martes, 13 de septiembre de 2011

NOTA DE OPINIÓN

TRILOGÍA DE FANTASMAS
-por Carlos del Frade-

(APe).- Desde hace muchos años que el 11 de setiembre es una fecha cargada de fantasmas para los habitantes del sur del mundo.

-No trate de economizar sangre de gauchos. Es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país - escribió Domingo Faustino Sarmiento en una carta dirigida a Bartolomé Mitre después del asesinato del caudillo Angel Vicente “Chacho” Peñaloza, en noviembre de 1863.


Sin embargo, Sarmiento terminó siendo “padre del aula” e “inmortal”, al que siempre le cantarán con gloria y loor, con honra sin par.

Cuando el sanjuanino murió, el 11 de setiembre de 1888, comprendió que le había dejado una fenomenal herramienta cultural a las minorías para justificar el privilegio: civilización y barbarie. Lo de afuera, siempre, mejor; lo de adentro, siempre, peor.

Por la ley de educación laica y obligatoria, la 1.420, en tiempos de Julio Roca, la fecha de su muerte terminó convirtiéndose en el día del maestro.

El fantasma de Sarmiento flota en las aulas del siglo veintiuno. Miles de pibas y pibes no terminan la secundaria a pesar de la lucha cotidiana de miles y miles de maestras y maestros. Así como se miente sobre la contradictoria vida particular de Sarmiento, también se generan hipocresías en relación al sistema educativo argentino. No todos terminan el ciclo ni tampoco las mayorías pueden garantizarse un futuro mejor a partir de las aulas, ese lugar donde debe aprenderse la democracia, según decía el autor del “Facundo”.

La otra montonera de fantasmas que asoman el 11 de setiembre remite al sueño de alcanzar el socialismo por una vía pacífica.

Ese fue el sueño de dignidad que llegó a contagiar a millones de chilenos, Salvador Allende, el hombre que creía como pocos en la clase obrera como partera de un futuro mejor para los que son más en estos arrabales del universo.

No lo dejaron. Las grandes empresas, delincuentes de guante blanco, verdaderos titiriteros, manejaron a los siniestros títeres de las fuerzas armadas y de seguridad e iniciaron la noche carnívora del otro lado de la cordillera de Los Andes, entre bombardeos y proclamas que presentaban a un chacal, Augusto Pinochet.

“Más temprano que tarde se abrirán de nuevo las alamedas…por donde pasará el hombre nuevo”, le dijo Allende en su último mensaje a las mayorías del continente y también del mundo.

Todavía puede escucharse aquel convencimiento, aquel profundo amor por los trabajadores y el destino de un pueblo.

A 38 años de aquel golpe, la convicción de Allende sigue floreciendo en las almas que se enamoran y proyectan el sentido que puebla la palabra futuro.

Pero hay otro grupo de fantasmas que se suman al 11 de setiembre. Desde 2001, cuando las torres gemelas fueron bombardeadas por aviones o misiles, desde adentro o desde afuera, el imperio multiplicó las casi cinco mil muertes por más de cien en distintos lugares del mundo.

Guerras preventivas, nuevo orden mundial, doctrina universal de la seguridad, fueron términos que justificaron invasiones, torturas, violaciones a los más elementales derechos humanos y fenomenales andanadas de mentiras, antes de la mano de los Bush y ahora en boca del actual Premio Nobel de la Paz, Barack Obama.

Trilogía de fantasmas del 11 de setiembre, trilogía de hipocresías, trilogía de resistencias ante lo que se quiere imponer como la única verdad.

Porque detrás del desprecio de Sarmiento hacia los gauchos, en la razón de miles de desaparecidos y fusilados que tuvo Pinochet y en el por qué de cientos de cientos de masacrados por el imperio después del derrumbe de las dos torres; vive la permanente puja de una vida como propiedad privada de unos pocos o el derecho a la felicidad de los que son más. Los permanentes fantasmas del 11 de setiembre. 

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