viernes, 23 de diciembre de 2011

NOTA DE OPINIÓN

CRISTINA Y EL PERONISMO

Alpargatas no, libros tampoco

"El peronista tradicional sabe un secreto que le sobresalta. CFK está subida al peronismo. Por el peronismo llega al poder. Su proyecto es el mismo que tuvo al primer marxismo ventanero (Cooke) y los de la patria socialista del ’70. Cristina no es marxista pero el materialismo se cuela en las vertientes ejecutoras de su entorno", afirma el autor.
por RAÚL ACOSTA (*)
             
                                             
ROSARIO (La Capital). Las primeras manifestaciones masivas anti-peronistas fueron  organizadas por el movimiento estudiantil, bajo el lema de "abajo la dictadura de las alpargatas". Las manifestaciones obreras que apoyaban las leyes laborales que iba promoviendo Perón, contestaban "alpargatas sí, libros no”.

Desde aquellos tiempos, cuando comenzó esto que todavía vivimos (en Argentina vivimos inmersos en el peronismo y sus diversas formas de representar la sociedad) viene con nosotros una pelea que a veces se disfraza, parece que se olvida pero ahí está: presente. Los intelectuales y la mirada popular. El diferente comportamiento es uno de los grandes desencuentros argentinos. Acaso tan profundo como unitarios y federales.

Lo novedoso de Perón, generador de un hecho social sin precedentes, consistió en arrebatar banderas inconclusas, deshilachadas y contribuir a un hecho insoslayable: se venían los tiempos del reconocimiento a la clase obrera. Perón tiene un eje: con los obreros se construye un país. Las sociedades dependen de las fuerzas del trabajo. Su reconocimiento era una estricta necesidad. Una moción de orden.

Distracción de los anarquistas, los socialistas, los impecables burócratas del partido comunista y  gentileza de un radicalismo ensombrecido. Llámele hache. Con la juventud de todas partes, el apoyo de un sector del ejército y los anhelos populares del arrabal porteño, donde convivían las últimas migraciones inclasificables y el primer aluvión de provincias inviables, Perón se alzó con el puente levadizo, el castillo, las banderas, las esperanzas y la canción. Viva Perón, viva Perón. Tomó ciudadela y territorio.

Es imposible suponer otro país. Este es el que tenemos, esto es lo que somos. Después del ’43, después del ’45, después de febrero del ’46. Después de las leyes y la profunda reforma social que atraviesa Argentina con, por, desde Perón.

Desde aquel origen a esta pulseada por contar la historia de otro modo han pasado muchas cosas. Dolorosas. Terribles. Algo, sin embargo, refulge. Peronismo.

Cuando la viuda dice que su gobierno es más importante que el de Perón todos sabemos que puede decirlo porque existió Perón. Todos lo sabemos pero pocos se lo recuerdan. Nada posterior es posible sin el originante. Y todos sabemos que su yerro es histórico, es el de los intelectuales que miraban otras luces que encandilaban (París) mientras Perón y los cabecitas pedían trabajo, pan, justicia social.

A los peronistas les provoca repulsión el ataque a Perón. A la clase iluminada no. La izquierda divina vive a orillas del Sena, Puerto Madero, calle Juana P. Manso de Norhoa o Juana Azurduy, al fondo. Perón es un cabecita sudaca. Descartable.

Uno de sus anhelos fue construir el  empresariado de la burguesía nacional que su proyecto necesitaba. Quedó en anhelo. El “gallego” Miranda fracasó. A la vuelta de los años José Ber Gelbard también fracasó. No comparo a De Mendiguren con aquellos. No había, no hay una burguesía nacional empresaria. Los golpes militares quitaron el tiempo de maduración que acaso la hubiese fabricado. Acaso. El titular de la UIA es un sujeto lleno de timbres de alarma. Deberíamos mirarlo y después leer las medidas económicas de 2011/ 12. De Mendiguren es el olvido de todos los parlanchines K. Enturbia cualquier discurso laudatorio para con la viuda. Moyano sólo tendría que decir, si lo aconsejasen bien:”Opino distinto a De Mendiguren”.

En el gremialismo y en Moyano como su exponente, se resume aquella pelea sobre la influencia canónica de las alpargatas. Toda la inteligencia liberal, finisecular, contra todo el sector obrero. La inteligencia abominaba de Perón y su distribución de la riqueza, su enunciado de justicia social y su autorización a la revancha. El gremialismo desconfiaba de los instruidos y sus desviaciones elitistas. Es lícito sostener que con los genes peronistas viene la contradicción que hoy expresan los sectores empresarios, la izquierda divina, naturalmente aliadas y la CGT, columna vertebral del Movimiento. “El partido es una herramienta electoral, muchachos”.

El punto de la historia en que el peronismo llega a la vida real, a nuestra verdadera historia nacional y popular, tiene al “fascio” en la página anterior. Resultó sencillo resumirlos para quienes miraban París antes de analizar Argentina. Los intelectuales entraron en el esquema. A los de la clase obrera organizada les llegó otra cosquilla: ni yankis ni marxistas, peronistas. No fue slogan, era  miedo a la profecía autocumplida. Hoy el peronismo marcha por la trocha de los yankis y con el sobrante del marxismo dentro, interpretándolo.

