sábado, 11 de abril de 2015

"NECESITAMOS YA BILLETES DE $1.000"

AGENCIA / ECONOMÍA

 

por MIGUEL ÁNGEL BOGGIANO 

 CIUDAD DE BUENOS AIRES (Carta Financiera). Cuando Federico Sturzenegger recomienda eliminar el billete de $100, su argumento central se basa en que el efectivo facilita enormemente las transacciones de la economía informal.



Ahora bien, si se quiere eliminar la economía informal, hay que tomar las medidas como para que la gente quiera libremente pasarse a la economía formal.

Quitar el billete de $100 haría -es verdad- todavía más dificultosa la vida de la economía informal. Pero, aunque no se trate de facilitarla, tampoco podemos perder de vista que representa el 40% de la economía del país.

Pretender forzar su paso a la economía en blanco sería poner en práctica un ejercicio teórico con pésimos resultados.

 ¿Obligar a que todos los individuos tengan una cuenta bancaria gratuita? ¿Obligar a su uso, exigiendo que ciertos pagos deban hacerse por este mecanismo?

En el año 2000, Cavallo intentó con la Ley 25.345 imponer que toda transacción superior a los $10.000 debía hacerse por transferencia. Sin embargo, ésta sólo se limita a las transacciones en efectivo que después quieran utilizarse como deducciones ante la AFIP.

A los efectos prácticos, los pagos en efectivo superiores a $10,000 entre privados siguen siendo totalmente válidos.

 ¿Permitir que los smartphones operen como posnet? Sería algo fantástico. Pero para eso tendríamos que, primero, tener una red celular que funcione (para tener una única comunicación se realizan 2.7 llamadas en la Ciudad de Buenos Aires).

Pero no sólo eso: las comisiones que cobran las tarjetas de crédito en Argentina son muy altas, principalmente por la inflación. Si un comercio vende un producto con tarjeta, paga 3% de comisión y tiene el dinero recién en un mes. Si quiere el dinero en 48hs tiene que pagar 3% más.

Además de la comisión por venta del 3% que siempre paga a la tarjeta, si vende en cuotas deberá pagar 5% (3 cuotas), 10% (6 cuotas) o 24% (12 cuotas).

Hay además un costo que en muchos otros países no existe: el costo de mantenimiento de la cuenta. Pero aún mucho antes de todos estos argumentos, nuestro billete de más alta denominación no alcanza siquiera el valor de 10 dólares.

Y esto es un sinsentido mayúsculo porque hace impráctica la utilización de los pesos. Basta con ver que en la mayoría de los países del mundo el poder adquisitivo de su billete de mayor denominación ronda los 70 dólares.

¿Qué implicancias negativas tiene esto? La cantidad de billetes que necesitamos tener encima para las transacciones más mundanas aumenta. Aumentan las colas en los cajeros para hacer depósitos y para hacer extracciones. Aumentan los costos de distribución logística del dinero. Aumentan los riesgos de robos, ya que se deben transportar grandes cantidades.

 Sturzenegger diría que todas estas transacciones deberían hacerse de manera electrónica con el objetivo de formalizar a la mayor parte de la economía, lo que permitiría reducir los impuestos y obtener la misma recaudación.

Esta es una afirmación con buenas intenciones, pero con poco realismo. Si los políticos encontraran más actividades en blanco sobre las cuales cargar impuestos, lo único que harían sería aumentar el gasto, y no bajar los impuestos.

No nos olvidemos del "temporario" impuesto al cheque, que ya ha cumplido 15 años. La economía argentina necesita un billete de $1000 por decenas de cuestiones prácticas. Y el motivo de fondo es que se ha acumulado una inflación dramática. Justamente en esos casos, es carísimo pasarse a la tarjeta de crédito.

Y si se quisiera optar por el débito, eso no es algo que se pueda hacer a la fuerza. Cualquier economista sabe que tienen que ponerse los incentivos adecuados para que la gente elija estar bancarizada. Y en Argentina estamos realmente muy lejos de que eso suceda.

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