domingo, 11 de diciembre de 2011

NOTA DE OPINIÓN

Elogio de la voluntad...

-por Alfredo Grande (APe)-

“la cultura represora no deja de intentar que la voluntaria aceptación de la esclavitud sea vivida como un acto de libertad”
“Hay miedo a la libertad pero no hay pánico a la esclavitud. Sonamos.”  
(aforismos implicados)

Carla fue a la comisaría y realizó la denuncia, donde un médico constató la penetración violenta. Marcelo fue detenido y acusado por la fiscal de “abuso sexual agravado por el uso de armas”. Pero camino al juicio oral, Carla pidió al abogado defensor visitar al agresor en prisión. “Eso motivó un trámite judicial, un pedido de excepción porque la víctima no puede verse con su victimario”, dijo Armando Agüero. La Cámara del Crimen, tras varias pericias autorizó los encuentros. “Desde junio, lo empezó a visitar todos los días”, dijo Agüero. Le llevaba comida y ropa limpia y le retiraba la ropa sucia.
 
El abogado Agüero solicitó un avenimiento, es decir que Carla renuncie a la acción penal. Ella pidió “superar esta situación para iniciar una vida en común, en familia y en matrimonio con Marcelo y nuestro hijo”. Lo hizo ante la Cámara Criminal de Pico: este tribunal rechazó el pedido porque no le creyó a Carla. Después se presentó una apelación ante el TIP integrado por los jueces Pablo Balaguer, Carlos Flores y Gustavo Jensen. Y mientras se tramitaba, Carla y Marcelo se casaron por civil el 28 de octubre.

 
Balaguer fue el juez que se opuso porque “la víctima está en inferioridad de condiciones”. Calificó de “novelesca” la versión de Marcelo y dijo que el matrimonio él lo tomaba “con el único y excluyente objetivo de adquirir la libertad”. Flores y Jensen aprobaron el avenimiento. Consideraron que Carla decidió en forma libre y voluntaria y que “la simple voluntad de la víctima puede evitar la persecución”. Marcelo quedó en libertad el último viernes y según trascendió la pareja ahora pidió fecha y en unos días se casará por Iglesia.http://www.clarin.com/sociedad/