Existencia. Espacio. Leyes obreras. Una Constitución diferente. Una alícuota del poder político. El peronismo alteró la biblioteca. La izquierda divina discutía prioridades. Un orden de importancia desde la panza llena. El obrero peronista, sin rigor intelectual entendía, entendió, entiende desde la más exasperante realidad. Panza. Bolsillo. Derechos. Voz. Mando. La contradicción es un facto entre la clase obrera y el intelectual.

La viuda, con todos sus discursos aprendidos no es, al cabo, una intelectual. No es el desarrollo del pensamiento lo fundamental en su vida. Ejerce. La viuda  no piensa sino que regurgita. Soñar que desarrolle teoría es eso, un sueño. Esperar que en sus actos y discursos seriales aparezca la admisión del pensamiento crítico es elogiarla demasiado. No es, no fue, no será una pensadora. Es una ejecutora. Buenísima, si cabe decirlo.

El peronista tradicional sabe un secreto que le sobresalta. CFK está subida al peronismo. Por el peronismo llega al poder. Su proyecto es el mismo que tuvo al primer marxismo ventanero (Cooke) y los de la patria socialista del ’70.  Cristina no es marxista pero el materialismo se cuela en las vertientes ejecutoras de su entorno.

El rigor impone un reconocimiento. Ni bien ni mal. Es así. El marxismo siempre estuvo en la piecita de atrás del  movimiento popular. Es justo. Se entiende. El sueño de la revolución del proletariado está a la vuelta de cualquier manual. Cómo pensar que el marxismo no se sumaría. La tesis foquista, como una luz mala, fue la irrupción que iluminó América. La convivencia del marxismo, la tesis de los múltiples vietnam’s y el peronismo original, tildado de fascista, coexistiendo en una patria socialista que exige revancha por la postergación y la humillación pública (1º de mayo de 1974) no se logra acomodar ni en una ensaladera de plata. Esa es la ensaladera donde se alimenta Cristina. Nadie cree en una convivencia pacífica.  

Los díscolos del 49/52 junto a los jíbaros del ’70 y la biblioteca completa de Europa montada sobre la boina torcida del CHE. Se comprende que salude con una sonrisa a los líderes barriales y a los industriales. Todos los días, por el mismo canal. El piquete y el premio por productividad no escuchan la misma melodía.

La viuda vivió a la sombra de un ejecutor. Néstor Kirchner. La Coordinadora dejó flaco de herencia a Raúl Alfonsín. Después del muñequito de torta (Menem) de personajes de comedia (Reutemann, Scioli, Macri, De la Rúa) de quienes sin dar la talla se la creían (Duhalde) lo más importante de Kirchner no se reconoce. Néstor Kirchner asumió el drama. Basta de la liviandad de un vaudeville. Era una hipocresía la comedia que se representaba. Kirchner restituyó la autoridad del que manda. Eso fue básico. El peronismo volvió a respirar. Querido o no, un jefe que manda torna vertical el sistema (de mandos) Eso al peronismo le resulta música celestial. Otra vez la marchita.

Con la base popular se toma el poder. Las vanguardias ejecutan. Perón desbarató todos esos intentos. Perón está muerto. Kirchner también pero dejó dos señales. Barones bonaerenses y CGT. La CGT antes que CTA es un movimiento demasiado obvio como para olvidarlo o no reconocerlo. Kirchner no consagró CTA. No liberó los sindicatos. Kirchner fue tan duramente peronista que su sistema de mando aún es monolítico. Militar. Kirchner fue menos que un intelectual y mucho menos que un  teórico. Fue un general con el portafolio lleno de órdenes a cumplir y territorio a patrullar.

Kirchner debe ser estudiado otra vez. Los MdeC son empresas que dialogan con el poder de igual a igual. Son una alícuota importante del poder. Desenmascaró ése diálogo. NK actualizó doctrinariamente, tal vez sin proponérselo, al peronismo.

La dura contradicción del peronismo y la sociedad argentina acaso se ilustra con la frase atribuída a Manzi: “Antes que un  hombre de letras preferí escribir letras para los hombres”.

El mismísimo Perón obliga a “la miradita teórica”. Primero ganamos con  los hombres, contra todos los medios de comunicación (1946). Después ganamos con las mujeres (referencia al voto femenino, 1952). En el 55 nos echaron y teníamos todos los medios a favor. Finalmente ganamos con la juventud (en referencia a las movilizaciones que terminaron con el luche y vuelve de 1973) Nunca dijo ganamos con la vanguardia ilustrada, los grupúsculos esclarecidos mansos y/o violentos y los cenáculos. Mucha cháchara, pocos votos. Hoy insultan a Moyano.

En el conteo de razones (hombres, mujeres, juventud maravillosa) la viuda puede atribuir su triunfo a la clase media, encolumnada tras su economía. Tendrá que demostrarlo sosteniendo los amores de la clase media. Y abandonar la discusión sobre Perón y su importancia histórica. La clase media no lee ni escucha ni sintoniza el mismo canal.

(*) Testigo.


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