miércoles, 8 de junio de 2011

LAS MUJERES AL FRENTE


Crecimiento en jefatura femenina de hogares pobres

La crisis económica y los cambios sociales, han llevado a que las mujeres se sumerjan cada día más en el mundo del trabajo y aumente el número de ellas que se han convertido en jefas de familia. La cara de una realidad que aumenta con el correr de los años


La Argentina durante cinco años (2003-2007), creció a más del ocho por ciento anual, generando una riqueza nunca vista desde el comienzo de la democracia allá por 1983, sin que la redistribución de la misma haya llegado a aquellos que más lo necesitan, que según las últimas encuestas más serias, supera a más de la mitad de la población argentina.

Una situación social la que se vive en nuestro país, que si no se hace nada en forma urgente desde las autoridades responsables de llevarlo adelante, puede estallar en cualquier momento. Mientras tanto, a la espera de soluciones concretas a su situación de hambre y miseria, hay millones de argentinos que se sumergen cada día más en la marginación absoluta, sin que se pueda soñar un futuro mejor, y donde quien termina perdiendo es la sociedad argentina, cuyas ansias de ver un país en crecimiento y con justicia social se encuentra muy lejano.

La crisis y los distintos cambios que se han vivido a nivel social en el país, han llevado a que la mujer asuma un papel central en la vida de los hogares, convirtiéndose de un sujeto pasivo hace décadas atrás, a ser un acto sumamente activo en los últimos 20 años, llegando a ser jefas de familia de cuyo sueldo se mantiene todos los miembros que tiene a su cargo.

Un informe elaborado por el Análisis de la Situación de Población en la Argentina (ASP), realizado por un equipo de investigadores/as del Centro de Estudios de Población (CENEP) a solicitud del Fondo de población de las Naciones Unidas en Argentina (UNFPA), analiza toda la problemática laboral entre los jóvenes y adolescentes.

El UNFPA, es una agencia de cooperación internacional para el desarrollo que promueve el derecho de cada mujer, hombre y niño a disfrutar de una vida sana, con igualdad de oportunidades para todos. El UNFPA apoya a los países en la utilización de datos sociodemográficos para la formulación de políticas y programas de reducción de la pobreza, y para asegurar que todo embarazo sea deseado, todos los partos sean seguros, todos los jóvenes estén libres de VIH/SIDA y todas las niñas y mujeres sean tratadas con dignidad y respeto.

Dicho informe indica que la presencia creciente de la jefatura femenina en los hogares particulares urbanos es un fenómeno de larga data en la Argentina. Según datos del INDEC (2003), ella se había incrementado del 23 por ciento en el año 1991 al 26 por ciento en 1997 y al 29 por ciento en 2001, lo que significó un cambio del 23,7 por ciento en esos diez años. Pero, según la misma fuente, el incremento fue sensiblemente más importante en el conjunto de los hogares de menores ingresos per cápita familiar, donde la jefatura femenina aumentó su peso relativo en un 75 por ciento entre ambos extremos de la década, pasando del 14,5 al 25,3 por ciento de los hogares en el primer quintil.

Lo datos muestran que la tendencia se ha mantenido hasta el presente, pues en 2006 la presencia femenina en la jefatura de hogar ya alcanzaba el 31,4 por ciento del total de hogares particulares urbanos y, aunque su peso relativo había crecido prácticamente en todos los niveles de ingresos, el incremento sin duda más importante fue el que ocurrió, otra vez, entre los hogares más pobres, donde los encabezados por mujeres pasaron a representar el 30,9 por ciento de los hogares en el primer quintil de ingresos per cápita familiar, lo que significó un incremento del 22,1 por ciento en cinco años, contra el 9,4 por ciento observado en el total.

La importancia creciente de la relación entre jefatura femenina de hogar y vulnerabilidad a la pobreza se hace más evidente en aquellos hogares donde la jefa mujer es además la principal perceptora de ingresos. Mientras que la distribución según ingresos familiares per cápita de los hogares en los que el principal perceptor es un jefe varón mantuvo entre 1996 y 2006 un peso relativo de alrededor del 45 por ciento en el primer tramo de ingresos –una proporción que coincide prácticamente con el promedio general–, en el mismo período los hogares cuyo principal perceptor de ingresos es una jefa mujer tendieron a concentrarse en el primer tramo, pues las familias de bajos ingresos pasaron del 43 al 52 por ciento de esta categoría.

Dicho de otro modo, y a diferencia de lo que arrojaban las medidas de pobreza basadas en los ingresos a comienzos de los años 90, en la Argentina urbana se ha comenzado a encontrar signos directamente identificables de mayor incidencia de la pobreza en hogares encabezados y sostenidos por mujeres respecto de aquellos encabezados y sostenidos por hombres.
Si la principal estrategia económica familiar consiste en la actualidad en movilizar más miembros del hogar al mercado de trabajo, es claro, entonces, que la ausencia de un cónyuge varón y, en general, de otro adulto en el hogar resulta una mayor vulnerabilidad social de los hogares que dependen económica y afectivamente de una mujer sola con hijos menores.

El informe del UNFPA dice que la doble necesidad de desempeñar un trabajo remunerado fuera del hogar y de conciliar esta responsabilidad con el desempeño de las tareas domésticas y el cuidado de los niños enfrenta a las jefas a condiciones mucho más duras que las que aquejan a las parejas que pueden compartir o dividirse estos roles. Si esto es cierto para las mujeres de todos los sectores sociales, el problema es mucho más acuciante para las jefas de menores recursos. Escasamente calificadas para competir en un mercado laboral cada vez más selectivo, raramente obtienen ingresos suficientes para brindar a sus hijos un nivel de vida digno y oportunidades educativas que les permitan aspirar a mejores condiciones en el futuro. La tasa de desempleo de las jefas de hogar es más alta que la de los jefes varones, especialmente en las edades reproductivas y de crianza, y el servicio doméstico, la ocupación más frecuente entre las jefas de hogares en situación de pobreza, es también una de las primeras ocupaciones en sufrir las consecuencias de las caídas en la actividad y el empleo, porque estas caídas retraen los consumos de los sectores medios demandantes de sus servicios.

El retroceso de los varones en sus posibilidades de ejercer el rol tradicional de proveedores económicos parece afectar tanto la formación de nuevos hogares como, de manera especial, la armonía conyugal otrora basada en la división de roles en la pareja de clase trabajadora. Esa armonía cede terreno al conflicto y la competencia generados por la mayor autonomía femenina y por la pérdida de prestigio y de autoestima del varón que ya no puede desempeñar en la familia el rol económico protagónico según el estereotipo consagrado por las normas y costumbres.

Es así que, en ausencia de nuevas reglas de convivencia que contemplen posiciones y división de tareas más igualitarias e igualmente valoradas, entre mujeres y varones, las rupturas conyugales y, por lo tanto, los hogares vulnerables a cargo de mujeres solas continúan aumentando.

Ya hace unos días desde esta agencia de noticias, hicimos un informe sobre el aumento de la pobreza en nuestro país. Datos como los que se muestran en estas palabras, son indicadores de que algo anda mal, y de que es el Estado el que debe hacerse cargo del mismo, brindando mayor acceso a la educación, trabajo, salud, vivienda digna, para que de esa manera se pueda transformar una sociedad que desde hace décadas que viene en retroceso, y cuyo perspectiva a futuro es necesario cambiar en forma urgente, para que la fragmentación social no aumente y la Argentina pueda vivir de una buena vez por todas en una sociedad más igualitaria.

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