sábado, 10 de septiembre de 2011

NOTA DE OPINIÓN


SANGRE EN LAS CALLES

Una Argentina en debate: El pibito asesino

 Delincuencia en expansión, cárceles con hacinamiento, sistema carcelario que no reinserta y enorme frustración por la pérdida irrecuperable. ¿Por dónde comenzar el debate? Aqui una ayudita:
por RAÚL ACOSTA (*)


ROSARIO (La Capital). La mesa de los sábados, por cuestiones que no se conocen bien, pero aparecen, ésa mañana se había puesto seria. Hasta Roberto, que nunca arranca en la misma velocidad que los demás, decía lo suyo con vehemencia. El, que siempre disimula, hablaba directamente. Fuerte. Tienen que meterlo en cana con siete cadenas. Recién tiene 14 años, fue la respuesta inmediata. Roberto es un sabio en cuestiones de calle y supervivencia. Esperá que te mate a tu hijo y me decís que solución tenés. Que lo metan en cana con siete cadenas ahora y no salga nunca más. Chau. Listo. Así deben hacerse las cosas.

Todos habían visto el caso del joven, casi un niño, que en un sitio apartado de un país lejano, había matado a otro con tres disparos. ¿Lo conocía, lo hizo adrede, sabía quien era la víctima, fue una diversión? Todas preguntas. Sábado. Estábamos fuera del problema.

El Lalo se metió: tal vez vivía en la calle, nunca se sabe qué códigos usan en otros sitios, el mundo está muy raro.

Sí, Lalo, dijo el Tony, el mundo está raro pero ¿cómo entendés que un pibe de 14 años ande con un revólver matando gente por la calle?

El Lalo carraspeó y ensayó una defensa. Quizás se declaró culpable porque su hermano, de 17, iba preso por reincidente.

Eso es peor, dijo Roberto. Quiere decir que no sólo puede matar, también puede mentir, ser cómplice. Van en cana los dos.

La televisión, en un programa especial, una mini serie documental, había mostrado el caso. Un joven de 14 años, la vida en hogares sustitutos y sitios de residencia para niños con problemas y sin familia, se escapó de su quinto encierro. Buscó a su hermano, salieron de asaltos y, por diversión, mataron a un joven de 19 años que nos le dio una mini moto y un celular. Un tiro en la espalda cuando escapaba y dos para rematarlo en el suelo, cuando se cayó del rodado. Se fueron llevándose el celular. La moto no arrancó.

La mina esa, la asistente social, es una ridícula. En qué cabeza cabe que haya que re educarlo y decir, como dijo, que  no era definitivamente conciente del asesinato. Si vos matás matás, dejate de embromar. Roberto no salía de su ensayo circular. Esa mina tampoco tiene parientes en riesgo, no sale a la calle, no vive donde vive el pibito asesino, porque lo que hizo fue eso, un asesinato.

Lalo buscó variantes. Las leyes contemplan procesos de re educación de los convictos, con más razón si se trata de un jovencito. Evidentemente no tenía firmes las relaciones con la sociedad, lo que dicen las leyes. La educación es posible. Negarle la posibilidad de re inserción al pibito está mal.

Roberto respiró. No había atacado la bandeja con aceitunas negras, regadas con aceite de oliva y ají molido más pimienta negra. No había atacado el vermú. Esta vez su frente de batalla era otro. Tomó un escarbadientes y lo rompió por la mitad. Estaba nervioso.

Lalo ¿vos llevarías a vivir a tu casa a un pibe como ese? Lo dijo mordiendo las palabras.

Lalo atacó un  salamín casero, cortado al chanfle, que pedía que lo terminasen en primera vuelta. Era un salamín sin balotaje. Tendría su merecido. Todos avanzamos como si allí se terminase el mundo. Buen sabor, pan tibio. Manteca. Queso con agujeros. Aperitivo. El sábado es un refugio, un escape, un sitio. El sábado es de otro modo el sol y la lluvia. También las mujeres. A mi, rubias y flacas, ya se sabe. Pero eso no ocupaba la mañana.

