martes, 9 de diciembre de 2014

PARA MANEJAR, LAS MUJERES TOMAN MENOS RIESGO

AGENCIA / INFORME ESPECIAL


MADRID (UGRdivulga). En un artículo publicado en la revista Transportation Research Part F: Traffic Psychology and Behaviour, los investigadores han analizado cuáles son las diferencias más significativas que existen por sexos en los principales eslabones de la cadena causal que determina la morbi-mortalidad por accidentes de tráfico en adultos jóvenes en España.



Para llevar a cabo este trabajo, los científicos analizaron una muestra formada por 1.574 estudiantes universitarios que completaron un cuestionario donde se evaluaban los patrones que siguieron en las distancias recorridas, el uso de dispositivos de seguridad, los comportamientos de riesgo al conducir y su implicación en accidentes de tráfico.

Además de los aspectos ya señalados, los resultados de esta investigación mostraron que los hombres se describen a sí mismos como “mejores conductores y reconocen conducir a mayor velocidad” respecto a las mujeres.

Como explica el autor principal de este artículo, Eladio Jiménez Mejías, profesor del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UGR, “el conocimiento de estas diferencias al volante por sexos podría contribuir a orientar adecuadamente las estrategias preventivas de este importante problema de salud pública en población joven”.

Jiménez destaca que las lesiones de tráfico son uno de los problemas de salud donde las diferencias de género son más evidentes, si bien, paradójicamente, el efecto del género en cada uno de los eslabones de la cadena epidemiológica causal de las lesiones por tráfico (sic) aún no se conoce de forma completa. A la luz de los resultados de este trabajo, el investigador de la UGR apunta que “el sexo masculino se asocia más a menudo con todos los factores de riesgo de accidentes de tráfico”.

Hablar por teléfono móvil puede ser más peligroso 

 En tanto, un dato muy llamativo: la telefonía móvil por quien en ese momento al volante de un vehículo en marcha entraña un aumento notable del riesgo de sufrir un accidente. Eso llevó a algunos a plantearse que hablar con un ocupante del vehículo quizá ejercía la misma influencia negativa en el conductor si le distraía en la misma magnitud. En algunos casos es evidente que sí.

Está claro que un niño en plena rabieta en un asiento trasero del automóvil o chillando y alborotando de otras maneras puede desconcentrar peligrosamente a la persona que esté al volante. También resulta muy peligrosa la mala costumbre que algunos conductores tienen de girar la cabeza con el vehículo en marcha para mirar a su interlocutor en el asiento del copiloto en vez de no apartar la vista de la carretera.

Pero si se toman en consideración solo los casos en los que el interlocutor es lo bastante maduro o responsable, y el conductor no aparta la vista de donde no debe, ¿realmente es peligroso hablar con alguien que, por ejemplo está en el asiento del copiloto?

Se asumió que el interlocutor, si mira a la carretera como el conductor, algo que es más fácil que pase en un automóvil que en un autobús, y desde el asiento del copiloto que desde cualquier otro destinado a pasajeros, tiende a callarse, sobre todo si es adulto, cuando se produce o se avecina una situación que exige la máxima atención en la persona que está al volante, a fin de no provocarle distracciones peligrosas, e incluso si dice algo puede que sea para advertirle de un riesgo inminente, lo que le supondría una ayuda extra al conductor. 

Ahora una nueva investigación corrobora lo que decía la sabiduría popular y respalda las conclusiones de algunos estudios previos. El equipo de John Gaspar y Arthur Kramer, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, Estados Unidos, y Kyle Mathewson (ahora en la Universidad de Alberta en Canadá), ha llegado a la conclusión de que hablar mientras se conduce es más seguro si se hace con alguien que ve lo mismo que el conductor.

Si además el interlocutor sabe conducir y lo hace de manera habitual, le será más fácil evitar hacer cosas que distraigan peligrosamente al conductor.

Los experimentos realizados por estos investigadores son muy claros al respecto:

Prepararon cuatro escenarios de conducción: un conductor solo en el simulador, un conductor hablando con un pasajero en el simulador, un conductor hablando mediante un teléfono celular de manos libres con alguien en un lugar lejano, y un conductor hablando mediante un teléfono celular de manos libres con alguien en un lugar lejano pero que a su vez podía ver al conductor y observar lo que este tenía enfrente a través del parabrisas delantero mediante videófono.

Los conductores (todos los participantes eran estudiantes en edad universitaria) se enfrentaron a una situación en autopista bastante complicada, que implicó circular entre muchos otros vehículos, cuyos conductores actuaban de maneras nada predecibles.

Los investigadores hicieron un seguimiento de los movimientos laterales de los conductores del estudio, de la distancia respecto a los otros coches, la velocidad, las colisiones, y la habilidad de saber encontrar y tomar una salida indicada.

Conducir solo resultó ser la opción más segura, lo que concuerda con las conclusiones de investigaciones anteriores.

Conducir hablando con un pasajero era algo un poco más peligroso, aunque solía ser más útil para localizar salidas de autopistas y memorizar la información de los carteles indicadores.

Como se esperaba, hablar mediante teléfono móvil mientras se conducía fue la más peligrosa de las situaciones.

Hablar con alguien que no tiene ningún conocimiento de lo que está pasando dentro o fuera del coche triplicó o más las posibilidades de una colisión.

Los resultados más interesantes, sin embargo, aparecieron en al cuarto escenario de conducción, cuando un conductor hablaba con alguien que no estaba en el coche pero que podía observar la cara del conductor y la panorámica al otro lado del parabrisas, a través de un videófono.

Los conductores tenían menos probabilidades de verse implicados en una colisión cuando el interlocutor remoto podía ver lo que tenían delante.

Y este beneficio parece producirse específicamente mediante cambios en la forma en que los interlocutores le hablaban al conductor.

Ver a este último y observar lo que estaba ocurriendo en el tráfico durante la conversación permitió a la persona al otro lado de la línea telefónica dejar de hablar, por ejemplo, cuando algo inesperado ocurría en la carretera, o avisar al conductor de una situación que podía ser peligrosa.

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