(APe).- Hace algunos años, Carlos del Frade fue uno de los presentadores de mi libro: “Psicoanálisis Implicado 3: del diván al piquete”. Fue en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de mi querida Rosario. Contó que cuando el menemismo estableció el denominado “retiro voluntario”, profesionales psicólogos entrevistaban a los afectados y que una de las líneas de trabajo era preguntarles por qué pensaban que habían sido retirados. O sea: transformar una política en un conflicto individual. Logro notable de la cultura represora, que logra hace siglos este reduccionismo devastador. Es una de las formas más sutiles de la impunidad. Ya no es el modo de producción económico social el responsable de mi retiro “voluntario” sino que tengo que descubrir la parte que me toca en esa decisión. Y la parte que me toca tiene nombre y podríamos ponerle apellido: culpa castigo. Entonces, lo voluntario es apenas el voluntariado del sometido que para no sentir culpa y apaciguar el castigo, sostiene aquello que lo degrada. Porque peor que estar degradado es ser para la nada, y aunque la sarna pique, algún gusto hay que encontrarle. Entonces la cultura represora como la araña teje una tela que cuanto más nos esforzamos en romper, más nos aprieta. Y de un lugar al que no podemos acceder en forma individual: nuestra propia subjetividad sometida. Por eso el paradigma del “cambiar para que nada cambie” es la entrevista individual, la que utilizaron los colegas psicólogos. Lo individual o sea, el sujeto en condiciones de aislamiento, naufraga en su ansiedad más primaria: confusión, persecución, melancolía. Y sabemos que ante cualquier naufragio, no miramos la marca del salvavidas. La derecha genera naufragios porque sabe que no habrá ninguna evaluación exhaustiva de la calidad del socorro que ofrece. En la actualidad, lo voluntario como categoría política ha regresado para dar cuenta de la renuncia voluntaria a los subsidios. Palabra que no es neutral y que ha sido utilizada en tarifas de servicios, en transportes públicos para martillar sobre la vocación benefactora del Estado. Subsidiar, Asignar, Recaudar. Tres en Uno para sintetizar el Modelo K. Bendecido por un premio nobel de economía, queda poco para discutir. Pero ese poco es fundante. Y como sostengo que “la diferencia entre poco y nada es mucho”, sostengo que es necesario atravesar la nada de la más absoluta obsecuencia y enfrentar y afrentar ese “poco que es mucho”.  Por ejemplo: romper el sentido único de lo voluntario como sinónimo de libertad de decidir. Cuando se habla hasta el hartazgo de “voluntad política”, en realidad se escamotea, se esconde que el fundante de esa voluntad es la ideología. Pero la ideología tiene pésima prensa, porque estamos en los tiempos de la modernidad líquida y las fronteras borrosas. Y cuando la ideología queda ciega, sorda y muda, ejerce una feroz tiranía sobre las conductas humanas. Algunos llaman a esto Razón de Estado, pero es una denominación miserable. Porque si fuera cierto que el estado somos todos, entonces tendría multiplicidad de razones, y muchas enfrentadas entre sí. Justamente la Razón, siempre represora y disciplinadora, es evidencia suficiente de que no todos somos el Estado. La ilusión que en realidad es alucinación de decidir si sostenemos el subsidio o renunciamos a él, es el marchito retoño de una voluntad popular degradada al extremo límite del individuo aislado que como piensa, cree que existe. No faltará el que diga, en el mejor de los casos, que tiene que verlo con su analista. En el peor, que ante tanta notoriedad que renuncia, quien es él o ella para sostener el injusto subsidio para los malditos consumistas clasemedieros.  Ahora: ¿alguien entiende los ítems que componen una factura de luz, gas, telefonía? Llena de ítems diversos, que en una factura de Edesur elegida al azar llega a 11, incluido el aporte para la Provincia de Santa Cruz, su análisis preciso demanda tiempo y esfuerzo que ni siquiera para escribir este artículo decido realizar. Reconozco que con los recibos de sueldo pasa lo mismo. El consumidor final paga al final de cuentas las cuentas sin saber demasiado bien que paga. Lo que tampoco sabe es que si hay subsidio por izquierda (mano social del Estado) es porque le están sacando por derecha (mano recaudadora del Estado) Del IVA ampliado del 21 % para todos los consumos no podemos renunciar. Sería bueno que cuando llegamos a la caja del supermercado, que es un buen ejemplo de los súper poderes del mercado, dijéramos: “descontame el 21% porque renuncio al IVA”. ¿No somos todos el Estado? Empecemos a ejercitarlo. Ahora mal: decir en un fallo judicial de apelación que “la voluntad de la víctima puede hacer cesar la persecución (del victimario)” es algo más que un exceso en legítima voluntad. Carla es analizador de lo que escribí en el trabajo “Del abuso sexual del niño al abuso político del adulto”.1 Violación sexual ratificada por la violación de sus derechos. Ignorando que la victimización es un proceso por el cual la víctima puede creer que tiene la voluntad de no acusar al victimario. En otro de los excesos de la cultura represora, esto se ha llamado “Síndrome de Estocolmo”. Pero es el colmo que se use siempre como amparo de la impunidad. No se trata de que Carla en forma individual busque justicia. No faltará quienes lo cuestionen diciendo que eso es venganza. En forma individual muchas veces buscamos lo injusto porque nos da un marco de seguridad, especialmente cuando el sujeto está funcionando en la lógica denominada “estrategia de supervivencia”. Pero cuando un “Alto Tribunal” no puede (en realidad no quiere y no le importa) diferenciar entre avenimiento y sometimiento, está haciendo un elogio de su voluntad que en realidad es un elogio de la voluntad del victimario. Desestimar la acción penal mediante el casamiento, pone en evidencia la perversión de utilizar una institución que se  proclama como garante del amor, en  custodio de la crueldad.  Carla se casa y es cazada por las instituciones de la cultura represora. Violada en su cuerpo y en su derecho. Voluntad marchita que da cuenta del marchito deseo que pretende sostenerla. Carla ha renunciado porque le han hecho renunciar a otro humano derecho la dignidad. No pudo endurecerse pero además ha perdido la ternura. El mandato de amar al victimario no es amor. Es una caricatura grotesca y siniestra. Una forma de suicidio encubierto mucho más importante que cualquier subsidio. Si Carla fue obligada con la dulzura amarga de las leyes a renunciar ¿qué nos impide renunciar a nosotros? Justamente eso: que se nos pide renunciar voluntariamente. Ocultando que la voluntad del Estado es que yo renuncie voluntariamente.  A publicidad de parte, relevo de prueba. Cuando Erasmo publicó su Elogio de la Locura (en realidad de la estupidez) se adelantó a las zonceras que publicó Jauretche. Deseo que la construcción del alucinatorio social de la renuncia pueda ser pensado como una estupidez, una zoncera y su elogio como la táctica irónica de enfrentarlo. La cultura represora hace siglos que predica que la conciente y voluntaria aceptación del sometimiento es un acto de libertad. Pero nuestro inconciente histórico social tiene razones que la conciencia no entiende. He ahí lo que llamo esperanza.


1 Alfredo Grande compilador y autor. “Sexualidad Represora” Editorial Topía.
 

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