Roberto insistió. Se escapó del hogarcito de los curas buenos, se escapó del hogar de los huerfanitos, se escapó de todos lados, de la casa de la tía. Se escapa y mata ¿Que me contás? ¿Lo invitás a tu casa?

Danielito, el doctor, siempre viene una vuelta atrás. Tony lo definía bien: a Danielito confíale la vida en un quirófano, no le pidas que te cruce de calle porque te mata un camión Iveco a todo trapo, tocando esos bocinazos que el Dany  ni oye ni ve. Carraspeó. Habló de parado. Danielito dijo: no hay atenuantes para la muerte. La etiología es valiosa. ¿Por qué mata ese pibe? ¿Es un enfermo en una sociedad sana?¿ Es un caso aislado? ¿Responde a la circunstancias? ¿Imita. Hizo lo que se esperaba de él ? El entorno es importante ¿De qué modo asegurar que los datos que ha tenido sobre el bien y el mal son los correctos? Para la muerte no hay apelaciones. Para las causales les aviso: todo el mundo es parte de la culpa.

Tony, nerviosamente, prendió un cigarrillo. Roberto tose apenas ve el color del tabaco. Siguió con los pulmones enanchados. Je, mirá vos. El dottore Danielito ahora es sociólogo. Cambió la cirugía por el chamuyo vano.

Roberto inspiró, con las manos como aspas apartó la nube de humo de Tony, no tosió y tiró su discurso. La mujer esa que dice que hay que perdonarlo leyó libros pero no vivió en la calle. Daniel, me asombrás. Le cosés la cabeza a los borrachos en las guardias de los sábados a la madrugada. Sangre. Carnacha. Hueso. Realidad. Ahora querés que recemos tres padrenuestro y le digamos nene, no matés mas que es malo para la salud de la sociedad.

La sociedad no se cura con experimentos de más garantías a los delincuentes sino con mejores garantías a los sanos y mejores sitios para los enfermitos de la cabeza, como el pibe ese. Todos los que quieren perdonar no saben dónde meterlo. No hay, en ese país de Morondanga, un sitio para guardar a los casos como este, que son varios, muchos más de los que pensás. Si hacen un programa de tele es porque tienen el veneno dentro. Lo mismo que acá. Pusieron avisos para defendernos de la gripe A cuando había gripe, este año no. No hay gripe.

Muchachos, no hay sitio para los pibes asesinos porque nunca pensaron que los pibes serían homicidas y borrachos y drogones y vendedores de droga y cadetes con bombas. No pensaron. Nunca pensaron y ahora les da vergüenza decir que nunca pensaron. Que armaron una sociedad de imprevistos y urgencias. De chamuyo fácil. Por eso piensan salvarse metiéndonos la culpa a nosotros. Yo no me siento culpable de que ese pibe vaya en cana con siete cadenas. Los jueces tienen las manos atadas con las leyes bondadosas. Que digan la verdad. Que todos digamos la verdad.

Tony apagó su cigarrillo por la mitad. Pura culpa. El Lalo decidió ajusticiar definitivamente al salamín, cortado a expensas de la tabla interna. Daniel pidió el negroni de siempre. Lo esperábamos al “cordobés”, un adulto mayor, desconcertado con lo que pasa, hasta que le tocan el bolsillo. Típico. Tardaba en llegar. Después no querrá pagar su parte. Argumento: comí menos aceitunas. Recontra típico. De manual.

Detrás del mozo, aprovechando que giró para su derecha y se fue a buscar más soda y más papitas con ajo y perejil, un pibito, por la izquierda, con las estampitas, se coló hasta la mesa y dejó en el borde una pila. Cualquier moneda le vendría bien. Zapatillas, una campera que conoció tiempos de gloria y un suéter de otro tamaño. Se fue hasta la otra mesa para repetir la operación. Ni idea, ni idea, el pibito, de cómo lo miramos. En silencio. Nadie tiene idea cómo lo miramos. Nadie tiene idea. Nadie. El pibito menos que nadie.

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(*) Testigo.

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