viernes, 8 de mayo de 2015

LAS RUINAS DEL MACHU PICHU

SOCIEDAD / TURISMO 


En lo alto de los Andes peruanos, la ciudadela de Machu Picchu parece suspendida en la niebla de las montañas. Precariamente erguida en un crestón rocoso con hondos precipicios a los lados, esta ciudad de una raza extinguida hace mucho fue descubierta apenas en el siglo XX, 400 años después de su caída. 



Encajonada entre las cumbres por encima del Urubamba, Machu Picchu resulta invisible para cualquiera que desconozca su ubicación. El centro de la ciudad se corresponde con una pequeña meseta donde se encuentra la Plaza Sagrada, flanqueada por los templos principales y las casas más espaciosas.

En las laderas a su alrededor, se hallan las terrazas de cultivo que abastecían en su día a sus pobladores. En total, se han descubierto cerca de doscientas construcciones de piedra, y los arqueólogos calculan que, en sus días de esplendor, debió albergar unos mil habitantes.

El agua de la urbe procedía de manantiales situados detrás del Machu Picchu y se distribuía en varios niveles a través de estanques y fuentes rituales. Estando en un lugar de difícil acceso, Machu Picchu era defendida por su protegida ubicación, que también colaboró en mantenerla escondida durante tantos siglos.

Se cree que fue construida hacia 1450 d.C. que estaba habitada por unas mil personas, mayormente sacerdotes y familias de alto rango con sus servidores.

Machu Picchu es el monumento emblemático del Perú. Fue descubierta en 1911 por el arqueólogo inglés Hiram Bingham, se trata en verdad de uno de los conjuntos monumentales más imponentes e impresionantes del planeta, con toda justicia reconocido Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Escondida entre los riscos y la vegetación frondosa, la antigua ciudad de Machu Picchu permaneció secreta hasta el siglo XX, y ni aún los conquistadores españoles, en su búsqueda de tesoros, la supieron hallar.

Machu Picchu estaba quieta, inhabitada y silenciosa entre las nieblas de las montañas peruanas con sus secretos ocultos desde que fuera abandonada ya antes de la conquista. Para llegar allí hay que aventurarse por un sendero sinuoso que sube hasta la cima de la montaña, bordeando abismos impresionantes.

El ambiente es el típico de la jungla hasta que se llega a una altura en que la vegetación decrece, permitiendo entrever, por primera vez, a unos trescientos metros más arriba, las ruinas de los antiguos edificios. Sin embargo, para alcanzarlos, es preciso afrontar todavía una empinada escalinata.

Pero vale la pena subir por tan larga escalera, pues a su término se desemboca en el Intihuatana y en la Plaza Sagrada. Mejor dicho, primero en la plaza (que es el centro urbanístico de la ciudad) y luego en el Intihuatana.

En quechua, es decir, en la lengua del imperio inca, inti significa "sol" y huatana "vinculado".

Intihuatana, por lo tanto, quiere decir "el lugar donde el Sol está vinculado": el observatorio astronómico provisto de un gran reloj solar. Este no es el único edificio importante. En la plaza se encuentra también el templo del Sol: un edificio triangular, sin techo (quizás no había techos, o quizás eran de materiales perecederos), formado por bloques gigantescos, algunos de los cuales miden cuatro metros y medio de anchura por dos y media de altura.

Machu Picchu era una ciudad fortaleza de los antiguos incas, sobre una montaña entre dos picos, 80 Km. al noroeste de Cusco, Perú.

 Las extraordinarias ruinas precolombinas comprenden 13 Km. cuadrados de construcciones de piedra unidas por 3.000 escalones. Cómo se consiguió transportar bloques de este tamaño hasta la cima de la montaña, y además ensamblarlos tan perfectamente hasta el punto de no dejar el más mínimo intersticio entre ellos, es no sólo un problema para el hombre de hoy, sino hasta un misterio.

Y mucho más teniendo en cuenta la simplicidad de las técnicas utilizadas por los incas. El arrastre de los materiales —todos ellos procedentes de canteras situadas a más de 30 Km. de la ciudad, con puntos de acercamiento de siete kilómetros para algunas partidas— se hacía mediante rodillos, sobre los que se desplazaban las rocas sin la ayuda de animales de transporte.

Todo se hacía a fuerza de brazos, tirando de cuerdas atadas a los salientes de las mismas piedras. Y esto era sólo el principio. Al llegar a la obra, los bloques tenían que ser tallados y perfilados, operación que se hacía con instrumentos de piedra y algunos de cobre o de bronce.

Luego había que "adaptar" un bloque con otro, lo que se conseguía después de un largo trabajo de desgaste o de frotación entre ellos, hasta que las respectivas superficies quedaban perfectamente encajadas. Tanto es así que, a menudo, se ven todavía piedras más grandes colocadas en medio de una corona de piedras menores, y ello, precisamente, porque los operarios ponían en movimiento estas últimas piedras raspándolas contra las piedras mayores después de haber esparcido entre los dos bloques una fina capa de arena mojada que servía de abrasivo

Esta ciudad no sólo comprendía las casas, sino también un considerable número de terrazas para usos agrícolas. Ese era también un trabajo ingente, ya que la tierra necesaria había sido "importada" de otras regiones y depositada allá arriba para permitir el cultivo de patatas, verduras, forrajes e incluso maíz (el cual, al no poder madurar a causa de la elevada altitud, se utilizaba para alimentar al ganado).

En cuanto al agua, suministrada en cantidades copiosas por un manantial, era recogida y almacenada en grandes depósitos excavados en la roca. Los campos no tenían gran extensión, síntoma, o causa, de la limitada población de la ciudad-fortaleza, la cual no tendría más de nueve mil almas.

Quizá haya sido la última fortaleza INCA después de la conquista española. Estaba virtualmente intacta cuando fue descubierta por Hiram Bingham en 1911.

Bingham (1875-1956) fue un arqueólogo y estadista norteamericano nacido en Honolulú, Hawali. Fue gobernador de Connecticut (1925) y senador (1925-33).

Ciudad fortaleza: El Huayna Picchu preside las ruinas de Machu Picchu, en lo alto de la cordillera andina sobre el río Urubamba. La grandeza de los edificios sugiere la posibilidad de que fuera un resguardo montañoso para la aristocracia de Cuzco, capital inca, atendida por una población permanente de siervos y agricultores.

En las cuidadosas relaciones de los conquistadores españoles posteriores a la caída del Imperio Inca, en 1533, no se menciona a Machu Picchu, de modo que los motivos de su decadencia se basan exclusivamente en suposiciones.

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