde un par de zapatillas hasta un teléfono móvil, pasando por una insignificante suma de pesos.

Se carece de cifras oficiales y confiables del delito mientras la zozobra que este genera pasó de ser una “sensación de inseguridad” instalada en general por los medios de comunicación, según los voceros del Ejecutivo a ser "un problema complejo, multicausal, que atemoriza e intimida a la ciudadanía", según lo expresado por la ministra de Seguridad, Nilda Garré, el 20/9, al inaugurar el Congreso Latinoamericano de Observatorios, Prácticas Promisorias y Resultados en Seguridad Ciudadana Local, en Vicente López.

Este es el escenario, en una breve descripción, del flagelo que más conmueve a los habitantes de un país que no conocía esta dimensión de penurias las que se van transformando desafortunadamente en usuales.

No obstante, el argentino convive con otra forma importante de inseguridad que no le importa porque no la ve, no la quiere ver o no la sabe ver, la corrupción. Tan es así que en el sondeo de opinión previamente mencionado esta se situó en un ínfimo 20%, o sea a más de 50 puntos porcentuales de lo que él considera su principal vulnerabilidad; la otra cara de una misma moneda.

Pero la corrupción es el enemigo más cruento del pueblo que socava los cimientos de la lucha por su desarrollo y su progreso.

La corrupción es un delito cometido por funcionarios oficiales sin armas en sus manos, que saquean impunemente los dineros públicos; esos que deben ser destinados a viviendas dignas, a caminos, autopistas, a salud, educación, seguridad, transportes y terminan en bolsillos personales que amasan con ellos inmensas fortunas.

En definitiva sus actores (gobernantes o los funcionarios elegidos o nombrados) son ladrones de guantes blancos que cometen delitos muchos de ellos a sola firma.

Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada; el tráfico de influencias; los sobornos; las extorsiones; las influencias; los fraudes; la malversación; la prevaricación; la negociación oscura, bajo cuerda o compadrazgo; la cooptación; el nepotismo y la impunidad. También la depravación facilita a menudo otro tipo de hechos criminales como el tráfico de drogas, el lavado de dinero y la trata de personas; aunque no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o protege otros crímenes.

Los perjuicios o consecuencias de esta otra forma de inseguridad son muy graves; porque los fondos no llegan a los destinos que deberían llegar lo que hace que también en estos casos existan familias deshechas (accidentes viales por mal estado de las rutas), vidas cortadas (ausencia de asistencia médica en tiempo y forma), sueños destrozados (mala educación pública); por citar algunos ejemplos.

La corrupción en definitiva es otra forma de inseguridad no percibida por la mayoría del pueblo que se acostumbra al  “roban pero hacen"  sin advertir que esta versión también mata como mató enorme cantidad de jóvenes en Cromañón o bien hace días en el cruce de barreras ferroviarias en Flores.   

El crecimiento  de la corrupción y la falta de justicia que la sancione en tiempo y forma  está llevando al país a una especie de cleptocracia, vale decir  al ejercicio del poder donde se institucionaliza la corrupción, el nepotismo, el clientelismo político, el peculado,  donde estas acciones delictivas quedan impunes, debido a que casi todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico. Donde desde quien detenta el mayor cargo del Estado hasta sus más allegados como los ministros y asesores amasan grandes fortunas personales y el dinero es lavado o se desvía a cuentas bancarias secretas, por lo general en paraísos fiscales, como encubrimiento del robo.

La corrupción –una forma de inseguridad-  hace que el habitante sufra el robo de sus dineros erogados a través de impuestos, gravámenes, tasas, contribuciones  que es perpetrado por los funcionarios que administran el Estado. Aquellos mismos que deberían cuidarlo -pero lo hacen mal o no lo hacen- de aquellos delincuentes que son los únicos que pueden -si son capturados y no gozan de determinada impunidad- terminar presos. Los de guantes blancos están protegidos por el mismo sistema perverso del que forman parte, por eso no recibirán castigo alguno.    

Hasta que el argentino no reconozca a la corrupción como un robo de sus propios bienes como el que genera lo que él distingue como inseguridad, seguirá acosado por diferentes clases de ladrones, algunos de ellos hasta gozan del privilegio de presentarse como grandes señores por medios de difusión masivos.  


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